EL MALIGNO PUNTO CIEGO
En estas semanas han proliferado los casos de
abuso sexual contra menores. Los
presuntos autores son sacerdotes, como en San Luis Potosí; maestros como en Guanajuato,
o deportistas como en Jalisco. Además esta semana en Estados Unidos se
desarticuló una banda de pornografía infantil que tenía entre sus 71
integrantes, a un rabino, un enfermero, un guía de Boy Scouts, y un policía.
Parece
que nuestros niños y jóvenes ya no están seguros en ninguna parte, cuando las
instituciones creadas para velar por ellos han llegado a convertirse en los
sitios más peligrosos.
¿Han proliferado los casos, o simplemente
salen a la luz hechos que anteriormente se ocultaban? ¿Qué factores han
influido en este crecimiento exponencial de tales delitos? Dice una máxima científica, cuando hay muchas
posibles respuestas, ninguna es absoluta.
Podrá haber infinidad de factores que
influyan en el incremento de este tipo de crímenes… Sin embargo hay un punto
ciego, el cual no vemos a la hora de analizar un problema como el abuso sexual:
Desde el surgimiento de la píldora
anticonceptiva en la década de los sesentas, cuando pudo prevenirse un
embarazo, fueron quedando atrás viejos
paradigmas para ejercer la actividad sexual con mayor libertad, y los
siguientes cincuenta años fueron testigos de una modificación en los patrones
de actividad sexual, hasta la actualidad.
Derivada de esta misma libertad surgió una
tendencia mediática a enfocarse de modo exagerado
a todos aquellos contenidos de orden sexual.
En programas televisivos, tanto series norteamericanas como telenovelas
y foros mexicanos, comenzaron a manejarse términos alusivos a los órganos
sexuales, a la excitación y a la consumación del acto sexual, como escenario de
fondo, aun cuando no viene al caso para nada.
Lo relativo a la actividad sexual se volvió el condimento indispensable
en diálogos y parlamentos, y por supuesto en comerciales que manejan escenas
altamente eróticas para anunciar, desde un perfume o un desodorante, hasta películas
de estreno…
Y menciono que es un punto ciego, porque
precisamente con respecto a otros tres productos nocivos para la salud sí hay
regulaciones vigentes. Es sujeto de
sanciones severas aquel medio que transmita publicidad sobre tabaco y
alcohol. La legislación marca que la
exposición a publicidad que induzca al
consumo de estos productos provoca un incremento potencial del mismo.
Algo similar viene sucediendo con los “narcocorridos”, cuya transmisión ha
querido regularse, para prevenir hacer apología del narcotráfico.
Sin embargo los temas lúbricos no han
corrido con la misma suerte: No tienen horario de transmisión; en televisión e
Internet se pasan prácticamente a cualquier hora sin restricciones. Y no se diga lo que sucede en salas de cine,
donde la clasificación de películas es cosa del pasado.
La publicidad del alcohol y el tabaco, y la
transmisión de narcocorridos se restringen por razón de sus riesgos
potenciales, pero no sucede lo mismo con
los contenidos sexuales. Desde esta perspectiva ser bombardeados por mensajes que
induzcan al consumo de alcohol o de tabaco sí resulta en adicciones, pero con
lo lúbrico no consideran que pase nada.
Absurdo sería esperar que sean los propios
comerciantes o los dueños de medios quienes regulen esos contenidos. El que los
legisladores no toquen el punto me vuelve suspicaz, quién sabe por qué… Pero finalmente corresponde a la ciudadanía,
muy en particular a los padres de familia de los niños que se encuentran hoy en
riesgo potencial, hacer un frente común para modificar el estado actual de
cosas.
En fechas próximas se someterá a revisión
por parte de nuestros legisladores la Ley de la RTC; dentro de los asuntos que
se tratarán es lo relativo a “programas de mejor calidad”. Por “mejor calidad” queremos entender
programas inteligentes que favorezcan el desarrollo mental de los espectadores;
programas de nivel que provean entretenimiento sano e impulsen la creatividad. Programas que inviten a sumarnos a
iniciativas que vean por el bien común. De nosotros, ciudadanos, depende que la
televisión lo haga.
Si el ser humano, por razón del ritmo de
vida actual, pasa durante más tiempo frente a una pantalla, pugnemos porque lo
que aparece en esa pantalla favorezca la creación de una sociedad más sana y
justa, orientada hacia el bien colectivo.
Entre más avances tecnológicos y científicos
hay, pareciera que más primitivos nos
volvemos en nuestro modo de relación con otros, y por lo que estamos viendo, en
ocasiones con terribles consecuencias.
Cada quien es responsable de sus niños… ¿Presionamos
a nuestros legisladores, o le seguimos como estamos…?
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