¿Y QUIÉN RESCATA A JORGE?
Jorge es uno de los 26 organilleros que quedan en el centro
histórico de la Ciudad de México. Joven
y alegre, no duda en posar para la fotografía y para el video arrancando a su caja musical de origen alemán las
más mexicanas “Mañanitas”, mientras relata que la causa de su mengua como grupo
es que no consiguen los rodillos
perforados que se colocan en el cilindro para producir el sonido. Cuando le pregunto qué han hecho como gremio parece
sorprendido, y cuando le sugiero que busquen una instancia oficial dentro de la
cultura que vea por ellos, se le iluminan los ojos. Al parecer es algo que ninguno de los 26
organilleros había considerado dentro de sus derechos. Le indico que recurran al Departamento del
Distrito Federal, claro pidiendo a Dios que siga existiendo como tal, y que en
el caos burocrático de cambio de nombre a Ciudad de México, con todo lo que conlleva, no haya quedado en tierra de nadie la instancia
que pueda apoyarlos. Sigo comentándole
que tiene que haber algún especialista dentro de la carrera de Música interesado
en este rescate, mismo que pueda ser llamado por las autoridades de la hoy
Ciudad de México para emprender la perpetuación de este baluarte nacional que muere de la forma más absurda,
por ignorancia, por falta de visión, por lo que pareciera un descuido de las
autoridades encargadas de la cultura. La
música de organillo es parte del imaginario colectivo de la nación, y así el
tratamiento que debe recibir por parte de los encargados de todo aquello que nos da identidad nacional.
Nos enteramos de la historia de Jorge mientras recorrimos
gran parte del centro histórico y pudimos apreciar, tanto el deterioro y
hundimiento de importantes edificios con gran valor histórico, como los
emprendimientos para su rescate. O sea,
sí hay interés, pero se adivina que no hay un proyecto global de rescate, como
si de alguna manera hubiera faltado
visión, o al menos es la impresión que nos llevamos quienes no somos oriundos
de la Ciudad de los Palacios, mientras nos sorprendemos con sus maravillas y
nos inquietamos con descuidos como éste.
El Palacio de Correos es una joya arquitectónica enclavada
en el centro histórico, entre las calles de Tacuba y Eje Central 1, antes San
Juan de Letrán, que ha cumplido a principios de este siglo su honroso
centenario, en espléndidas condiciones. Originalmente en el predio en donde se
asienta Correos estuvo el Hospital de
Terceros de los Franciscanos, y fue a principios del siglo pasado cuando
Porfirio Díaz autorizó la construcción del actual edificio, que llevó cinco
años para ser terminado en 1907. Funciona
como Oficina de Correos, su arquitectura porfiriana es en sí un baluarte
arquitectónico, con un reloj de origen alemán de particular belleza, además de
que encierra un museo en la planta baja dedicado a todo lo
relacionado con el Servicio Postal. En
décadas anteriores sus plantas altas fueron extensiones del Banco de México, y
posteriormente albergaron el Museo de Historia Naval. Cercanos a él se hallan
el Templo de la Profesa, actualmente en labores de restauración, y el joven
Museo del Estanquillo, inaugurado hace diez años, el cual pude visitar por primera vez en este
viaje, y asombrarme por su espléndido inmueble y sus exposiciones temporales
con colecciones de Ernesto “El Chango” García Cabral y Santiago Hernández.
Ahora bien, siendo la aún Delegación Cuauhtémoc la que
concentra la mayor parte del patrimonio histórico de la ciudad de México: ¿Por
qué nos topamos con esos huecos como el de Jorge el organillero, cuyas
necesidades han pasado inadvertidas para los responsables de la cultura en esa
Delegación?... No tengo elementos de juicio para suponerlo, pero sí estoy
obligada a señalar el fallo, y a exigir que se haga el debido rescate, antes de
que la figura del organillero pase a convertirse en una pieza de museo.
Entre más vivo más me convenzo de que el grave problema de
México es el desamor que los mexicanos le tenemos, producto de la falta de
información, de la pobre sensibilización para generar aprecio por lo propio,
mientras que el extranjero –paradójico decirlo—se asombra por nuestra riqueza
cultural en todos los aspectos: Histórico, arquitectónico, gastronómico,
artesanal, musical… en fin, sería difícil abarcar en este espacio todo lo que
representa México para los que nos ven maravillados desde fuera, mientras que
nosotros logramos si acaso percibirlo.
El rescate histórico ayudará a inyectar en los mexicanos ese
urgente amor a la camiseta que nos permitirá sacar adelante a nuestra
nación. Me comprometo a hacer llegar
esta colaboración al Lic. Miguel Ángel Mancera, sin embargo falta mucho por
hacer por parte de cada uno de los
mexicanos que amamos y honramos nuestra cuna. ¿Quién más se anota?...
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