SACUDIR VIEJOS POLVOS
Dos asuntos ocuparon
los encabezados en todos los medios noticiosos nacionales durante la semana que termina: El estridente caso de la liberación de Florence Cassez, y el caso Monex,
que terminó tras una cortina de humo.
Con relación a la liberación de la francesa
originalmente condenada por secuestro a 60 años de prisión, se generó todo tipo
de reacciones, desde las profundamente viscerales hasta las intelectuales más
complejas, pasando por una gama interminable.
La mayor parte de la ciudadanía opina que la
sentencia de Cassez por el delito de
privación ilegal de la libertad con todas las agravantes del caso era justa.
Lo que en definitiva estuvo mal, fue el
método utilizado para su detención: Una puesta en escena televisiva que a decir
de unos se llevó a cabo con la mansa cooperación de los detenidos, mientras que
a decir de los propios detenidos se efectuó mediante coacción y amenazas.
Después de aquel montaje se siguió lo que todos
conocemos, se fincaron cargos, se dictó sentencia, y Cassez fue a prisión,
donde llevaba cumplidos los primeros siete años de su condena.
Ahora llega el caso a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, se delibera, y finalmente se concede el amparo que deriva en libertad para Cassez.
Me parece que si no perdemos de vista esto
las cosas van a ser menos dolorosas para nosotros como mexicanos. Se dejó libre, no por considerarla inocente (como
ella proclama a los cuatro vientos en suelo galo) sino porque el procedimiento
utilizado para su detención fue del todo irregular.
La SCJN en ningún momento sometió a revisión
la culpabilidad de Cassez. Analizó y
falló con relación al procedimiento judicial emprendido para su captura.
Posiblemente a nosotros como mexicanos en su
momento no nos pareció tan grave el montaje televisivo ordenado por García
Luna. Muy lamentable decirlo, no nos
extrañó pues cae dentro de los procedimientos irregulares que las fuerzas del
orden utilizan en muchos de los casos.
Se aplica aquella teoría de las ventanas
rotas: Estamos tan acostumbrados a que sucedan estas cosas, que nos llama poco
la atención cuando vuelven a suceder.
O dicho de otra manera, si tengo mi casa
impoluta, cualquier brizna de polvo se nota de inmediato. Si vivo en un chiquero no voy a percatarme de
una nueva mancha, así sea ésta enorme.
Las redes sociales han sido el gran foro a
donde hemos volcado nuestra inconformidad con relación al caso Cassez. Bien califica
el escritor Armando Alanís al Tuíter como el gran gallinero; todos hablamos,
reprochamos y proferimos maldiciones por
su liberación. Y lo mismo hubiera
sucedido si la dejan en prisión, nos hubiéramos volcado en contra del fallo de
la SCJN señalándolo de arbitrario.
Totalmente entendible, y ni quien pueda
dudarlo, el profundo dolor y la rabia
que en estos momentos experimentan quienes resultaron afectados en forma
directa por los delitos de Cassez. Si hubiera
sido un familiar mío al que la secuestradora hubiera proferido daño, yo estaría
sintiendo el agravio y la impotencia que ellos están pasando.
Sin embargo nos corresponde canalizar la
energía, los sentimientos y las acciones, para exigir que finalmente se llame rendir cuentas al autor
intelectual de este despepite.
Pareciera que es costumbre que los
procedimientos judiciales en México tengan huecos de los cuales se valen las
partes para obtener un fallo que les favorezca.
¡Vaya! en ocasiones he llegado a pensar que existen
componendas entre el poder judicial
y el legislativo de manera de generar o
agrandar esos huecos y obtener beneficios de ello.
Hace unos cuantos días se dejó en libertad
“por falta de pruebas” a un sujeto que cometió asalto a mano armada, fue
captado por las cámaras de vigilancia y además reconocido por el empleado al
que asaltó… Podrá llamarse de cualquier forma menos “falta de pruebas”.
En este momento nos corresponde a todos nosotros
como ciudadanos exigir que las detenciones se lleven a cabo de manera oportuna,
eficaz y humanitaria. Que no haya huecos
viciosos que deriven en resultados ajenos a la justicia. Que no se fabriquen culpables, pero que
tampoco se exima de culpa a quienes cometieron
un delito. Que los sistemas carcelarios sean sitios dignos en los que pueda
emprenderse una verdadera rehabilitación social de los reclusos.
Va mi profunda solidaridad con aquéllos que
en este momento se sienten traicionados por la libertad otorgada a Florence Cassez,
sentenciada por secuestro, y más cuando a través de los medios vemos que la
reciben como heroína en su país de origen.
Momento
de sacudirnos viejos polvos, permitir que la herida respire, y hacer frente común para atacar de raíz el problema. Y ahora sí,
con total firmeza, no quitar el
dedo del renglón hasta que el
cambio a todas luces necesario, sea una
realidad tangible para todos.
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