domingo, 7 de septiembre de 2014

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

EL FONDO Y LAS  FORMAS
El libro es una creación fantástica que nos permite ver la realidad de un modo distinto.
Durante este preludio al otoño como ya es tradicional, en  diversas ciudades se llevan a cabo Ferias del Libro, mismas  que culminan en el mes de noviembre con la FIL Guadalajara, considerada una de las más prestigiosas a nivel mundial.  En torno a ello se busca promover el hábito de la lectura; algunas iniciativas han sido muy bien diseñadas y han prendido; otras más han quedado en el intento.
Un buen libro  es el amigo entrañable al cual podemos recurrir en cualquier ocasión para  hacer una lectura distinta de la realidad, justo la necesaria para el momento particular que estamos viviendo.   Nuestro país viene enfrentando problemas inéditos,  algunos de ellos graves, que en ocasiones las voces oficiales  procuran minimizar.
En las últimas semanas importantes mantos acuíferos en dos estados de la república han sido contaminados de manera fatal  con desechos tóxicos.  ¿Qué ha sucedido? Lo que la evidencia muestra como un grave daño,  los responsables subestiman mediante cifras muy  diferentes a las reales, y las autoridades actúan con total tibieza, frente a lo que en cualquier otro país sería un ecocidio merecedor de un castigo ejemplar.
¿Qué relaciones perversas sugiere un escenario donde los responsables mienten con total cinismo y las autoridades los cobijan con su tolerancia? ¿Quién responderá por los daños a  mexicanos que resultaron afectados en su salud, en su patrimonio o en su modo de subsistencia a causa de  estos desechos?
Tenemos problemas en un sistema cuando se privilegian las formas por encima del fondo de las cosas.  Cuando se invierten recursos en cuestiones que no son de primer orden y se dejan de lado rubros básicos como son la producción agrícola, la salud y la educación. Hay que revisar  una estrategia  que tiene contemplado regalar televisores digitales, como se han venido regalando electrónicos a escolares de primaria,  cuando están sin resolver graves carencias de primerísimo orden en las propias escuelas.
 En momentos como este es cuando un libro es una gran cosa.  Una voz que nos da  luz para ayudarnos a entender los orígenes históricos del problema, y que nos acompaña en este proceso mental de  desentrañar el estado que guarda México en el tercer milenio.   “El Laberinto de la Soledad” del gran Octavio Paz, es una obra antropológica que a 64 años desde su publicación no ha perdido vigencia, por el contrario, sus conceptos nos regalan una lúcida óptica frente a problemas que parecen nuevos, pero que de hecho tienen raíces centenarias.
Existe el México que promueven los anuncios televisivos y los discursos electoreros; el de los gobernantes que califican como bueno  el propio  desempeño  pero se cuidan de evitar la crítica ciudadana.   Es el concepto de país  que se contrapone al que padece cada día el ama de casa que no completa para surtir su mandado, al del campesino que ve morir sus animalitos por la sequía, o al del joven padre de familia que es terminado en la maquiladora sin  que medie explicación alguna.  Son dos Méxicos muy distintos, el que se busca vender y el que se tiene que sufrir.
Y entonces recurro a las líneas de Paz  quien nos recuerda que nuestros políticos con frecuencia confunden los negocios públicos con los privados,  y más delante   su texto  ilustra el modo como su riqueza o su influencia en la administración, les permite sostener una estructura de profesionales del aplauso y  la alabanza que les siguen a todas partes  para reforzar ese concepto del México que marcan las formas sin  reparar tanto en el fondo. 
Un elemento adicional en este juego de  formas es una ciudadanía que no piense, que no cuestione, que no alce la voz; hombres y mujeres que acepten con mansedumbre que así son las cosas y ni modo.  Para que ello se cumpla es menester hacer a un lado los libros, aunque en las formas se  monte la parafernalia de promover la lectura, y  sustituirlos por programas que en nada apuestan a la creación de un pensamiento crítico. Así  se logra que las formas sigan siendo la parte sustancial en el quehacer político mexicano, formas en las que se invierten presupuestos multimillonarios, además de que dan pie a coaliciones  poco sanas entre gobernantes y empresarios de la comunicación masiva.


Octavio Paz afirma que el sentimiento de orfandad que padece el mexicano desde la Conquista es el fondo constante de nuestras tentativas políticas y de nuestros conflictos íntimos, y nos invita a decidir si ese es el camino que nos llevará al desarrollo del México  que creemos merecer.

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