Azul el cielo bajo el cual retozan mis sueños de infancia, esos que no se atreven a asomar de noche, cuando encienden las luminarias y se inicia el desfile de vanidades.
Verde azul el vaivén del mar benigno; flujo y reflujo; paciente expiación de culpas de los amantes que se entregan en ansiosos jadeos sobre la arena.
Azul profundo, boca que engulle bondades peregrinas. Dolor lacerante que la injusticia arranca desde las entrañas, al tiempo que rasga una a una mis fibras más sensibles.
Celeste el azul de la ilusión por ese niño amado que imagino, ése que se me aferra al vientre, prendido entre lágrimas y sueños, en una lucha feroz contra la muerte.
Eléctrico el azul de la emoción de aquella mujer que abandona de golpe su letargo infantil, ante el feliz asalto inédito de un roce en la piel.
Una luna altiva cualquier noche de enero… Ella, la hermosa que esta vez niega ternuras, enfundada en un azul alabastrino, altiva, distante, fría…
Ángel azul mi amigo el de los versos que cantan a la vida. Un caudal melancólico se vierte sobre todas sus palabras y todos sus silencios, y nace la poesía.
De ese azul muy transparente son mis suspiros cargados de ayer. Memorias dulces que se instalan al borde de la cama, queriendo sobornar mis soledades.
Si yo fuera un color, querría ser azul, un poco cielo, un poco mar; otro tanto tristeza, luna inalcanzable. Flujo, reflujo, amor y amante. Sueños de infancia; dolor que enseña; emoción prendida a los sentidos; fortaleza de un niño que se niega a morir.
…Sería entonces como un poeta azul, con su tristeza larga y sus cantos vivos. Estaría en el umbral de un azul muy transparente al encuentro contigo, con tus ojos llenitos de luz, y tu risa como cascada de agua fresca.
Azul la vida que se prolonga después del último suspiro; hoy es azul la esperanza del reencuentro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario