EL RESPLANDOR
Hace unos días, mientras llevaba un recuento mental de los jóvenes desaparecidos en mi entorno inmediato a causa del crimen organizado y su fallido combate, caí en cuenta que México se está convirtiendo en país de los niños perdidos, evocando al escritor británico J.M. Barrie, autor de la obra Peter Pan. En este caso no es la fantasía de una noche en la cual los niños viajan a emprender grandes aventuras al lado de un joven adulto que se niega a crecer; aquí es la pesadilla de niños y jóvenes que de un día para otro simplemente desaparecen, dejando atrás padres, hermanos, amigos; desolación y un dolor vasto como el océano. Desaparecen mientras van a la tienda; mientras juegan con los vecinos; mientras se apean del camión foráneo de regreso a la universidad; mientras viajan a otra ciudad para pasar el fin de semana…
Javier Sicilia, luego del trágico asesinato de su hijo Juanelo, ha dejado de lado la poesía y orienta sus afanes hacia el logro de la paz en nuestro país. Hoy domingo arribará a la ciudad de México la marcha que emprendió desde el pasado día 5 partiendo de Cuernavaca, denominada “Marcha por la paz con justicia y dignidad”, a la que se han ido integrando luchadores sociales, intelectuales, estudiantes, representantes populares y ciudadanos propuestos a exigir a Calderón un cambio en la estrategia frente al crimen organizado. De manera paralela al discurso presidencial con motivo de la conmemoración de la Batalla de Puebla, Sicilia hizo lo propio, conminando al presidente a revisar su estrategia con las siguientes palabras: “La soberanía radica en el pueblo, no en el estado”. Comienza a cumplirse el vaticinio contenido en la poesía del propio poeta: “La mañana ha incendiado los prados// en la fuente de tu ojo// las llamas resplandecen…”
Tradicionalmente constituimos un país sumiso, resignado a su suerte… que si acaso repela un poco, pero nada más. Pagamos impuestos, nos tronamos los dedos; hacemos malabares quincenales, e imploramos favores a San Judas Tadeo cada día 28. Somos un pueblo que acoge con gracia las desviaciones de la autoridad como un mal necesario, hechos a la idea de que el que llega al poder va a saquear al pueblo, pero en el fondo esperamos, o confiamos, o pedimos al cielo, que no nos vacíen las arcas. Frente al ejecutivo nos comportamos como frente al Tlatoani, dispuestos a someternos con mansedumbre a sus particulares designios, mismos que en este caso están matando a nuestros niños.
O sea, hemos sido un pueblo que no ha sabido hacer valer los derechos que le son inherentes por naturaleza, y que ahora enfrenta las consecuencias de su pasividad. Todavía así, en esta vorágine progresiva de complicidad y corrupciones de los últimos veinte años, cada vez que hay elecciones vamos, votamos, y nos encomendamos al cielo pidiendo que nos conceda un milagro para los siguientes cuatro o seis años.
Nuestro actuar sugiere que no sentimos merecernos algo mejor; que estamos dispuestos a seguir sometidos, ahora por el crimen organizado por un lado, y por la autoridad desencaminada por el otro. Javier Sicilia increpa al ejecutivo, pero al mismo tiempo su actitud nos cuestiona a todos los mexicanos, acerca de si éste es el México que soñamos para nuestros hijos. Como diría Sicilia en el que ha manifestado que sería su último poema: “El mundo ya no es digno de la palabra//nos la ahogaron adentro…”
Ante este resplandor que ahora se enciende en los ojos de todos los mexicanos, es tiempo para derogar las palabras huecas. Basta ya de promesas de campaña que no quedan más que en eso, en palabras que se lleva el viento. Basta ya de dolorosos gastos suntuarios cada vez que hay elecciones. Basta ya de que el funcionario público utilice su plataforma política para beneficio personal, en lugar de orientarlo hacia el bienestar social. Basta ya de burdas incongruencias entre el dicho y el hecho.
¿Qué podemos hacer desde nuestro sitio?... Unirnos como fuerza pública; hacer frente común. Exigir que se someta a una revisión seria la estrategia de combatir la violencia con violencia, que a todas luces no está funcionando. No es posible que el empecinamiento de un individuo se imponga por encima de la voluntad de ciento veinte millones.
Al mismo tiempo nos corresponde evitar la colusión; la complicidad, los favores ilícitos. Cumplir con lo que nos toca cumplir, sin excepción. Llamar a las cosas por su nombre, y enseñar a nuestros hijos el valor último de la verdad y la justicia.
En Argentina la lucha pacífica de las madres de la Plaza de Mayo hizo la diferencia. Sea el resplandor al que hoy llama Sicilia el disparador ciudadano para el logro de la urgente paz social que México necesita.
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