domingo, 10 de marzo de 2013

ARQUITECTURA Y MEMORIA por María del Carmen Maqueo Garza


Justo ayer se conmemoró un natalicio más del Arquitecto Luis Barragán, uno de los mayores exponentes de la moderna Arquitectura mexicana del siglo veinte.
Sentí una particular emoción al recordarlo.  Será porque él diseñó las icónicas torres de Satélite, que vinieron a representar la modernidad de la ciudad de México  a finales de los cincuentas.
Será porque me recuerdo llegando por carretera a la ciudad capital en compañía de mis padres, y  tal parece que en este momento escuchara  la voz paterna  hablándome de aquel monumento.
Será porque mi padre --ingeniero civil-- me enseñó a  valorar diversos estilos arquitectónicos.  Su gusto al construir de muchas maneras se aproximó  al estilo de Barragán.
Será porque también  lo recuerdo hablando del Ingeniero Manuel González, su maestro más querido, quien lo invitó a trabajar en la construcción del edificio de la Lotería Nacional.
Hombre admirable, el maestro González,  quien en la última etapa de su vida tuvo a su cargo la colocación de pilotes debajo de los grandes edificios históricos de la ciudad de México, para evitar su hundimiento.
Recuerdo cuánto se asombraba mi padre de su maestro, quien dominaba siete idiomas, y el día cuando finalmente pudo viajar al extranjero, se expresaba sin dificultad en la lengua de cada país que visitó.
Será por todo eso, y por mi amor a México, y por mi gusto por la arquitectura colonial y moderna de mi país, que hoy no pude pasar por alto el natalicio del Arquitecto Luis Barragán.
Ojalá que cada niño, cuando sea mayor, pueda sentir la emoción que yo siento hoy, cuando recuerde algún personaje que ha hecho grande a su patria.
Y que como yo hago en estos momentos, consiga evocar con una mezcla de dulzura y nostalgia, los relatos paternos que dieron cuna a esa patria desde el fuego amoroso del hogar.

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