domingo, 9 de septiembre de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

HACER PATRIA
Si algo nos distingue frente al mundo, es nuestro espíritu festivo. Como mexicanos hallamos en cualquier motivo la ocasión para hacer una fiesta, desde el nacimiento hasta la propia  muerte. Son conocidas a nivel internacional nuestras festividades de orden religioso o profano celebrando uno y mil motivos, desde Tijuana hasta Chetumal.
   Pocos países poseen la riqueza cultural que el nuestro ofrece, elementos arquitectónicos, celebraciones que aglutinan de manera graciosa elementos mágicos con aquellos propios del cristianismo; música, vestimentas, y no se diga de nuestra gastronomía tan variada.
   Llega septiembre, y bajo esta misma consigna de fiesta todos comenzamos a sentirnos más mexicanos desde el día primero; nuestro lábaro  patrio va contagiando sus colores a diestra y siniestra, de manera que calles, avenidas, edificios públicos y vehículos pronto lucirán los colores que exaltan nuestra emoción hasta las lágrimas.  No puede faltar la música alusiva, que se transmite por muy diversos canales y llega hasta el centro de nuestro pecho a partirlo en dos por el orgullo de ser mexicanos.
   Y de este modo tan particular entendemos y expresamos nuestra mexicanidad, con tal intensidad que se vuelve tópico que atrae al extranjero que en medio de este jolgorio puede dar rienda suelta a emociones que posiblemente por su temperamento o formación cultural no haría en otras circunstancias.  
   Así nos esté calando hasta los huesos la crisis microeconómica, el Zócalo capitalino hace despliegue de color, de luz y de efectos especiales, tanto para la ceremonia del Grito la noche del 15 de septiembre, como para el desfile del 16, dentro del cual las fuerzas castrenses aparecen con total lucimiento, al grado que de manera histórica el nuestro ha sido considerado como uno de los desfiles más bellos del mundo.
   Bien, pero nuestra misma forma de ser nos lleva a volcarnos en fiesta durante todo septiembre, para luego descuidar nuestro afán de hacer patria.  Una vez agotado el entusiasmo de las fechas y el dinero en el bolsillo, comenzamos a caer en nuestras prácticas habituales, dentro de las cuales hay muchas que nada honran a nuestro México.   Regresamos a la idea de la competencia a toda costa, sin importar si para ello aplico prácticas desleales. 
   Pasadas las fechas de celebración vamos de nueva cuenta a no respetar señalamientos viales, a no ceder el paso al peatón, y actuar con la ley del mínimo esfuerzo.   Nos sacudimos el patriotismo que nos ponía hasta las lágrimas la noche del 15 de septiembre, y regresamos a no respetar cajones de discapacitados, a considerar que mi comodidad está antes que el derecho de quien tiene necesidades especiales.  Y nos regimos bajo la consigna de que “el que no transa no avanza”.
   Así hemos sido los mexicanos frente a las distintas fechas festivas, otro excelente ejemplo es el Día de las Madres, ocasión  en la cual los panteones se visten de flores, y lloramos estrepitosamente a la madre muerta. La mesa familiar se abarrota de regalos, y cada uno de nosotros vibra con cada palabra pronunciada por la madre, para pronto regresar a nuestras prácticas habituales durante trescientos sesenta y cuatro días, hasta el siguiente 10 de mayo.
   Ahora que vivimos un tiempo de transición política, no estaría por demás sintonizarnos en este canal y comenzar a hacer patria, no sólo en septiembre, sino de la manera real y transformadora, a lo largo de cada día, frente a todo ciudadano, mediante una conducta cívica que enaltezca el nombre de México de fondo.   Qué bueno que nos distingamos por festejar con tal ánimo nuestras fechas patrias, sin embargo habrá qué hacerlo de manera sensata, sin ahogar la neurona en alcohol, que la patria comienza haciéndose en casa, frente a nuestros hijos, cuidando su integridad física y mental.
   Es algo único contemplar los fuegos artificiales cuando surcan el cielo y gritan en lo más alto un “Viva México” multicolor.  Pero es más patriota aún no exponer la vida propia o de otros encendiendo estos productos inflamables en lugares inapropiados.
   Quizá uno de los elementos que causa fascinación al extranjero que conoce México sea ese desenfado con el que tantas veces actuamos, y que le permite al visitante de otro país sentir la libertad de romper clichés y gozar las cosas de un modo distinto.  Comenzando con la celebración cristiana del Día de Reyes, hasta el Año Nuevo, nuestro  suelo se distingue por una multiplicidad de motivos, y una infinidad de modos para festejar el hecho de vivir precisamente aquí.  En el caso de las fiestas patrias  nos está faltando, sin embargo,  prolongar ese patriotismo al resto del año, de modo  de incrementar la sensibilidad ciudadana, elemento social que finalmente engrandece a los grupos humanos.
   Celebremos en septiembre esa patria que nos corresponde como mexicanos  labrar hasta la médula cada día del año. Y: ¡Felices fiestas!

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