CAMBIO Y COMPROMISO
Miguel Parrondo es el español quien vivió quince años en
estado de coma y acaba de despertar. Con
toda seguridad habrá muchos fenómenos de este tercer milenio que para Parrondo resulten inconcebibles, él tiene una
óptica del momento actual que quienes hemos transitado de forma ininterrumpida
esos mismos quince años, no podríamos notar.
Uno de esos grandes cambios en la conducta social tiene que ver con la dispersión,
la tecnología nos bombardea con información, misma que percibimos de manera
simultánea por varios canales, pero al final del día, de toda aquella carga
informática será un par de noticias lo
que nos habrá impactado y podamos
recordar. Algo similar sucede con las
relaciones interpersonales, la dispersión nos lleva a pretender estar en muchas
relaciones, obvio, de manera muy superficial, como si la meta de la amistad
fuera cuantitativa más que cualitativa.
Hay un texto muy simpático en redes sociales que habla de un individuo
que intenta relacionarse en la vida real como hace en Facebook, anunciando a
los cuatro vientos qué desayunó, cuáles serán sus actividades del día, además
de dirigirse a las personas para decirles “me gusta tu camisa, me gusta tu
esposa”, e ir invitando a diestra y siniestra a muchos desconocidos a ser sus
amigos. Termina diciendo que ahora tiene
tres seguidores, un policía y dos empleados del psiquiátrico.
En lo personal hallo muy divertido este texto, y en una
segunda lectura, nada alejado de la realidad.
Dentro de esa dispersión en las relaciones interpersonales surge un
problema bastante serio que tiene que ver con la falta de compromiso que hemos venido
desarrollando los seres humanos, como si el asunto de comprometerse con algo o
con alguien estuviera pasado de moda, y fuera innecesario. Pretendemos
manejarnos en muchos círculos y en múltiples actividades, siempre y cuando no
se nos exija comprometernos a fondo con algo.
Esa inmediatez a los contenidos que nos proporciona la tecnología
digital nos ha ido moldeando para la vida diaria, en nuestras actividades y relaciones
esperamos resultados a la primera, y con poco esfuerzo de nuestra parte, pero a
la hora de dar de lo nuestro, no estamos tan dispuestos a hacerlo, principios cibernéticos que no funcionan en el
mundo real.
La reunión de la Cumbre del Cambio Climático en París sitúa dicho fenómeno
como un asunto de vida o muerte para muchas especies animales, y lo que no nos
había quedado muy claro hasta ahora que, como parte de un ecosistema que somos
los humanos, conforme se deterioren o se pierdan otras especies, nuestra
permanencia en el planeta será cada vez más difícil de mantener. Escuché un interesante parangón entre la vida
en el planeta y una orquesta sinfónica, en la medida en que vayan silenciándose
los instrumentos uno tras otro, finalmente imperará el silencio.
Esa falta de involucramiento nos ha llevado a la molicie en lo que corresponde a muchas de nuestras
responsabilidades, desde barrer la banqueta hasta elegir presidente. Nos manejamos con aquello de “que lo hagan
otros”, o con ese fatalismo de “no tiene caso, ni para qué intentarlo”. Esas actitudes son en gran medida las que nos
han colocado donde ahora estamos.
Manifestar nuestro descontento a través de redes sociales no
genera mayores cambios, por más que
subamos el tono para condenar los hechos o las personas y mandarlos con sus respectivas
progenitoras a Tumboctú sin boleto de regreso.
Los grandes –y tan urgentes—cambios van a venir cuando cada uno de
nosotros, sacudiéndose la nociva dispersión, analice su entorno personal,
detecte qué problemas hay, y de esos problemas cuál está en condiciones de resolver él. No el vecino, no el alcalde, no los grupos
ambientalistas, sino directamente él, con nombre y apellido, y comprometerse a
fondo, frente a esa causa.
Hay muchas cuestiones que tienen qué ver con el efecto
invernadero y el calentamiento global, mismas que podremos ayudar a aminorar al
modificar cada uno de nosotros alguna conducta personal. De otra suerte estaremos viviendo el ocaso de
las especies vivas sobre el planeta, y en serio hay que entenderlo así.
Esta misma dispersión y falta de compromiso está detrás de
muchas relaciones interpersonales que nos mantienen en el limbo de las
apariencias, pero al margen de cualquier
experiencia transformadora, de esas que
se viven cuando nos involucramos con algo más allá de nuestra propia
persona. En cuestiones ambientales al
reforzar nuestra capacidad de compromiso estaremos en condiciones de construir
un mundo mejor para todos, que garantice la vida y el óptimo funcionamiento
para las especies que lo habitan, un mundo que a nosotros los humanos nos
permita hallar todo lo necesario para una existencia plena, productiva y feliz.
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