domingo, 22 de julio de 2012

VIVIR COMO VÍCTIMA O VIVIR COMO GUERRERO por Gabriel Rubio Badillo

Vivir como Víctima o Vivir como Guerrero
Icono de mayo 2012.
Siempre puedes elegir; puedes vivir como víctima, utilizando el pasado como una excusa para no actuar en el presente. Cuando vives como víctima, siempre hay alguien a quién culpar, del cómo vives y del cómo te sientes. La otra opción es el Camino del Guerrero.
Un Guerrero sabe que no es un producto de su pasado; porque ha elegido no serlo. Puedes ganarte la compasión de la gente, enseñándole al mundo tu dolor, ir por la vida quejándote, autopromoverte como “el sufriente más grande del universo”, causando lastimas, tirándote en la banqueta.
El Guerrero se enjuga el dolor y sigue caminando, con la frente arriba. No se queja. De hecho; ese es su principal atributo: no quejarse nunca.
Puedes caminar por la tierra lamentándote, ser como un pájaro que, pudiendo volar, se arrastra, o puedes elegir ser un halcón solitario; un cuervo de ojos afilados y mirada de relámpago.
Un Guerrero es un pájaro del desierto que no le teme a la soledad. Se ha liado a golpes con ella y la ha derrotado porque sabe que lo tiene todo…Incluso tiene más de lo que necesita, mucho más de lo que podría tomar. Sólo toma lo realmente imprescindible; por eso no atesora nada, no necesita que algo le pertenezca.
No se avoraza, no se precipita, espera, sabe que lo que ha de ser será. No posee nada; ha aprendido a confiar en la providencia de lo Eterno, a sintonizarse con el flujo de la vida.
Una víctima se tira al piso a llorar, se echa a la cama, y ahoga su dolor con la almohada, gritando “no es justo”. Un Guerrero, cuando tiene que llorar, llora de pie. Jamás se tira, jamás se echa al suelo; sabe que si una sola de sus rodillas toca el piso, desde ahí está derrotado. Su energía se habrá vaciado en la tierra.
Un Guerrero entiende a la tristeza y al dolor como un relámpago que te atraviesa el cuerpo; sabe que si no te mueres ahí, lo cual es casi seguro, te deja más fuerte.
Por eso de verdad, cuando tengas que llorar, quédate parado. Esto último no es una metáfora; llora de pie.
Nunca cierres los ojos; mantén hacia la vida la mirada retadora, aun a través de las lágrimas. Y espera…espera y el dolor saldrá por las plantas de tus pies.
Puedes tener mil excusas para explicar cómo te metiste en ese hoyo. El “cómo” y el “porqué”, te desgastan, te hacen débil. La única pregunta con la que el Guerrero comienza a reivindicarse, es el para qué. ¿Para qué seguir en el agujero? Y al no encontrar una razón válida ni sensata, se sacude la tierra, se sale, y se pone a caminar…
La vida de la víctima es muy cómoda; siempre está ocupada haciendo cosas por alguien; por cierto, cosas que nadie le ha pedido, y que cualquiera puede hacer por sí mismo. Así, se agota el tiempo y no se encarga de las suyas.
Un Guerrero no intenta controlar a nadie, no persigue a nadie. Ha logrado templar su carácter bajo la absoluta realidad del respeto a la individualidad de los otros, por equivocados que estos le parezcan. Un Guerrero entiende que sus apreciaciones sobre los otros nadie se las ha pedido y que no sirven para nada. De hecho, opinar sobre alguien o sobre cualquier cosa sin el poder de la influencia, es un desperdicio de energía.
No impone su voluntad, ni coacciona  el pensamiento ni el sentir de quienes le rodean; asimismo, asume el mando de sus propias emociones y la responsabilidad de las cosas que decide. Un Guerrero no finca nunca su bienestar sobre la debilidad de otros. No es un oportunista ni se aprovecha de la bondad ni de la confusión de la gente.
Una víctima cree que tiene tiempo de sobra para quejarse, camina por el mundo como si fuese un ser inmortal, que puede desperdiciar la vida en rencores y planes sin cumplir; su vida es una sucesión de promesas rotas, de buenas intenciones que nunca llevan a nada.
Un Guerrero sabe que no es dueño de su vida, que no tiene la garantía de amanecer mañana, por eso, vive cada día como si fuese el último en la tierra. Ha aprendido a usar a la muerte como consejero, y esta le habla bajito, por arriba del hombro y sabe que en cualquier momento todo podría acabar. Por eso, no malgasta el tiempo.
Una víctima dice sí, cuando en realidad quiere decir no, buscando la aprobación ajena. Y luego se queja por sentirse frustrado. Se humilla ante los que considera superiores, y oprime a quienes mira hacia abajo.
Un Guerrero vive en la humildad, nunca actúa como el imbécil que cree que lo sabe todo. Aprendió a callarse la boca cuando se encuentra frente a un conocimiento superior y a abrir su mente y escuchar.
Su primera reacción ante lo que no entiende, es poner atención, ser receptivo, no negar lo nuevo ni defender necedades.
Un Guerrero se guarda sus opiniones, no intenta aparentar que tiene el control ni que conoce de todo en cualquier circunstancia. Sabe medir cuando se encuentra en un territorio que no es de su dominio y acepta ser guiado. En ello radica su grandeza; siempre está dispuesto a aprender.
Su sabiduría le permite reconocer que puede aprender más cuando guarda silencio y deja de decir insensateces. Se calla y escucha, permanece atento.
Un Guerrero se detiene a mirar a las estrellas, y su humildad es tanta, ante tal inmensidad, ante tanta grandeza, ante semejantes dimensiones, que suspira y no puede menos que sentir vergüenza por las aberrantes preocupaciones de su antiguo camino: el camino de la Víctima. Nada apacigua tanto al espíritu, que cuando nos damos permiso de voltear hacia el cielo estrellado. Y entonces nuestra propia miseria, huye avergonzada de tanta mezquindad humana.
Ante todo, un Guerrero sabe que es Guerrero porque ha elegido serlo; por eso, jamás se acepta como una hoja al viento. Se ha construido a sí mismo con tal disciplina y lealtad, para dejar de ser sólo una consecuencia de sus circunstancias.
Nadie nace siendo un ser miserable, exactamente como nadie nace siendo Guerrero. Nosotros nos volvemos lo uno o lo otro. Dejar de vivir como víctima y elegir el camino del Guerrero, no sólo es la más grande, sino la única decisión auténtica que un ser humano puede tomar. El resto, no son decisiones; son las cosas que una vida sin control nos va empujando a hacer.
Ser Guerrero es siempre una Decisión. Es quizá, la única Libertad posible concedida al Ser Humano.
Gabriel Rubio Badillo. Asociación de Psicología Humanista. Freedom.
Red de Conciencia Social. Un Modelo de Sociedad Organizada.
Dirección General. Cd. Madero, Tamaulipas. México.
Tel. (833) 364 15 93 Móvil: 127 81 69.
Icono de mayo 2012, es una publicación inspirada en la Obra de Carlos Castaneda sobre las enseñanzas de Don Juan Matus. Ha sido publicado en febrero de 2011 y por su aceptación en los lectores, se reproduce en este mes para compartirlo con nuestros nuevos suscriptores. Agradecemos sus comentarios por este medio, la descarga del archivo adjunto y el compartir y reenviar este correo.

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