domingo, 2 de diciembre de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


UN NUEVO COMIENZO
Los plazos se cumplen, y ahora como cada seis años estrenamos presidente; concluye la gestión de Felipe Calderón e inicia la de Enrique Peña Nieto. Algo, sin embargo es distinto, o quizás parecido a lo que sucedió en el 2000, el partido de quien asume la presidencia es distinto al de quien la deja. “Alternancia”, le han dado por llamarla.
   Y como ya ha sucedido, de alguna manera quienes conformamos el pueblo de México, nos dejamos encender por ese pensamiento mágico de nuestros abuelos para secretamente esperar que la llegada al poder de un nuevo mandatario, a manera de ancestral Tlatoani, venga a resolver como por encanto los problemas del país.
   Cuando esta colaboración preparo acaban de darse a conocer los nombres de los funcionarios que integrarán el gabinete de EPN; algunos ya se esperaban, otros han resultado una sorpresa para muchos de nosotros, no tan avezados en asuntos políticos. Estos dieciséis funcionarios ayudarán al ejecutivo a cumplir con su tarea de gobernar al país. En redes sociales el académico y jurista Miguel Carbonell lanzó hace pocos minutos un tuit con una gran verdad, mismo que me permito transcribir:
   “Todos estamos en el mismo barco, que se llama México. Ojalá el nuevo gobierno haga un trabajo serio y profesional.”
   Dejamos atrás doce años en los que las cosas se hicieron de manera distinta a los setenta previos a ellos. En algunos aspectos, como el financiero o el de salud, durante estos dos sexenios el país pareció conservar una relativa estabilidad, en tanto en otros la cosa se salió de control, muy en particular en lo relativo a la seguridad pública en el sexenio de Calderón.
   Hubo asuntos que nos sorprendieron de manera negativa, pues vicios que el albiazul criticara duramente al tricolor durante su gobierno, se convirtieron en vicios en que incurrieron ciertos funcionarios, y que representaron entonces grandes escollos para el avance nacional: Un grave ejemplo de ellos, el de la corrupción, llevó a complicar aún más los intentos por combatir la delincuencia organizada y sus funestas consecuencias en vidas humanas, daño moral y crisis social.
   Eso sí, en general nosotros los gobernados tuvimos libertad para expresar nuestro punto de vista, muchas veces contrario al del gobierno, tanto en medios tradicionales de comunicación como a través de redes sociales. En éstas últimas, bajo el cobijo del anonimato, existe la posibilidad de criticar de mil maneras el desempeño de un funcionario. Cierto, el anonimato limita en gran medida el valor de lo que se expresa, pues quien así señala carece de calidad moral para hacerlo. Pero de todas maneras no debe resultar nada agradable para una figura pública toparse con expresiones severas y hasta vulgares de su quehacer, sin poder hacer nada para impedirlo. Muy distinto escenario contrastado con las antiguas prácticas de censura ejercida en contra de los medios informativos tradicionales.
   Ahora comienza un nuevo período. EPN y su gabinete reciben un país muy cansado de inconsistencias y de buenas intenciones, algo que con toda seguridad ya saben. Como ciudadanos nos corresponde a nosotros vigilar la función pública de cada uno de ellos, y demandar, como la propia ley señala, que cumplan a cabalidad. Y también como votantes nos compete desde ahora diseñar modelos de observación y demanda ciudadana, para romper de una vez con lo que hemos hecho históricamente, esto es, ir directo del lamento a la explosión, para finalmente no dar solución a los problemas.
   Ahí tenemos el caso de Michoacán, Oaxaca y Guerrero, en los que los alumnos se han quedado sin clases por diversos motivos de orden político. Ya sea ellos mismos o sus maestros, según el caso, andan ocupados en ejercer presión ante las autoridades, dejando de lado una asignatura muy urgente para nuestro país, la educación.
   Como sociedad civil, ahora que empezamos un sexenio, es menester que diseñemos una estrategia de observación ciudadana, que nos permita exigir a nuestras autoridades cumplimiento, mediante mecanismos inteligentes que resuelvan el problema, y no lo opuesto, que solamente lo empantanen.
   Desde una postura iconoclasta, tanto la búsqueda del poder como su ejercicio obedecen a motivos económicos; dicho de otra manera, la prioridad de quien aspira a un puesto público es su propio bolsillo. Ante el recién estrenado gabinete, nos corresponde sin embargo albergar otro pensamiento y acogerlo con empatía, eso sí, expresando cuáles son las expectativas que tenemos con relación a su desempeño, y haciéndoles notar que somos una ciudadanía cansada de inconsistencias, de justificaciones y de buenas intenciones, y que esta vez nos hemos propuesto medir su actuación con base en resultados.
   Éste es el justo momento para hacérselos saber, ahora cuando se estrena una página en la historia de México, y existe la manera de emprender un nuevo comienzo para todos.

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