BULLYING: EL SÍNTOMA
A raíz de la muerte de un escolar de 12 años en el estado de
Tamaulipas, el tema del bullying ha comenzado a ocupar titulares, agendas,
escritorios, discursos y presupuestos.
En menos de dos semanas diversas dependencias oficiales surgen con
iniciativas que, innegable, llevan la mejor de las intenciones, pero si no se planifican
de manera integral, con un enfoque científico riguroso, estarán condenadas al
fracaso.
A la obesidad
infantil y a la tasa de nacimientos por cesárea,
rubros en los que ocupamos un nada honroso primer lugar mundial, ahora se
agrega el acoso escolar, mal en el que vamos a la cabeza entre los países
miembros de la OCDE. México es el país
que prácticamente ha duplicado los casos de acoso escolar en los últimos tres
años.
El problema obliga a emprender una seria investigación de
fondo, con ganas de resolverlo. No va a
ser tarea cómoda ni sencilla para ninguno, pero es un asunto que requiere
atenderse con urgencia.
Como sucede con una úlcera que aparece en el pie del
diabético, el bullying es el síntoma, no
la enfermedad. Y así como no se resuelve el problema del
diabético atendiendo la úlcera sin dar tratamiento integral al enfermo, no pretendamos resolver el acoso escolar sin
evaluar las causas subyacentes que han
llevado a que el malestar general de una sociedad se manifieste de esta manera.
En Pediatría hay una máxima que establece que en muchos casos el niño enfermo es la expresión
de una patología familiar. El acoso escolar parece cumplir con este principio.
El salario mínimo actual no alcanza a cubrir el costo de la
canasta básica. Una familia necesita al menos dos o tres salarios mínimos para
sacar adelante las necesidades del
hogar, por ello en muchas familias las
personas adultas permanecen fuera de
casa gran parte del día. Al llegar a
casa el cansancio y la angustia hacen lo
suyo, alterando la dinámica familiar en grados y modos variables. Por su parte los hijos pasan solos gran parte
del día, lo que termina de preparar el caldo de cultivo.
Ese malestar que existe dentro del hogar se expresa afuera,
quizás en la escuela.
En los últimos años nuestros gobernantes pretenden
convencernos con palabras de lo que no palpamos en los hechos, esto es algo que ahora
entendemos, en gran medida porque tenemos más acceso a las fuentes de
información, y no nos quedamos limitados
al discurso oficial. Esta capacidad analítica nos deja claro que los gastos ya de suyo
exorbitantes de la cúpula social se multiplican hasta el absurdo, como si la
función pública se hubiera convertido en una afortunada empresa particular Y por
el otro lado, ese trabajador que ya venía sufriendo limitaciones en la
cobertura de sus necesidades básicas, ahora está obligado a recortarlas aún más.
Hay gastos de ornato cuando urgen inversiones en salud,
alimentación, educación y seguridad.
Hay viajes de comparsa a Europa que no debieron autorizarse, cuando no
se han resuelto los grandes problemas de infraestructura básica y vialidad. Hay
inseguridad y violencia en las calles, corrupción e impunidad, junto a
cuentas alegres respecto a las víctimas del delito y los casos de tortura.
En el diabético, si la enfermedad de fondo no se resuelve,
podremos llegar a amputar el pie
ulcerado, y la enfermedad comenzará en el pie opuesto, o en otra parte del cuerpo.
Para el acoso escolar, si el conflicto social no se aborda en su conjunto
de manera seria, no habrá visos de
solución. La SEP puede normar procedimientos, pero no son estos los que van a terminar con el problema.
El bullying me recuerda el formato de las tragedias griegas:
Dos fuerzas antagónicas en el foro, un coro que hace segunda al héroe (en este
caso, en un escenario de antivalores, el héroe es el buleador). Y abajo la gran masa de espectadores.
El acoso escolar es tan solo un signo que nos avisa que urge actuar directo y a la raíz. Dispuestos
los ciudadanos a dejar de ser esa gran masa indiferente que solo observa, calla
y si algo hace, es señalar a la
distancia.
Tratando de desmadejar el asunto: Hay un creciente malestar
social; el acoso escolar es síntoma de
ello. Hay inconformidad en el modo como se utilizan nuestros impuestos como ingrediente base en el
caldo de cultivo.
Necesitamos sacudirnos esa tibieza crónica para comenzar a exigir, pero por
primera vez en la historia, tenemos que hacerlo todos en conjunto. Asumir que el país es nuestro, y que conocer y evaluar cómo se administra
nuestro privilegio, y que estamos en condición de exigir cuentas claras y
sanciones para los malos manejos…. De no hacerlo corremos el riesgo de caer en un coma irreversible.
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