Esta tierna historia de lealtad animal se desarrolló en el Japón de principios del siglo veinte, en la ciudad de Odate.
Un perro de raza akita llamado Hachiko acudía diariamente a la estación de tren, por las mañanas a despedir a su amo rumbo al trabajo, y por las tardes a aguardar su regreso.
Un día, mientras se hallaba laborando, el hombre sufrió un infarto y murió de manera instantánea, por lo que aquella tarde el fiel perro se quedó esperándolo.
Un día, mientras se hallaba laborando, el hombre sufrió un infarto y murió de manera instantánea, por lo que aquella tarde el fiel perro se quedó esperándolo.
Está documentado que durante los siguientes diez años, y hasta su muerte, Hachiko continuó acudiendo cada tarde a la acera frente a la estación, para esperar a su dueño.
En la actualidad en dicho sitio se ha erigido un monumento a la lealtad del buen perro.
Historias como ésta nos llevan a la convicción de que un animal no es un objeto sino un ser vivo con cualidades extraordinarias, que merece nuestro todo nuestro respeto y protección.
Platiquemos a nuestros niños historias como ésta; leamos junto a ellos más sobre el fiel perro. Por una parte se asombrarán, y por la otra aprenderán el trato digno a los animales.
Para terminar les dejo una frase de la hermosa Teresa de Calcuta, cuando habla sobre la pobreza:
“Algunas veces pensamos que la pobreza es sólo tener hambre, frío y no tener un lugar donde dormir. Pero la pobreza de no ser reconocido, amado y protegido, es la mayor de las pobrezas. Debemos comenzar en nuestros propios hogares a remediar esta clase de pobreza”.
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