domingo, 5 de diciembre de 2010

CONTRALUZ por Marìa del Carmen Maqueo Garza.

NAVIDAD CON SIGNIFICADO
Llega diciembre con su ambiente festivo; la ciudad luce sus mejores galas, lo que despierta en nosotros un espìritu de alegrìa muy particular, que llama a ese niño que todos llevamos dentro.
   En estos primeros dìas del mes ya se deja sentir la algarabìa, sin embargo a la par suya se incrementan la angustia y el desasosiego por las implicaciones que una fiesta costosa puede traer consigo. En cuestiòn de adornos todo nos gusta, y si estamos desprevenidos puede aflorar una dormida compulsión por comprar, inclusive muchos objetos que finalmente no van a tener ninguna utilidad pràctica.
   Por otra parte, en el ambiente se van percibiendo fenómenos muy o particulares propios de la temporada, que posiblemente con la situación econòmica que vive el paìs hoy en dìa, sean màs marcados este año. En un afàn de preparar nuestra fiesta familiar acudimos a los centros comerciales; nos apretujamos dentro de ellos, nos tornamos irritables, rezongamos y explotamos. Entonces la convivencia familiar va dando signos paradòjicos: Festejamos pero pagamos una elevada factura emocional por hacerlo.
   Para los creyentes la època navideña representa la celebración de la venida de Dios niño al mundo; esto es lo que marca la festividad cristiana, aunque de hecho solemos festejar de maneras bastante paganas. El naciò en un humilde pesebre, pero nosotros rodeamos muchas veces la ocasiòn de oropel y fastuosidad.
   Ahora bien, estamos expresando nuestro apego a la vida, pero en muchas familias se presentan pleitos irreconciliables y quizàs hasta haya luto. El alcohol hace su aparición en escena; surgen las imprudencias del padre de familia alcoholizado que se niega a ceder el volante a una persona no intoxicada, lo que muchas veces termina en la sala de urgencias o en la morgue.
   Particularmente en este 2010, cuando la economìa domèstica no ha sido nada sencilla de afrontar, serìa de utilidad replantearnos de una vez por todas el sentido de la Navidad. Alejarnos de las agudas paradojas propias de esta època, y retornar al propòsito ùltimo de la festividad, no sòlo por economìa domèstica, sino por rescatar el verdadero origen de la fecha, y obsequiarnos una festividad con significado para nuestra vida personal.
   Ocasiòn de detener por un momento la marcha y preguntarnos cual es el objetivo ùltimo de nuestra celebración. Si es el objetivo cristiano asociado al nacimiento del Salvador, vale la pena vivir la ocasiòn con espíritu de reflexiòn, de manera sencilla y generosa, compartiendo lo que se tiene con los menos afortunados.
   Si nuestro propòsito es la convivencia familiar, vale entonces recordar que los momentos màs significativos junto a los nuestros son aquellos en los que abrimos nuestro corazón frente a ellos para compartir nuestros pensamientos màs profundos, y los sentimientos màs ìntimos. No tiene que hacerse un desembolso mayùsculo, como tampoco un despilfarro en regalos caros, cuando lo màs importante no radica en lo material.
   Ahora bien, si se trata de disfrutar, extendamos nuestro disfrute a lo largo del dìa. El andar pecipitados e irritados de tienda en tienda preparando aquello que serà màs delante disfrutable, no hace màs que mermar en mucho nuestro saldo final.
   Dios hecho hombre vino a mostrarnos de manera contundente que la promesa con que contamos es la de una vida eterna. Entonces que las cosas de este mundo no nos alejen de esa intenciòn divina.
   Vivamos la Navidad con sencillez y alegrìa como harìa un niño. Que la capacidad de asombro nos facilite hallar la festividad especial. Demos gracias al cielo por lo que tenemos; lejos de amargarnos por lo que no està a nuestro alcance poseer; hagamos cuentas de nuestras bendiciones, y demos gracias por ellas: Vida, salud; familia, amigos. Hay mùltiples momentos para reconocernos afortunados por lo que somos y lo que tenemos. A mayor sencillez menores expectativas; a menores expectativas màs ocasiòn de goce; entonces acogemos aquello que nos llega, y sabemos sacar partido de lo mismo.
   El mal que subyace debajo de muchos fenómenos sociales de nuestros tiempos se llama “vacìo existencial”. Esto es, vivimos vidas precipitadas, apegadas a lo material. Nos angustia profundamente estar solos, muy probablemente jamàs hemos experimentado un momento de convivencia “de mì conmigo”. Nos rodeamos de objetos, de ideas, de barreras, y nos aislamos. Tantas veces carece nuestra existencia de un significado tal, que nos determine a afrontar cualquier contratiempo, y ante el primer obstàculo nos arredramos. No hay una verdadera razòn para poner el mayor de los empeños... ¿Què mejor oportunidad entonces, para hacerlo, que esta temporada?
   Deseo para el ser humano que al tèrmino de este perìodo salga renovado, con baterìas recargadas, y con un proyecto de vida incluyente, una tarea generosa, que le permita a ese ser humano trascender a partir de su misma temporalidad.
   ¡Feliz inicio de temporada navideña!

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