domingo, 17 de septiembre de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

MEMORIA ES PATRIA

“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

Gabriel García Márquez

Los mexicanos exaltamos cada septiembre nuestro fervor patrio.  Banderas tricolores ondean por doquier; la gastronomía se luce, coronándose con los chiles en nogada, amén de otros platillos, postres regionales y bebidas.  Los sones del mariachi pueblan el ambiente.   Las figuras de nuestros libertadores aparecen en estampitas escolares, en personificaciones escolares, o contorneadas por luces de colores en el exterior de los edificios públicos, esos que representan las garantías que México ha conquistado a través del tiempo, hasta consolidar instituciones que vuelven de la vida pública un quehacer de leyes y orden para el beneficio de todos.

Con motivo de estas fiestas patrias el Gabinete de Comunicación Estratégica lanzó una encuesta telefónica a 600 adultos mayores de edad. Las preguntas versaron en torno al orgullo patrio.   Es interesante identificar elementos culturales que generan dicho sentimiento, mismos que celebramos a fondo los días 15 y 16.  Me atrevo a suponer que, si profundizamos un poco más acerca de la gesta heroica emprendida por Hidalgo y su grupo de independentistas, los mexicanos hacemos acopio de poca información.  O bien, nos hemos quedado con los personajes acartonados que nos enseñaron en primaria, y que poco estimulan el deseo de luchar por un México mejor hoy en día. Tener garra para mantener y actualizar los ideales que en 1810 llevaron a un grupo de hombres y mujeres a manifestarse por obtener una vida digna para todos los mexicanos.

Una maravillosa forma de aprender (y aprehender) lo que somos, es a través de la lectura de crónicas.  Esas historias narradas desde su origen mismo, con personajes vivos, humanos y altamente idealistas, que ponen todo para mejorar sus comunidades.  Justo leía esta mañana una crónica de Silber Meza, publicada en el 2016.  Nos remonta al sueño de un agrónomo, el profesor Cruz Hernández, maestro de un CBTA en Recoveco, municipio de Mocorito en el estado de Sinaloa. De adolescente tuvo contacto por primera vez con la obra de Gabriel García Márquez; más delante, ya como maestro, emprendió una campaña de promoción a la lectura que se fue ampliando poco a poco hasta abarcar todo el municipio.  Implementó maratones de lectura de “100 años de soledad” en los que participaba toda la población, desde niños de preescolar hasta adultos de la tercera edad con escaso nivel de alfabetización.  Iban turnándose el libro para leer cada uno una página, de manera ininterrumpida, hasta terminarlo.  La historia sigue y fructifica, hasta que un día vemos sentado al maestro rural a la mesa del propio Gabo quien, dicho sea de paso, se había encargado durante largo tiempo de aprovisionar la biblioteca del ejido de miles de libros.

Traigo esto a colación para ejemplificar el modo como un mexicano es capaz de llevar a cabo grandes sueños que, de entrada, se antojan imposibles.  Estamos viviendo un período que por muchos motivos llama a desistir, a dar las cosas por perdidas y soltar la cometa de nuestros propios sueños hasta verla perderse en el horizonte.  Para esta actitud de desánimo hay incontables factores; uno de ellos, en el que todos podemos incidir, es la falta de conocimiento de lo propio.  Sentarnos a conocer a fondo las luchas que vienen teniendo nuestros ancestros desde tiempos de la Conquista.  Buscar e investigar a través de fuentes fidedignas, y no quedarnos con las ideas catastrofistas que flotan en el imaginario colectivo.  Conocer los acontecimientos de primera mano, sacudiéndonos la desidia de conformarnos con lo que otros nos sugieren pensar.  Urge rescatar el amor patrio, asomarnos a la vida de esos personajes grandes y pequeños, de ayer y de hoy, que dan todo por construir un mejor México, una patria que dé cabida a todas las corrientes de pensamiento para así, mediante la diversidad, obtener resultados justos y democráticos.

Vivamos con goce las fiestas que nos recuerdan lo que somos, pero de manera paralela, y no nada más en estos días sino siempre, coloquemos a México en nuestro corazón.  Que sea el motor que impulse nuestras acciones; que active nuestra inteligencia emocional y  se vuelque en términos de armonía y paz social, elementos que tanta falta hacen en un territorio de muchos modos limitado por la mala actuación de algunos.

Si en cada hogar un padre o un abuelo se sienta diez minutos al día con los pequeños de casa a platicar o a leer alguna historia, estará sembrando la semilla de un futuro ciudadano consciente, proactivo y responsable, que ame a México.

El profe Cruz Hernández falleció el pasado mes de febrero a los 58 años.  México es más grande gracias a la voluntad de cumplir su sueño.

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