domingo, 27 de enero de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


SACUDIR VIEJOS POLVOS
Dos asuntos ocuparon los encabezados en todos los medios noticiosos nacionales durante  la semana que termina: El estridente caso de  la liberación de Florence Cassez, y el caso Monex, que  terminó tras una cortina de humo.
   Con relación a la liberación de la francesa originalmente condenada por secuestro a 60 años de prisión, se generó todo tipo de reacciones, desde las profundamente viscerales hasta las intelectuales más complejas, pasando por una gama interminable. 
   La mayor parte de la ciudadanía opina que la sentencia de Cassez  por el delito de privación ilegal de la libertad con todas las agravantes del caso era justa.
   Lo que en definitiva estuvo mal, fue el método utilizado para su detención: Una puesta en escena televisiva que a decir de unos se llevó a cabo con la mansa cooperación de los detenidos, mientras que a decir de los propios detenidos se   efectuó mediante coacción y amenazas.
   Después de  aquel montaje se siguió lo que todos conocemos, se fincaron cargos, se dictó sentencia, y Cassez fue a prisión, donde llevaba cumplidos los primeros siete años de  su condena.
   Ahora llega el caso a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se delibera, y finalmente se concede el amparo que  deriva en libertad para Cassez.
   Me parece que si no perdemos de vista esto las cosas van a ser menos dolorosas para nosotros como mexicanos.  Se dejó libre, no por considerarla inocente (como ella proclama a los cuatro vientos en suelo galo) sino porque el procedimiento utilizado para su detención fue del todo irregular.
   La SCJN en ningún momento sometió a revisión la culpabilidad de Cassez.  Analizó y falló con relación al procedimiento judicial emprendido para su captura.
   Posiblemente a nosotros como mexicanos en su momento no nos pareció tan grave el montaje televisivo ordenado por García Luna.   Muy lamentable decirlo, no nos extrañó pues cae dentro de los procedimientos irregulares que las fuerzas del orden utilizan en muchos de los casos.
   Se aplica aquella teoría de las ventanas rotas: Estamos tan acostumbrados a que sucedan estas cosas, que nos llama poco la atención cuando vuelven a suceder.
   O dicho de otra manera, si tengo mi casa impoluta, cualquier brizna de polvo se nota de inmediato.   Si vivo en un chiquero no voy a percatarme de una nueva mancha, así sea ésta  enorme.
   Las redes sociales han sido el gran foro a donde hemos volcado nuestra inconformidad con relación al caso Cassez.  Bien  califica el escritor Armando Alanís al Tuíter como el gran gallinero; todos hablamos, reprochamos y  proferimos maldiciones por su liberación.  Y lo mismo hubiera sucedido si la dejan en prisión, nos hubiéramos volcado en contra del fallo de la SCJN  señalándolo de arbitrario.
   Totalmente entendible, y ni quien pueda dudarlo,  el profundo dolor y la rabia que en estos momentos experimentan quienes resultaron afectados en forma directa por los delitos de Cassez.  Si hubiera sido un familiar mío al que la secuestradora hubiera proferido daño, yo estaría sintiendo el agravio y la impotencia que ellos están pasando.
   Sin embargo nos corresponde canalizar la energía, los sentimientos y las acciones, para exigir que  finalmente se llame rendir cuentas al autor intelectual de este despepite.
   Pareciera que es costumbre que los procedimientos judiciales en México  tengan huecos de los cuales se valen las partes para obtener un fallo que les favorezca.  ¡Vaya! en ocasiones he llegado a pensar que  existen  componendas entre  el poder judicial y  el legislativo de manera de generar o agrandar esos huecos y obtener beneficios de ello.
   Hace unos cuantos días se dejó en libertad “por falta de pruebas” a un sujeto que cometió asalto a mano armada, fue captado por las cámaras de vigilancia y además reconocido por el empleado al que asaltó… Podrá llamarse de cualquier forma menos “falta de pruebas”.
   En este momento nos corresponde a todos nosotros como ciudadanos exigir que las detenciones se lleven a cabo de manera oportuna, eficaz y humanitaria.  Que no haya huecos viciosos que deriven en resultados ajenos a la justicia.   Que no se fabriquen culpables, pero que tampoco se exima de culpa  a quienes cometieron un delito.  Que los sistemas carcelarios  sean sitios dignos en los que pueda emprenderse una verdadera rehabilitación social de los reclusos.
   Va mi profunda solidaridad con aquéllos que en este momento se sienten traicionados  por la libertad otorgada a Florence Cassez, sentenciada por secuestro, y más cuando a través de los medios vemos que la reciben como heroína en su país de origen.
   Momento de sacudirnos viejos polvos, permitir que la herida respire, y  hacer frente común para atacar de raíz el problema.  Y ahora sí,  con total firmeza,  no quitar el dedo del renglón hasta que  el cambio  a todas luces necesario, sea una realidad tangible para todos.

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