EL FONDO Y LAS FORMAS
El libro es una creación fantástica que nos permite ver la
realidad de un modo distinto.
Durante este preludio al otoño como ya es tradicional, en diversas ciudades se llevan a cabo Ferias del
Libro, mismas que culminan en el mes de
noviembre con la FIL Guadalajara, considerada una de las más prestigiosas a
nivel mundial. En torno a ello se busca promover
el hábito de la lectura; algunas iniciativas han sido muy bien diseñadas y han
prendido; otras más han quedado en el intento.
Un buen libro es el
amigo entrañable al cual podemos recurrir en cualquier ocasión para hacer una lectura distinta de la realidad,
justo la necesaria para el momento particular que estamos viviendo. Nuestro país viene enfrentando problemas
inéditos, algunos de ellos graves, que en
ocasiones las voces oficiales procuran minimizar.
En las últimas semanas importantes mantos acuíferos en dos
estados de la república han sido contaminados de manera fatal con desechos tóxicos. ¿Qué ha sucedido? Lo que la evidencia muestra
como un grave daño, los responsables subestiman
mediante cifras muy diferentes a las
reales, y las autoridades actúan con total tibieza, frente a lo que en
cualquier otro país sería un ecocidio merecedor de un castigo ejemplar.
¿Qué relaciones perversas sugiere un escenario donde los
responsables mienten con total cinismo y las autoridades los cobijan con su
tolerancia? ¿Quién responderá por los daños a mexicanos que resultaron afectados en su salud,
en su patrimonio o en su modo de subsistencia a causa de estos desechos?
Tenemos problemas en un sistema cuando se privilegian las
formas por encima del fondo de las cosas.
Cuando se invierten recursos en cuestiones que no son de primer orden y
se dejan de lado rubros básicos como son la producción agrícola, la salud y la
educación. Hay que revisar una estrategia
que tiene contemplado regalar televisores
digitales, como se han venido regalando electrónicos a escolares de primaria, cuando están sin resolver graves carencias de
primerísimo orden en las propias escuelas.
En momentos como este
es cuando un libro es una gran cosa. Una
voz que nos da luz para ayudarnos a entender
los orígenes históricos del problema, y que nos acompaña en este proceso mental
de desentrañar el estado que guarda México
en el tercer milenio. “El Laberinto de la Soledad” del gran Octavio
Paz, es una obra antropológica que a 64 años desde su publicación no ha perdido
vigencia, por el contrario, sus conceptos nos regalan una lúcida óptica frente
a problemas que parecen nuevos, pero que de hecho tienen raíces centenarias.
Existe el México que promueven los anuncios televisivos y
los discursos electoreros; el de los gobernantes que califican como bueno el propio desempeño pero se cuidan de evitar la crítica ciudadana. Es el concepto de país que se contrapone al que padece cada día el
ama de casa que no completa para surtir su mandado, al del campesino que ve
morir sus animalitos por la sequía, o al del joven padre de familia que es
terminado en la maquiladora sin que
medie explicación alguna. Son dos
Méxicos muy distintos, el que se busca vender y el que se tiene que sufrir.
Y entonces recurro a las líneas de Paz quien nos recuerda que nuestros políticos con
frecuencia confunden los negocios públicos con los privados, y más delante su
texto ilustra el modo como su riqueza o
su influencia en la administración, les permite sostener una estructura de
profesionales del aplauso y la alabanza que
les siguen a todas partes para reforzar
ese concepto del México que marcan las formas sin reparar tanto en el fondo.
Un elemento adicional en este juego de formas es una ciudadanía que no piense, que no
cuestione, que no alce la voz; hombres y mujeres que acepten con mansedumbre
que así son las cosas y ni modo. Para
que ello se cumpla es menester hacer a un lado los libros, aunque en las formas
se monte la parafernalia de promover la
lectura, y sustituirlos por programas
que en nada apuestan a la creación de un pensamiento crítico. Así se logra que las formas sigan siendo la parte
sustancial en el quehacer político mexicano, formas en las que se invierten
presupuestos multimillonarios, además de que dan pie a coaliciones poco sanas entre gobernantes y empresarios de
la comunicación masiva.
Octavio Paz afirma que el sentimiento de orfandad que padece
el mexicano desde la Conquista es el fondo constante de nuestras tentativas
políticas y de nuestros conflictos íntimos, y nos invita a decidir si ese es el
camino que nos llevará al desarrollo del México que creemos merecer.
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