Nino Gallegos,
comerciante del primer cuadro de la recién azotada Culiacán, comparte una
profunda reflexión, que me llega a través de una querida amiga: Alejandra Sada,
legisladora por Nuevo León, a quien mucho admiro. Se intitula
"Conversando con Dios en Culiacán", inspirada en la obra homónima del
motivador norteamericano Donald Walsch.
El empresario culiche narra detalle a detalle los
eventos de total generosidad, que emprendió la ciudadanía, frente a la tragedia
que sorprendió a sus coterráneos en la vía pública. Se borraron las
fronteras entre lo tuyo y lo mío, se comportaron todos como hermanos.
El que pudo hacerlo, dio refugio a las desesperadas familias que buscaban
ponerse a salvo de los balazos; aquel otro proveyó de alimento o hasta un lugar
para dormir, a quien estaba lejos de casa. En redes sociales hallé un
comentario así de valioso como cierto: "Nadie fue a saquear los grandes
establecimientos comerciales, que acogían en sus instalaciones a los
ciudadanos".
Lo ocurrido esta semana en la capital sinaloense, me llevó
a recordar un capítulo vivido en esta frontera años atrás, cuando enfrentamos
una situación similar. La ciudad quedó vuelta rehén de grupos delincuenciales
que tomaron control de esta. En tales momentos de urgencia la prioridad, según
lo experimentamos, es la vida y la integridad. Todo lo demás pasa a ser
secundario.
No queremos que algo así se repita en ningún punto de
nuestro querido México. Lo recién ocurrido puso en evidencia lo que
resulta de una mala planeación, de una desarticulación entre las fuerzas
del orden civil y militar. Por desgracia con pérdidas humanas y grave riesgo
para las familias de los militares. Secuelas emocionales difíciles de superar
para los habitantes de esa ciudad. Amén de las pérdidas materiales en el
patrimonio de civiles, algo que una buena estrategia, coordinada, habría
evitado. Sin embargo, hablando en términos médicos, es una
resonancia magnética que da clara cuenta del potencial de una sociedad que, al
momento en que se requiere, hace frente común a la adversidad.
Ese es nuestro México: Grande por su
patrimonio, por su historia, por el arte, desde la majestuosa trabajada en
metal y piedra, hasta la que elaboran las manos del artesano de pequeñas
comunidades. Grande por su gastronomía,
su música, su folclore… Por encima de todo lo ya dicho, y a pesar de cuanto
busca lacerarlo, México es grande en el corazón precioso de su gente.
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