NAVIDAD MÁS ALLÁ
Estamos en plenas fiestas decembrinas, ocasión para un
encuentro muy especial con nuestros seres queridos. Para ahora las luces titilantes por calles,
fachadas e interiores encienden en nosotros ese espíritu propio de la temporada
que a la gran mayoría nos remonta a nuestra propia infancia. En lo personal me hace evocar figuras muy
queridas que partieron demasiado pronto, aunque, pensándolo bien, ¿quién que se
ame no parte demasiado pronto?...
La navideña es una época
cuyo sentido último llegamos a extraviar, inmersos en el bullicio de las fiestas sonoras y de gran
colorido, y luego sucede que una vez que
pasa la temporada nos quedamos con una sensación de vacío que no alcanzamos a asimilar.
Para la fe cristiana se conmemora la llegada de Dios hecho
hombre, para la mayoría de los no cristianos constituye un encuentro feliz, una
celebración de amor por la familia y los amigos, y muchas veces resulta ocasión para compartir con los que menos
tienen. En cualquiera de los casos no es difícil dejarnos influenciar por afanes
de mercadeo, y pronto nos vemos haciendo gastos más allá de nuestro
presupuesto, como si el afecto se midiera de acuerdo al tamaño del regalo. De
ello deriva que algunas veces terminemos sintiendo amargura porque nuestras expectativas no fueron satisfechas, siendo
que el sentido último de la celebración radica en cosas intangibles que nada tienen
que ver con la suntuosidad o el despilfarro.
¡Qué fácil es perdernos en estas fechas, olvidar que la Navidad se trata de celebrar la
vida, la familia y la amistad, más allá de gastos y apariencias! Si en vez
de enfocar el encuentro con los seres queridos
por lo que en esencia son, lo hacemos partiendo de lo material, terminaremos
diciembre con un hueco en el alma y otro en el bolsillo.
Hablando de otro asunto de temporada, cuando la tomamos como
excusa para embriagarnos hasta la intoxicación, estamos exponiendo a muchos
riesgos, primero a nosotros mismos, luego a los nuestros y finalmente a aquellos
que tengan la mala suerte de cruzarse en nuestro camino. Es doloroso para una
familia pasar las navidades en el hospital o en la morgue, a causa de un conductor intoxicado al que nadie
de los suyos pudo disuadir de tomar el volante.
Navidad más allá del consumismo. Compartir una tarde con un ser querido,
expresar los sentimientos que nos inspira, obsequiarle el reconocimiento que tanto nos hemos guardado, que dejamos de lado porque no hay tiempo para
expresarlo. Una causa de los males de nuestro mundo es la
falta de reconocimiento y sentido de pertenencia que prevalece en nuestras
sociedades. A ratos se nos olvida que
aquellos problemas que ocurren en las calles tienen su núcleo de origen en el
hogar, y que en la medida en que nuestras familias sean capaces de generar y expresar
amor, de manera que cada individuo se conozca a sí mismo y le agrade lo que ve
frente al espejo, será en la medida en que las calles se pacifiquen y las cárceles
se vacíen.
Hallemos el sentido último de la Navidad en nuestro corazón
y no en nuestro bolsillo. Llevemos a
cabo una pequeña acción por alguien que
no tendría manera de correspondernos.
Por esta ocasión seamos menos quisquillosos y más generosos; menos
críticos y más amables; menos vanidosos y más apoyadores. Para los que creemos en Jesús hagamos de esos
pequeños actos una forma de emular a Dios que nace por amor a los hombres. Para los que hallan en la Navidad otro
significado, sea esta práctica ocasión de sanar a un mundo que se encuentra profundamente herido.
Sea tiempo de cerrar círculos; de completar asuntos
pendientes; de expresar afectos; de dirimir malos entendidos; de practicar el
perdón, algo que tanta falta hace, propuestos a ser, no mejor que ningún otro,
sino la mejor versión que puede existir de nosotros mismos. Atendamos la festividad con la capacidad de
asombro de un niño pequeño, los sentidos puestos en todo lo que ocurre, para así tejer momentos que se convierten en magia
y en dulce memoria.
El hambre y el frío no son buenos compañeros. En nosotros está mitigar por un rato las necesidades básicas de una
familia, de modo que cada uno de sus integrantes comience a creer en el encanto de la Navidad. ¿Por qué no regalar
una despensa, una cobija o un juguete a esa familia que conocemos y que sabemos
pasa privaciones? Podemos estar seguros que será el regalo más apreciado de
cuantos hayamos hecho en esta temporada.
Navidad más allá: Que no termine en la resaca del día
siguiente, en el sabor amargo de la desilusión, o en la basura del salón de
fiestas, sino que signifique un fragmento vivo de ese amor transformador que
tanta falta hace para el mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario