Hemos recorrido juntos décadas, y a pesar de que nuestros padres físicamente ya no nos acompañan, están presentes a través de las enseñanzas, vivencias, y actitudes fortalecen nuestra hermandad, manteniendo en nosotros esa solidaridad, ese amor, que permea a través de nuestra descendencia, quizá incluso rebasando nuestras expectativas. Nuestros hijos son entre ellos más que primos, hermanos, a veces ejemplo para nosotros mismos de fraternidad.
Somos todos diferentes, en credos, en ideologías, no siempre estamos de acuerdo, y eso hace que surjan enojos, resentimientos, pero nada que finalmente no pueda resolverse con una caricia, con un abrazo, que a veces es mucho más elocuente que la misma palabra. Es un perdón, un te quiero, un dejar atrás aquello que lastimó, que generó separación; es vencer en ese abrazo al orgullo y la desidia para recuperar el amor, que con mucho es mejor sentimiento para ocupar nuestro corazón.
Mi familia, mi orgullo. Mi familia, cadena humana que nos une mano a mano para no dejarnos caer, para juntos brincar adversidades, para hacer una rueda donde todos y cada uno de nosotros podamos sentirnos parte de este círculo de amor y fraternidad, ejemplo de solidaridad intergeneracional.
Somos todos diferentes, en credos, en ideologías, no siempre estamos de acuerdo, y eso hace que surjan enojos, resentimientos, pero nada que finalmente no pueda resolverse con una caricia, con un abrazo, que a veces es mucho más elocuente que la misma palabra. Es un perdón, un te quiero, un dejar atrás aquello que lastimó, que generó separación; es vencer en ese abrazo al orgullo y la desidia para recuperar el amor, que con mucho es mejor sentimiento para ocupar nuestro corazón.
Mi familia, mi orgullo. Mi familia, cadena humana que nos une mano a mano para no dejarnos caer, para juntos brincar adversidades, para hacer una rueda donde todos y cada uno de nosotros podamos sentirnos parte de este círculo de amor y fraternidad, ejemplo de solidaridad intergeneracional.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario