domingo, 9 de septiembre de 2012

RESPONSABILIDAD SOCIAL: El rol protector de los padres. Por María Fernanda Coronado

Los niños son recibidos por la cultura con toda la potencialidad que se les ha otorgado con el solo hecho de existir. En la más románticas de las situaciones, un nuevo ser es recibido con el afecto positivo de su familia, los padres lo esperan con ansia y tienen todo preparado para él.
Los padres, cumplen con la función de ayudar a la formación de un Yo capaz de relacionarse de manera autónoma y eficaz, así como mantener un apego seguro con ellos, que les permita crear una autoestima lo más plena posible, continuando acompañándolo en el proceso de su desarrollo como persona, fungiendo a su vez e implícitamente como un medio protector inmediato de los peligros de la vida actual. Las expectativas que se presentan del “cómo debe ser” esta relación padres e hijos, es truncada muchas veces, y tendemos a colocar sobre nuestros hijos una idealización de lo que nosotros no fuimos.
Cuando se presenta un conflicto, las responsabilidades no son aceptadas sin que la sombra de la culpa esté presente. No omito mencionar que nos referimos a la “responsabilidad” no solo como afrontar las consecuencias de los actos, sino como la “calidad de la respuesta” ante estos conflictos.
Para un niño, casi todo lo proveniente del medio, es introyectado como parte de sí mismo, y tanto los aspectos positivos como los negativos contribuyen a su estructura. Ahora bien, cuando el niño ha sido perturbado en áreas importantes y sensibles de la personalidad, como en su sexualidad, por ejemplo, se esperaría que las personas a su alrededor, principalmente sus padres, le otorgaran su apoyo y sobre todo, la seguridad y confianza que le han arrebatado con tan brutal hecho. Solo los afectos positivos pueden aminorar los daños causados al menor. ¿Pero qué sucede si ocurre lo contrario? ¿Si por ignorancia de cuál sea la respuesta más conveniente ante estas situaciones, se aumenta el efecto traumatizante al niño? ¿Qué ocurre si no se establece una base de contención y conexión empática con el infante? La primera reacción ante el descubrir, o el escuchar una confesión sobre un ASI (Abuso Sexual Infantil), determinará el manejo de la situación y sobre todo la recuperación de la víctima y sus familiares. Las secuelas que arrastran un ASI se pueden reducir, (en el caso de una intervención oportuna) y eliminar (en caso de que se estén manifestando en síntomas) o, mejor aún evitar su aparición.
En primer caso hablamos de los padres para realizar la función protectora de sus hijos, pero, como es bien conocido, la mayor parte de los abusos ocurren en las familias. Lo que coloca en disyuntiva (aunque no debiera de serlo) la manera más idónea de responder ante la demanda del niño, esperándose fuese de confianza, amor y actuar legalmente sobre dicho delito. En caso de no presentarse de esta forma casi utópica, ¿qué es lo que sucede? Siguiendo los pasos de lógicos de nuestra indiscutible realidad, lo que ocurriría sería NADA.
Citando a Martin Luther King:  “No me aterra la maldad de los malos sino la indiferencia de los buenos”. Ahora bien, refiriéndonos a la responsabilidad de la sociedad ante el conocimiento de que se está cometiendo un delito, resulta aun más lamentable el no mover un dedo para posicionarse en la fila de hacer justicia, y brindarle una mejor, o al menos una situación de vida más tranquila a la víctima. No son los “buenos” quienes no realizan actos delictivos, sino los que actúan al ver que estos suceden.
No nos preguntemos después, el porqué de la existencia de tanta delincuencia en nuestro entorno, ni los engaños, ni los secuestros. Todo es consecuencia de una sociedad indiferente e individualista que pretende el bienestar únicamente propio y el de su familia que pudiendo ver más allá no se preocupó, y si antes teníamos al niño maltratado de la vecina, ahora tendremos el secuestrador de nuestro hijo.
  
Como suplica especial, y hablando por todas las víctimas que gritan por dentro, no nos convirtamos como sociedad en el padre ausente, en el padre egoísta, en el padre castigador, en el padre ciego, o peor aún, en el mal de la sociedad actual, el padre indiferente, quien está, conoce, pero no actúa, no le importa, simplemente porque no es él a quien le ocurre.
Seamos una sociedad que empatiza, que es sensible a la situación, pero que esa sensibilidad le da fuerzas para denunciar, proteger y amar a quienes la necesitan. Retomemos esa función protectora unos con otros, seamos amables, accesibles, confiables y confiados, devolvámonos el sustantivo de SERES HUMANOS que parece nos aferramos a borrar.
Recolectemos información, hagámosla accesible, hablemos sin miedo, cuidemos y protejamos a los niños sean nuestros o no. Actuemos, la mejor prevención es el amor, el cuidado, la confianza, la comunicación.
El peligro existirá, pero hagámosle saber a nuestros niños que existe un lugar seguro para ellos, que serán atendidos, valorados y escuchados. Pongámonos en su situación por un segundo y comprenderemos que es lo que necesitan de nosotros y si está en nuestras manos hacerlo, démosles esa oportunidad de sentirse protegidos por el adulto; tal como lo indica el curso natural de la vida.
Icono de Julio 2012, es una aportación de la Lic. Psic. María Fernanda Coronado Noreña para Grupo Freedom. Asociación de Psicología Humanista.
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