domingo, 2 de abril de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

SÉPTIMO CÍRCULO
Se hacen llamar “Centinelas”, pero lejos de la acepción original de la palabra que tiene que ver con orden y vigilancia, este grupo de niños ricos de la ciudad de México se dedica a atacar por diversión. Desde hace un par de años han sido exhibidos en redes sociales junto con otros grupos similares, sin que hasta la fecha se les hayan fincado cargos. Su modo de actuar es llegar en grupo a un sitio público, elegir un blanco, e irse contra él valiéndose del factor sorpresa. Jóvenes que se hallan tranquilos tomando un café con la novia o esperando su turno para entrar a un restaurante se ven rodeados y de la nada son atacados a golpes y patadas por el grupo. Representación del Séptimo Círculo del Infierno de Dante en la tierra.

En ciudades grandes y pequeñas siempre ha existido ese fenómeno de privilegiar a jóvenes provenientes de familias con poder económico o político; la falta administrativa, o incluso penal, cometida por un “junior” perderá gravedad y tendrá pronta solución, ya que el sistema se vuelca a favor de los núcleos de poder que hay detrás de ese junior. Para ejemplo tenemos la actuación a todas luces reprobable del juez Anuar González en el caso de uno de los “Porkys”; como juez y parte se propuso desdeñar con argucias legales el daño provocado a Daphne --la menor de edad-- por la violación tumultuaria de este grupo de jóvenes, y poco faltó para que el susodicho juez la condenara a ella y victimizara a los violadores. Afortunadamente el jurisconsulto fue separado de su cargo por el Consejo de la Judicatura Federal mientras el caso se resuelve, lo que representa una inyección de oxígeno dentro del sistema judicial mexicano.

En fin, volviendo a estos grupos de adolescentes tardíos y violentos que atacan por diversión hay varias cosas a considerar: Mientras que la agresión es un instinto primario que se activa ante una amenaza, la violencia es una conducta adquirida; no se es violento por naturaleza, es algo que se aprende básicamente en el hogar. Me imagino estos núcleos familiares sobrados en lo material pero carentes de valores o de autoridad. Niños mal encauzados que terminan siendo adolescentes en búsqueda de adrenalina para sentirse vivos. ¿Habrán agotado el resto de fuentes generadoras de placer a las que un ser humano tiene acceso? En mi mente los visualizo como niños que tuvieron todo desde pequeños, de manera que se agotó en ellos la capacidad de disfrute. Fueron requiriendo estímulos cada vez mayores para sentirse vivos, y para ahora habrán recorrido un largo camino de elementos generadores de sensaciones que yo no llamaría precisamente “agradables” sino más bien estimulantes, como descargas de adrenalina, o en términos coloquiales, ellos no buscan subirse a la rueda de la fortuna y disfrutar la feria desde las alturas, sino apearse a una montaña rusa y vibrar al extremo hasta sentir que se pierde la noción de uno mismo.

Una familia que se hace presente para el niño mediante elementos materiales no va a llegar a su corazón, donde el chiquito espera ser reconfortado mediante tiempo, atención, aceptación, ternura y amor incondicional. Cuando los amigos o el trabajo, o las reuniones sociales tienen prioridad, el mensaje que recibe el hijo es muy claro: “No eres importante para mí”, luego no nos sorprenda la conducta del chico de diez o quince años, quien no hace más que reaccionar desde su dolor más profundo. Fuera de esos momentos de energía pura el resto de su existencia es plana, al punto de que ni las fiestas ni el sexo o los químicos consumidos logran provocar estímulo suficiente, estos jóvenes que a nada material aspiran porque todo lo tienen, pretenden sentir que no están muertos, y es por ello que han escalado hasta hacer de la violencia un entretenimiento. La sociedad que genera estos personajes de la sombra está conformada por todos nosotros en nuestro papel de padres, tíos, abuelos, maestros, clérigos, funcionarios de gobierno, ciudadanos… Es resultado de nuestra actitud de indiferencia, de ese cómodo “no me toca” con el que pretendemos zafarnos de cualquier responsabilidad.

¿Qué vendrá cuando les fastidie su papel de buleadores? ¿Se volverán asesinos?... Porque ciertamente, cuando la satisfacción viene del exterior se genera un fenómeno de tolerancia, por el cual se requieren estímulos cada vez mayores para obtener un mismo resultado.

Si cada quien arregla su pequeño espacio el mundo se compone. Por desgracia los mexicanos tenemos la costumbre de asomarnos poco a nuestro interior, y más bien enfocarnos en los demás para practicar la crítica y el rumor, lo que finalmente no se traduce en resultados. Seguir así augura un escenario dantesco para nuestros hijos y nietos, entendámoslo ahora cuando aún hay tiempo de evitarlo.

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