Llega la nueva temporada de ropa, calzado y accesorios con
sus colores y sus diseños. Los compradores se apresuran a renovar guardarropa
de acuerdo al último grito de la moda.
Tiran atuendos caducos y actualizan sus ojos, sus orejas, sus troncos,
cabelleras, manos y pies. Hasta corren
el riesgo de perderse a ellos mismos entre apariencias baladíes, en un afán
insaciable de reinvención total cada nueva temporada.
En otra parte del mundo, en alguna cama de hospital, hay
seres humanos que del mismo modo buscan en este momento reinventarse a ellos mismos en el trance de un
penoso padecimiento o viviendo a profundidad el duelo de una pérdida. La
enfermedad y la muerte emprenden su danza fantasmagórica en torno a las camas
de hospital de sábanas impolutas, atiesadas a base de cloro y jabón
blanco. La vida y la muerte lanzan una
moneda al aire para jugar el juego de este día, igual que hicieron ayer y harán
mañana.
Moda y vida, los dos elementos que se juegan en interminable Baccarat para perpetuar el ciclo que se renueva a sí mismo como Uróboros cubierto
con plumas de ave fénix.
No sé a dónde volver la vista, hacia la frivolidad hueca que
vende una fantasía de vida, o hacia el color gris de la única verdad que existe
para cualquiera de nosotros, misma que se cumple quizá cuando menos se espera,
en la vía pública o en un hospital, mientras el mundo se vuelca hacia los
almacenes para sentir que vuelve a nacer
con las novedades de cada temporada.
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