domingo, 25 de mayo de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

EL MALIGNO PUNTO CIEGO
En estas semanas han proliferado los casos de abuso sexual contra menores.  Los presuntos autores son sacerdotes, como en San Luis Potosí; maestros como en Guanajuato, o deportistas como en Jalisco. Además esta semana en Estados Unidos se desarticuló una banda de pornografía infantil que tenía entre sus 71 integrantes, a un rabino, un enfermero, un guía de Boy Scouts, y un policía.
   Parece que nuestros niños y jóvenes ya no están seguros en ninguna parte, cuando las instituciones creadas para velar por ellos han llegado a convertirse en los sitios más peligrosos.
   ¿Han proliferado los casos, o simplemente salen a la luz hechos que anteriormente se ocultaban? ¿Qué factores han influido en este crecimiento exponencial de tales delitos?  Dice una máxima científica, cuando hay muchas posibles respuestas, ninguna es absoluta.
   Podrá haber infinidad de factores que influyan en el incremento de este tipo de crímenes… Sin embargo hay un punto ciego, el cual no vemos a la hora de analizar un problema como el abuso sexual:
   Desde el surgimiento de la píldora anticonceptiva en la década de los sesentas, cuando pudo prevenirse un embarazo, fueron quedando  atrás viejos paradigmas para ejercer la actividad sexual con mayor libertad, y los siguientes cincuenta años fueron testigos de una modificación en los patrones de actividad sexual, hasta la actualidad.
   Derivada de esta misma libertad surgió una tendencia mediática  a enfocarse de modo exagerado a todos aquellos contenidos de orden sexual.  En programas televisivos, tanto series norteamericanas como telenovelas y foros mexicanos, comenzaron a manejarse términos alusivos a los órganos sexuales, a la excitación y a la consumación del acto sexual, como escenario de fondo, aun cuando no viene al caso para nada.  Lo relativo a la actividad sexual se volvió el condimento indispensable en diálogos y parlamentos, y por supuesto en comerciales que manejan escenas altamente eróticas para anunciar, desde  un perfume o un desodorante, hasta películas de estreno…
   Y menciono que es un punto ciego, porque precisamente con respecto a otros tres productos nocivos para la salud sí hay regulaciones vigentes.  Es sujeto de sanciones severas aquel medio que transmita publicidad sobre tabaco y alcohol.   La legislación marca que la exposición a publicidad que induzca al  consumo de estos productos provoca un incremento potencial del mismo. Algo similar viene sucediendo con los “narcocorridos”, cuya transmisión ha querido regularse, para prevenir hacer apología del narcotráfico.
   Sin embargo los temas lúbricos no han corrido con la misma suerte: No tienen horario de transmisión; en televisión e Internet se pasan prácticamente a cualquier hora sin restricciones.  Y no se diga lo que sucede en salas de cine, donde la clasificación de películas es cosa del pasado.
   La publicidad del alcohol y el tabaco, y la transmisión de narcocorridos se restringen por razón de sus riesgos potenciales, pero no  sucede lo mismo con los contenidos sexuales. Desde esta perspectiva ser bombardeados por mensajes que induzcan al consumo de alcohol o de tabaco sí resulta en adicciones, pero con lo lúbrico no consideran que pase nada.  
   Absurdo sería esperar que sean los propios comerciantes o los dueños de medios quienes regulen esos contenidos. El que los legisladores no toquen el punto me vuelve suspicaz, quién sabe por qué…  Pero finalmente corresponde a la ciudadanía, muy en particular a los padres de familia de los niños que se encuentran hoy en riesgo potencial, hacer un frente común para modificar el estado actual de cosas.
   En fechas próximas se someterá a revisión por parte de nuestros legisladores la Ley de la RTC; dentro de los asuntos que se tratarán es lo relativo a “programas de mejor calidad”.  Por “mejor calidad” queremos entender programas inteligentes que favorezcan el desarrollo mental de los espectadores; programas de nivel que provean entretenimiento sano e impulsen  la creatividad.  Programas que inviten a sumarnos a iniciativas que vean por el bien común. De nosotros, ciudadanos, depende que la televisión lo haga.
   Si el ser humano, por razón del ritmo de vida actual, pasa durante más tiempo frente a una pantalla, pugnemos porque lo que aparece en esa pantalla favorezca la creación de una sociedad más sana y justa, orientada hacia el bien colectivo.
   Entre más avances tecnológicos y científicos hay, pareciera que más  primitivos nos volvemos en nuestro modo de relación con otros, y por lo que estamos viendo, en ocasiones con terribles consecuencias.

   Cada quien es responsable de sus niños… ¿Presionamos a nuestros legisladores, o le seguimos como estamos…?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario