domingo, 10 de marzo de 2013

MUJERES QUE ABREN SURCOS

Aída Bertha Jiménez, fundadora del GAC
El día en que la palabra "cáncer" te encuentra, todo cambia.
Pasas de la sorpresa a la incredulidad, y del "¿por qué a mí?" al llanto.
En los siguientes días comienzas a asimilarlo. Nada será igual a partir de ahora.
Pronto llegan las grandes cirugías, los medicamentos de fuego que  laceran  como en carne viva.
"Tengo qué vencer el cáncer", no dejas de repetirte una y otra vez.
Invocas a Dios, es más, te reencuentras con Él de una forma única.
Llegan los sentimientos encontrados de familiares y amigos quienes no saben cómo reaccionar.
Unos te animan, otros te hunden con su desatinada misericordia.
Entonces comprendes que aquello es un parteaguas.  Tu vida se divide en "antes" y "después".
Y aprendes a congraciarte con la náusea, y a convivir con el dolor.
En los casos más afortunados lo tomas como se tomarían las enseñanzas del  maestro más severo.
Tu existencia se redefine.   Al nacimiento fuiste varón o mujer, rubio o moreno, grande o pequeño.
Y así a lo largo de la existencia: Alto o bajo, gordo o delgado, poco o muy atractivo.   En mayor o menor medida, dichos calificativos te marcaron, te moldearon.
A partir de que llega el cáncer a tu vida  surge una división más: Sobreviviente o víctima.
Tú te aferras a ser sobreviviente, aunque hay ratos cuando te ves tentado a abandonar todo, a dejarte ir.

Sobrevivir es triunfar, es no dejarse, es colocarse por encima de las circunstancias, tomarlas  entre tus manos cual hierro candente, dispuesto a someterlas.
Aída Bertha es una gran sobreviviente, una triunfadora, que lejos de dejarse vencer se impuso a la enfermedad y comenzó a crear.
En los inicios de esta encarnizada lucha se sintió sola y vulnerable.
No era falta de voluntad, simplemente nadie alrededor suyo sabía cómo acercarse y animarla.
Abrió las ventanas de su entendimiento y comenzó a ver cuantos más compartían su dolor, su incertidumbre.
Adivinó que solamente tomados de las manos unos y otros se crea la solidaridad.
Que hay mucho qué enseñar y mucho qué aprender acerca de la enfermedad.
Y un día, hace diez años, comenzó a abrir surcos sobre la tierra salitrosa.
Con gran trabajo la fue aflojando hasta convertirla en mullida cuna para nuevas simientes.
Tocó puertas, despertó conciencias, apeló a la generosidad ciudadana.
Y hoy es una gran triunfadora.

Es bien sabido que el cáncer vive agazapado como sombra maligna, acecha cada movimiento cual ladrón en la noche.
Que una vez que ha aparecido por primera vez, la actitud confiada queda fuera del repertorio.
Todo, o casi todo lo que  sucede en nuestro cuerpo, tiene aspecto de cangrejo.
Aída lo sabe, se cuida, y jamás  baja la guardia.
Pero, sobre todo, jamás abandona el azadón, su primera misión, su afán por abrir nuevos surcos.

En el Día de la Mujer conmemoramos la valentía de aquellas que han luchado por mejores condiciones de vida, de trabajo. Por un trato digno, sin discriminación.
Abramos un nuevo espacio para homenajear a las mujeres que, como Aída Bertha, con la fe puesta en ello, abren surcos en la tierra dura para prodigar alivio y sembrar benditas esperanzas.

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