domingo, 22 de abril de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

NUESTRA TIERRA, NUESTRA EXISTENCIA
Hoy celebramos el Día de la Tierra. Esta última palabra así con mayúscula, para denotar la personalidad de nuestro planeta, a quien tanto la gramática como nuestra irresponsabilidad  han defenestrado.  Hemos sido testigos de  los terribles daños provocados por la contaminación del aire, del agua, del propio suelo. A últimas fechas conocemos  el desastre de los desechos plásticos que van a dar a los mares y océanos. Este tipo de residuos afectan particularmente a las especies marinas, causando daños estructurales, enfermedad y muerte.  A través de diversas investigaciones se ha documentado una isla de desechos plásticos en el Pacífico Sur, con una extensión equivalente al tamaño  de la República Mexicana.
     Un problema que se ha incrementado en los últimos lustros: Los daños provocados a las colonias de abejas por causa de plaguicidas.  Al mermar el número de individuos que polinizan en forma natural, las cosechas disminuyen.  El costo para suplir esa función de las abejas mediante métodos  artificiales  tiene un  costo muy elevado,  que va  a repercutir en el bolsillo del consumidor.
     El Calentamiento Global es una dolorosa  realidad.  Las predicciones de Al Gore se vienen cumpliendo puntualmente, aun cuando personajes como  Donald Trump insistan en aseverar que no existe.  Vemos cómo especies árticas se ven amenazadas y podrían extinguirse, al desaparecer las condiciones de la tundra que mantienen la cadena alimenticia.  Las imágenes de osos famélicos que deambulan desorientados a lo largo de las placas de hielo, o que hurgan contenedores de basura, son terribles.  Hay algo que no estamos visualizando con la debida seriedad respecto al derretimiento de los polos; El problema no topa en que dejemos de ver osos blancos en su hábitat natural. Aparte del daño a las especies vivas, el derretimiento de los casquetes polares elevará el nivel de agua de los océanos, con los consecuentes riesgos para habitantes de las zonas tropicales de todo el mundo.
     La Tierra (con mayúscula) es un ente que da vida y la sostiene, y que a la vez resulta modificado por las acciones de sus pobladores, en particular de nosotros los humanos.  Hemos vivido en la creencia de que el planeta siempre va a estar ahí para nosotros.  Nos ha faltado dimensionar la forma cómo los pequeños daños individuales de cada uno de nosotros, terminan generando un problema mayúsculo para el suelo; el aire que respiramos; el agua que consumimos; las especies vegetales que cosechamos; los animales a partir de los cuales producimos bienes de consumo.  Cada vez que arrojamos un papel a la vía pública, que utilizamos popotes de plástico, que privilegiamos el uso de envases de polietileno, estamos perjudicando más al planeta.  Parece que no estamos ni cerca de imaginar  las graves consecuencias que nuestros actos están provocando.
     En Sudáfrica se ha impuesto una realidad que más delante padeceremos  el resto de los habitantes del planeta: Ciudad del Cabo tiene una severa escasez de agua. En febrero de este año se notificó a sus habitantes que las reservas  alcanzarían solamente para 3 meses, mismos que se cumplen en  mayo, en lo que han dado por llamar el “Día Cero”.  De esta forma fue como limitaron la dotación de agua por habitante a  50 litros diarios, que se han ido reduciendo  a 25 litros conforme se acrecienta la escasez. La creatividad de los sudafricanos se ha echado a andar para reciclar y  aprovechar hasta la última gota del vital líquido.
     Los inodoros tradicionales utilizan por descarga un promedio de 16 a 24  litros de agua, según el modelo.  Hay nuevas opciones que buscan ahorrar agua, está el sistema dual que permite al usuario elegir el volumen grande o pequeño de agua por descarga, y  el modelo ahorrador que utiliza menos de 5 litros.  De igual manera, en una ducha podemos gastar entre 50 y 100 litros de agua, cuando podríamos consumir mucho menos si estamos conscientes de que  nos  estamos acabando el agua entre todos.
     El gran proyecto soñado han sido las desalinizadoras, que hasta la fecha no funcionan, pues son caras y limitadas en su producción.  Convertir el agua de mar en potable no es una opción rentable  todavía.
Sólo por hoy, domingo 22 de abril del 2018,  imaginemos que no podemos tomar un baño; que no hay modo de lavar una fruta que vamos a consumir.  Imaginemos que los inodoros dejan de funcionar para siempre. Que no podemos lavar platos ni ropa. Que no podemos trapear ni tener una planta en maceta.  Que tenemos que racionar el agua que ingerimos porque es cara y está limitada. Que mueren las especies animales…
¿Es ese el mundo que queremos para nuestros hijos?
     Imposible revertir todo el daño, pero podemos frenar la espiral destructiva. Hoy más que nunca se impone “el poder de uno”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario