SI DIOS NO HUBIERA MUERTO
María del Carmen Maqueo Garza
Experiencias maravillosas vivimos en la actualidad, al seguir en tiempo real eventos en el justo momento cuando suceden. De esta manera millones de seres humanos a lo largo y ancho del planeta tuvimos oportunidad de colocarnos en la proximidad de la boca de la Mina San José en el lejano Chile, en el justo momento cuando comenzaba a subir la cápsula con el primer minero rescatado.
Luego de su prolongada reclusión en la entraña de la mina, esa última etapa de sacar a todos los mineros con vida nos mantuvo en vilo. Mediante las cámaras podíamos percibir el estado de tensión entre los familiares que fueron conducidos a las proximidades de la oquedad para recibir a su rescatado; en lo personal se me hizo un nudo en la garganta ante la imagen del pequeño hijo del primer minero, quien en cuanto vio a su papá rompió en llanto.
Después de salir Luis Urzúa, el último de los mineros y líder de los mismos, el presidente Sebastián Piñera convocó a una rueda de prensa para el millar de periodistas de todo el mundo reunidos en el Campamento La Esperanza: Habló de disciplina; habló de solidaridad; de apoyo de toda la ciudadanía chilena para sus amados mineros. En tres ocasiones expresó abiertamente que aquello era un milagro de Dios, y que sin su ayuda no lo hubieran logrado. Un gesto de humildad, una expresión de fe, pero sobre todo un motivo de reflexión para nosotros como mexicanos.
En mi posición como creyente me congratulo por aquellos países en donde no hay empacho para hablar de Dios. Desde hace poco más de ciento cincuenta años en México sucede algo singular; a partir de las Leyes de Reforma la palabra "Dios" quedó excluida de todo ámbito oficial. En este país nada sucede gracias a Dios, todo lo atribuimos exclusivamente a nuestra capacidad humana, y nomás analicemos cómo nos ha ido a últimas fechas. Expresiones como el "Gracias a Dios" de Piñero se consideran anticonstitucionales, y entonces me pregunto cómo nos encontraríamos si no hubiéramos botado a Dios de nuestras instituciones. Y en un análisis concienzudo de las leyes de Reforma y la Constitución de 1857, Juárez efectivamente habla sobre la no-intervención de la iglesia católica; sobre instrucción laica, y moralidad, pero en ningún momento obligó a negar a Dios, a pesar de su pensamiento abiertamente liberal
En aquellos tiempos la iglesia católica ejercía una marcada influencia en la vida ciudadana; dentro del sistema educativo imperaba el dogmatismo, conforme a los señalamientos del Dr. José Ma. Luis Mora, del grupo de liberales que más influyeron en la implantación de una educación laica que "garantice un espíritu de investigación y duda", a través de los caminos de la ciencia y no los de la imposición. Asimismo Juárez establece que no hay razón de existir para los monasterios ni para escuelas dirigidas por religiosos, puesto que están formando hombres para el mundo, no para el claustro. No se trató en su momento de excluir el fomento de una ética ciudadana, con la aplicación de valores universales que garanticen un trato digno y justo para todos, aunque parece que en cierto modo así se viene entendiendo.
Claro, una cosa es someterse al yugo de una iglesia dominante como sucedía en 1856, y otra muy distinta es vivir dentro de un estado de falta de un código moral. De muchas maneras nos hemos acostumbrado a un escenario donde existen la deshonestidad y la falta de respeto, conductas lesivas para el país, que junto con otras muchas asumimos como "normales". Ahí tenemos el caso del diputado Julio César Godoy Toscano cuyo proceder sugiere engaño, mentira y hasta donde se sabe, colusión con la delincuencia organizada. La más burda paradoja, un legislador que desacata la ley y no atiende un requerimiento de la autoridad, porque en su opinión el citatorio no procede. O sea, se toma la ley por propia mano, impunemente, ¿y así pretende legislar? Por otra parte hay infinidad de ladrones de cuello blanco acostumbrados a cometer saqueos asépticos y elegantes de recursos que son propiedad de la nación, algo a lo que de igual manera nos hemos habituado.
Incluir a Dios en nuestras actividades cotidianas hoy en día no tiene por qué representar una amenaza para la nación; todo lo contrario, actualmente la nación está amenazada por las conductas faltas de ética. Resulta muy cómodo mantener todo concepto de autoridad moral fuera de nuestra vista, de manera que se diluya la frontera entre el bien y el mal.
Como el danzón dice de Juárez, yo digo "Si Dios no hubiera muerto" y hubiéramos crecido a la sombra de sus enseñanzas… otro gallo nos cantara.
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