domingo, 27 de enero de 2013

"CULPABLE" (cuento) por María del Carmen Maqueo


Como cada año Raúl  y Benita hicieron el acostumbrado viaje a San Juan de los Lagos para la fiesta de la Virgen; desde principios de enero el frío se había hecho  sentir con particular intensidad, y ya para esta primera semana de febrero había arreciado,  por lo que el viaje de tantas horas a temperaturas congelantes había resultado pesado.  Ahora que dejaban atrás las carreteras guanajuatenses y  tomaban  la desviación desde  Matehuala hacia la sierra de Galeana para recorrer la última parte del camino, Benita comenzaba a sentirse en casa, aquellos noventa minutos que faltaban para llegar a ella  resultaban a estas alturas pan comido.  Los niños se habían dormido en el pequeño espacio entre ella y su marido, encima de los trajes de colores negro y amarillo con los que se habían presentado a la santa patrona, ahora no importaba que se arrugaran,  después de todo resultaba incómodo viajar en la  camioneta tantas horas seguidas, el duro asiento   hacía más pesado permanecer tantas horas sobre el mismo.

El color de la piel de aquella mujer se iba perdiendo por momentos, aunque era  de tez blanca,   cualquiera se daba cuenta de que su piel adoptaba un color marmòreo en tanto su respiración se agitaba progresivamente.   El médico pasó frente a la puerta, pero aquella imagen lo obligó a regresar y a tomarle el pulso; estaba entrando en estado de choque.

El diagnóstico se lo habían hecho un par de años antes, el hombre había empezado a sentirse muy agotado a mitad de la mañana, sediento y con muchas ganas de orinar.  En un principio no le dio importancia, y no fue hasta que Benita le  insistió cuando decidió acudir al médico, de diabetes habían muerto sus padres y él había escuchado que estas enfermedades se presentan en los hijos, por lo que el diagnóstico no le causó mayor sorpresa.  Pronto estuvo al corriente con su dieta y sus medicamentos.

El colorido de la fiesta de San Juan de los Lagos es particularmente bello; las calles del pueblo enclavado en los Altos de Jalisco  se vuelven punto de reunión de peregrinos provenientes de muy distintos lugares de la república  que acuden  a pagar “mandas”  por milagros recibidos, reza la leyenda que de no cumplir lo prometido se convertirán en piedra.   Para el 2 de febrero no hay un lugar libre en ninguno de los hoteles de la población; los restaurantes lucen a reventar, y los comerciantes que hacen florecer la industria del milagro su deshilados de Encarnación, tejidos de Aguascalientes, cerámica de Tonalá, velas, exvotos, novenas, cuero de León y cajeta de Celaya.

Practicar la Medicina en el medio rural tiene sus grandes satisfacciones, pero aparejadas a ellas vienen las grandes angustias que sólo allí se viven.  Necesitar un cirujano y no tenerlo a cincuenta kilómetros a la redonda es angustiante; verse ante la disyuntiva de entrar a quirófano a tratar de salvar a un paciente aún cuando los conocimientos de cirugía son bastante limitados es una experiencia que no puede olvidarse.  Los médicos intercambiaban miradas en tanto esperaban que finalmente pudiera conseguirse un cirujano.   Era cosa de vida o muerte.

Párate tantito Raúl, que los niños quieren hacer la chis…sirve que yo también aprovecho.  El frío se había  estacionado sobre los  hombros de los cuatro  desde el momento  en que  descendieron de la camioneta, de alguna manera el frío ensordece, o quizás no sea el frío en sí sino la actitud de meter la cabeza entre los hombros para tratar de protegerse.  Raúl y los niños no tuvieron que caminar mucho para orinar, Benita avanzó algunos pasos más para colocarse detrás de unos arbustos; nadie escuchó nada, estando encuclillada sobre el suelo la mujer sintió que perdía el equilibrio, se sostuvo de las ramas congeladas, en tanto percibió cómo  todo se oscurecía en derredor a ella.

Ándele amigo, vaya  caminando rumbo a la Presidencia municipal… Acababan de llegar a la clínica y aùn no atendían a Benita cuando aparecieron los dos policías rurales para hablar con Raúl.   Aquella mujer había recibido un disparo con arma de fuego en el campo, iban ella, el esposo y los niños; tuvo que ser el esposo…. “Yo no me dí cuenta de nada”…con toda seguridad que nos está ocultando algo, mejor nos lo llevamos.  Órale, camínele….

Solamente sintió un dolor agudo en la cintura y ya no pudo caminar; como pudo Raúl la ayudó a vestirse y  llegar a la camioneta, fue en ese momento cuando sintió humedad entre sus ropas y pudo ver la mancha de sangre.   Ahora la mancha se extendía por encima de los trajes de la Virgen de San Juan y goteaba sobre las botas de cuero que  Raúl acababa de comprar.  Sentía como si estuviera cayendo por un pozo y todo se pusiera negro.  Los niños no acababan de entender qué sucedía.

Por fin se consiguió un cirujano; la paciente ya estaba en quirófano para cuando el doctor llegó lavándose de urgencia; los signos vitales disminuían progresivamente.   Terminaba de transfundirse la segunda unidad de sangre pero el color de su piel era cada vez más pálido.   Antes de entrar a quirófano alcanzó a darles la bendición a los niños, y recomendar a Raúl que no olvidara tomar su medicamento para el azúcar.  

Tiene que haber un culpable mi amigo, yo no me trago eso de la bala perdida.  Usted se va a quedar   detenido hasta que venga el juez, y a ver qué es lo que  él dispone.

Tomado de mi antología de cuentos: "Mariposas en las manos", Colección Siglo XXI: Escritores Coahuilenses, UAdeC,  1a edición, 2010

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