domingo, 17 de octubre de 2021

FRAGMENTO DE NARRATIVA de María del Carmen Maqueo Garza

 


DUELO POR LA MUERTE DE UN GATO

Lo venía echando de menos desde días atrás. A pesar de que no era de mis simpatías, se convirtió en un elemento infaltable en el patio. Cada vez que yo abría la puerta aparecía, intentaba enrollárseme en las piernas mientras caminaba de entrada o de salida. Alguna vez estuvo a punto de hacerme caer con sus afectación meliflua. Supongo que su intención gatuna era que lo adoptara. Después de un par de dolorosas experiencias con un conejo y un perro, yo estaba decidida a no admitir en mi vida ninguna otra mascota. Maullaba en mi puerta o en el alféizar de la ventana junto a mi oficina, y lo más que lograba era que le colocara un recipiente con agua fresca. Mi vecina sí comenzó a alimentarlo, quizá hasta le haya puesto nombre. Se notaba que, al paso de las semanas, él se fue sintiendo a sus anchas junto a las macetas, en el descanso de la escalera. Con el tiempo terminó aprendiendo que conmigo “no” era eso, la absoluta negativa a sus intentos de conquista. Lo entendió tan bien, que ya nunca volvió a intentar meterse en casa. Marcaba su territorio y no pocas veces orinó mi tapete de bienvenida, supongo que más que por instinto animal, lo hacía por venganza.

Hace unos días escuché un maullido distinto al que emitía por hambre. No le concedí importancia. Hoy me entero que desde ese día enfermó, lo llevaron al veterinario y terminaron por dormirlo. Así de mal lo encontraron mi vecina y su familia. Ya debe de estar libre disfrutando en el cielo felino.

Hoy estoy aquí para reconocer que en vida suya, siempre fui indiferente a su presencia. Hoy que ha muerto, siento pena por él. Tanto que he decidido escribirle unas líneas para que sepa que su paso por esta vida no fue en vano. Que ya lo estamos extrañando. Aun así, dudo honestamente que si la historia volviera a repetirse desde el principio, yo tomaría una postura diferente.

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