domingo, 17 de septiembre de 2023

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Nunca pedí nacer, nadie me solicitó mi opinión de si quería o no llegar a este mundo, pero llegué. No me quiero cuestionar si era deseada o no, porque eso no fue lo que marcó mi vida, sino el cariño y la responsabilidad que rodearon mi crianza. Me precio de ser favorecida al máximo con unos padres que supieron mantener una familia unida, darnos lo necesario materialmente, pero sobre todo hacer de nosotros eslabones de una cadena que se mantiene unida fuertemente para brindarnos apoyo en la necesidad y compartir como propios los logros del otro.

Hemos recorrido juntos décadas, y a pesar de que nuestros padres físicamente ya no nos acompañan, están presentes a través de las enseñanzas, vivencias, y actitudes fortalecen nuestra hermandad, manteniendo en nosotros esa solidaridad, ese amor, que permea a través de nuestra descendencia, quizá incluso rebasando nuestras expectativas. Nuestros hijos son entre ellos más que primos, hermanos, a veces ejemplo para nosotros mismos de fraternidad.

Somos todos diferentes, en credos, en ideologías, no siempre estamos de acuerdo, y eso hace que surjan enojos, resentimientos, pero nada que finalmente no pueda resolverse con una caricia, con un abrazo, que a veces es mucho más elocuente que la misma palabra. Es un perdón, un te quiero, un dejar atrás aquello que lastimó, que generó separación; es vencer en ese abrazo al orgullo y la desidia para recuperar el amor, que con mucho es mejor sentimiento para ocupar nuestro corazón.

Mi familia, mi orgullo. Mi familia, cadena humana que nos une mano a mano para no dejarnos caer, para juntos brincar adversidades, para hacer una rueda donde todos y cada uno de nosotros podamos sentirnos parte de este círculo de amor y fraternidad, ejemplo de solidaridad intergeneracional.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario