Vive la pobre rosa al día,
como cualquier poeta debutante o
maduro,
y gasta todo el gordo caudal de su
fragancia
en el más corto tiempo,
con todo el corazón, pues ella misma
--la rosa--escribe a veces casi con
sangre,
única flor que late, dice un herbolario,
es corazón rojo y enfermo,
toda corazón, rosa encarnada desde su
nacimiento.
Se ha demostrado el hecho con estetoscopios
en extremo sensibles,
dispuestos para detectar palpitaciones
aun en seres sin sangre, viejos muebles
fósiles arbóreos
e infartos al miocardio en rosas que agonizan.
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