Nacimiento
Estuvo aquí. Ninguno (y él menos que ninguno)
supo quién era, cómo, por qué, adónde.
Decía las palabras que los otros entienden
—las suyas no llegó a escucharlas nunca -;
se escondía en el lugar en que los otros buscan,
en su casa, en su cuerpo, en sus edades,
y sin embargo ausente siempre y mudo.
Como todos fue dueño de su vida
una hora o más, y luego abrió las manos.
Entonces preguntaron: ¿era hermoso?
Ya nadie recordaba aquella superficie
que la luz disputó por alumbrar
y le fue arrebatada tantas veces.
Le inventaron acciones, intenciones. Y tuvo
una historia, un destino, un epitafio.
Y fue, por fin, un hombre.
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