Necesitamos asimilar que la vía de los desmanes no es el
camino a la negociación.
Que la violencia no es una forma de sembrar paz, como
tampoco se consigue ésta mediante las armas.
Es tiempo de asumir cada cual nuestra responsabilidad frente
a un proyecto de nación que se antoja muy urgente.
No es la visión de un solo hombre ni de un partido. Es la esperanza por recuperar esa nación que
se nos ha ido de las manos a todos los mexicanos.
En la medida en que pretendamos lograr cambios mediante
actos de vandalismo, no va a suceder nada bueno para el país.
Ayer, durante la revista que pasa el flamante Presidente a
las Fuerzas Armadas en el Campo Marte, no pude contener la emoción.
Apreciar la perfección que ha caracterizado a nuestras
tropas cuando desfilan, despierta mi orgullo como mexicana.
Y sobre todo me recuerda el brillo en los ojos de mi padre
cuando me enseñaba a amar a México, siendo yo una niña.
Contrasta esta belleza con los destrozos de quienes mediante
actos de destrucción y saqueo afectan los derechos de terceros, dizque en son de protesta.
En estos actos de barbarie no cabe ninguna propuesta sensata, ninguna posibilidad
de negociación.
Es hora de comenzar a asumir que todos vamos en el barco, y
que si se hunde, nosotros y nuestros hijos lo hacemos con él.
Tiempo de hacer a un lado las rabietas infantiles para
comenzar a trabajar con mente, cuerpo y espíritu por el bien de la nación.
Por ese legado de nuestros padres que debemos entregar a
nuestros hijos como herencia sagrada.
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