domingo, 3 de julio de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

¿Y QUIÉN RESCATA A  JORGE?
Jorge es uno de los 26 organilleros que quedan en el centro histórico de la Ciudad de México.  Joven y alegre, no duda en posar para la fotografía y para el video  arrancando a su caja musical de origen alemán las más mexicanas “Mañanitas”, mientras relata que la causa de su mengua como grupo es que no consiguen los rodillos perforados que se colocan en el cilindro para producir el sonido.  Cuando le pregunto qué han hecho como gremio parece sorprendido, y cuando le sugiero que busquen una instancia oficial dentro de la cultura que vea por ellos, se le iluminan los ojos.  Al parecer es algo que ninguno de los 26 organilleros había considerado dentro de sus derechos.  Le indico que recurran al Departamento del Distrito Federal, claro pidiendo a Dios que siga existiendo como tal, y que en el caos burocrático de cambio de nombre a Ciudad de México, con  todo lo que conlleva,  no haya quedado en tierra de nadie la instancia que pueda apoyarlos.  Sigo comentándole que tiene que haber algún especialista dentro de la carrera de Música interesado en este rescate, mismo que pueda ser llamado por las autoridades de la hoy Ciudad de México para emprender la perpetuación de este baluarte  nacional que muere de la forma más absurda, por ignorancia, por falta de visión, por lo que pareciera un descuido de las autoridades encargadas de la cultura.  La música de organillo es parte del imaginario colectivo de la nación, y así el tratamiento que debe recibir por parte de los encargados de todo  aquello que nos da identidad nacional.
   Nos enteramos de la historia de Jorge mientras recorrimos gran parte del centro histórico y pudimos apreciar, tanto el deterioro y hundimiento de importantes edificios con gran valor histórico, como los emprendimientos para su rescate.  O sea, sí hay interés, pero se adivina que no hay un proyecto global de rescate, como si de alguna manera hubiera  faltado visión, o al menos es la impresión que nos llevamos quienes no somos oriundos de la Ciudad de los Palacios, mientras nos sorprendemos con sus maravillas y nos inquietamos con descuidos como éste.
   El Palacio de Correos es una joya arquitectónica enclavada en el centro histórico, entre las calles de Tacuba y Eje Central 1, antes San Juan de Letrán, que ha cumplido a principios de este siglo su honroso centenario, en espléndidas condiciones. Originalmente en el predio en donde se asienta  Correos estuvo el Hospital de Terceros de los Franciscanos, y fue a principios del siglo pasado cuando Porfirio Díaz autorizó la construcción del actual edificio, que llevó cinco años para ser terminado en 1907.  Funciona como Oficina de Correos, su arquitectura porfiriana es en sí un baluarte arquitectónico, con un reloj de origen alemán de particular belleza, además de que encierra un museo en la planta baja dedicado a  todo lo relacionado con el Servicio Postal.  En décadas anteriores sus plantas altas fueron extensiones del Banco de México, y posteriormente albergaron el Museo de Historia Naval. Cercanos a él se hallan el Templo de la Profesa, actualmente en labores de restauración, y el joven Museo del Estanquillo, inaugurado hace diez años,  el cual pude visitar por primera vez en este viaje, y asombrarme por su espléndido inmueble y sus exposiciones temporales con colecciones de Ernesto “El Chango” García Cabral y  Santiago Hernández.
   Ahora bien, siendo la aún Delegación Cuauhtémoc la que concentra la mayor parte del patrimonio histórico de la ciudad de México: ¿Por qué nos topamos con esos huecos como el de Jorge el organillero, cuyas necesidades han pasado inadvertidas para los responsables de la cultura en esa Delegación?... No tengo elementos de juicio para suponerlo, pero sí estoy obligada a señalar el fallo, y a exigir que se haga el debido rescate, antes de que la figura del organillero pase a convertirse en una pieza de museo.
   Entre más vivo más me convenzo de que el grave problema de México es el desamor que los mexicanos le tenemos, producto de la falta de información, de la pobre sensibilización para generar aprecio por lo propio, mientras que el extranjero –paradójico decirlo—se asombra por nuestra riqueza cultural en todos los aspectos: Histórico, arquitectónico, gastronómico, artesanal, musical… en fin, sería difícil abarcar en este espacio todo lo que representa México para los que nos ven maravillados desde fuera, mientras que nosotros logramos si acaso percibirlo.
   El rescate histórico ayudará a inyectar en los mexicanos ese urgente amor a la camiseta que nos permitirá sacar adelante a nuestra nación.  Me comprometo a hacer llegar esta colaboración al Lic. Miguel Ángel Mancera, sin embargo falta mucho por hacer  por parte de cada uno de los mexicanos que amamos y honramos nuestra cuna. ¿Quién más se anota?...

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