domingo, 30 de octubre de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 PROBLEMAS DE PRIMER ORDEN

Dentro del país existen entidades como focos rojos, en las que en cualquier momento el crimen organizado descompone la más tranquila de las mañanas, y para muchas familias las descompone para siempre.   Con esto en mente, el profesor Eduardo Alcántara de quinto año de la escuela primaria 24 de febrero en Guaymas, Sonora, decidió emprender junto con sus alumnos, un simulacro de cómo reaccionar en una eventual balacera.  Los escolares  siguieron instrucciones para saber el modo de actuar ante tal emergencia.  El video se hizo viral, y en menos de 24 horas las autoridades de la SEP en Sonora expresaron su indignación  hacia el docente, mencionando que hacer simulacros era una forma de normalizar la violencia e inquietar a los niños.  Poco menos de una semana después, en la población de Empalme, en el mismo estado sonorense, ocurre una balacera real en las proximidades de una escuela de educación básica.  Esta vez el video que se viraliza es el de pequeños de aproximadamente 6 años, dentro de un salón de clases practicando el “pecho-tierra”, mientras la maestra logra mantenerlos tranquilos y en orden hasta que pasa el refuego.

Se repite una vez más ese fenómeno tan constante en el actual sexenio: la confrontación entre el México que se cuenta en el discurso oficial y el México real que vivimos los de a pie cada día, en el que nacer implica, desde el primer momento, un creciente riesgo de morir a causa de la violencia. A mediados del siglo pasado los niños perdían la vida debido a enfermedades como la tosferina o la poliomielitis. Hoy lo hacen a causa de violencia familiar, de género o proveniente del crimen organizado.

Otro grave problema para nuestra población infantil, que no se está revisando a fondo, es el de la introducción de sustancias tóxicas en las escuelas de enseñanza básica y media superior.  Se presentan como pastillas de dulce de colores llamativos, que se ofrecen a los menores de forma casual como si se tratara de caramelos.  Tóxicos potenciales capaces de llevar a la muerte o a la discapacidad permanente a quien los consume.

Hasta el momento de escribir esta colaboración, nadie conoce la verdad a fondo respecto a lo que viene sucediendo desde el mes de junio, en diversos planteles de educación primaria y secundaria, fundamentalmente en los municipios de  Tapachula, Tuxtla y  Bochil en Chiapas, y de Chalco en el Estado de México.  Los alumnos, estando dentro del plantel, comienzan a sentirse mal, al grado de ameritar atención médica.  En el caso de Bochil se trató de 110 alumnos de secundaria en un mismo día.  La actitud de las autoridades no ha pasado de ser tibia, minimizando lo acontecido, ofreciendo explicaciones por salir del paso, y ahora sí que poniendo en práctica  la palabra que ellos mismos satanizaron al reprender al maestro de Guaymas: El  Estado en sus distintos niveles está “normalizando” estos casos, con investigaciones “por encimita” y juicios temerarios, que no llevan a la resolución del problema.

Algún columnista  lo ha expresado de manera magistral, yo me adhiero a sus palabras: La infancia es el período para que un niño esté hincado en el suelo jugando canicas, no haciendo “pecho-tierra”. Y, me permito agregar a lo anterior: la adolescencia es la etapa  de exploración personal hacia la autodefinición. Tiene sus grandes riesgos; el jovencito puede acceder de manera imprudente  a sustancias tóxicas. Algo que hace por iniciativa propia y que tantas veces termina en tragedia.  ¡Vaya!,  una cosa es que  él  mismo se provoque un daño en su búsqueda, y otra muy distinta que el agente tóxico llegue a su organismo sin que esté consciente de ello.   Un tiempo que por sí mismo es complicado a causa del despunte hormonal, se complica aún más por estas violaciones a su espacio seguro que es la escuela.

Termino una novela de Alma Delia Murillo.  La historia gira en torno a la búsqueda del padre por muchos años ausente, que hace la protagonista desde la ciudad de México hasta La Mira en Michoacán, donde supone que él se encuentra.  Un mal presagio la lleva a apurar su viaje.  De entrada, la autora deja caer una frase contundente  que va mucho más allá de  los márgenes del libro. Se permite la apropiación de  la gran novela de Rulfo al afirmar: “En este país todos somos hijos de Pedro Páramo”.  Expresión que viene a llenar esas grandes oquedades que han ido quedando en México, cuando la autoridad es tibia  o de plano está ausente.  Más allá  del sentido original que le da la autora, para referirse a que alrededor de 6 de cada 10 hogares mexicanos están encabezados por una mujer.

Retomar lo sagrado de la infancia.  Respetar sus espacios. Garantizar la seguridad. Favorecer un desarrollo del todo armónico: Tarea obligada entre gobierno y ciudadanía.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo
    Dejemos a los niños ser niños y a los adolescentes encontrarse ., sin vicios

    ResponderBorrar