domingo, 18 de febrero de 2024

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS

A propósito de la reciente celebración del amor y la amistad, intitulo la presente colaboración parafraseando el título de una de las  novelas de García Márquez. La misma habla del amor como sorpresa y sensaciones, rodeada de demonios ancestrales como lo son el miedo, la duda y los prejuicios, en una Cartagena de Indias en tiempos de la colonia.  Yo desearía abordar el afecto en el contexto del tercer milenio, la ruptura de cánones y las redes sociales.

“Amor” llega a convertirse en un término manido, más en estas fechas cuando los comercios hacen sus grandes ventas.  Se difunden, ya sea en forma presencial o a través de redes, charlas que tienen que ver con el amor, el desamor y puntos intermedios.  Durante al menos una semana, los sentimientos se ponen de moda, con tal penetración, que difícilmente alguno se escapa de su influencia.

Para hablar del amor, lo primero es saber dónde estamos parados.  Partir de un punto que no en forma gratuita menciona el Antiguo Testamento: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. A ratos podría parecernos un lugar común, de modo que no le damos la importancia que requiere.  El concepto es muy sencillo: si no me amo a mí mismo, no seré capaz de amar a otros.

Me apena decir que las dos definiciones de amor que ofrece la RAE no me satisfacen.  Ambas llevan implícito que yo sienta atracción por otro ser humano para amarlo.  Considero que el alcance del amor va mucho más allá, es buscar motivos para depositar mi simpatía, mi atención y cuidados en otros seres vivos, en una causa más allá de mí mismo o en un quehacer que concentre mis intenciones.  Sucede en forma natural, como es el caso de una madre con su hijo.  El niño no tiene que poner más de su parte para que la madre lo ame por él, por lo que es, de modo de establecer una corriente afectiva que inicialmente es asimétrica y en determinados períodos de su desarrollo también podrá serlo, pero la madre seguirá amándolo, amén de las circunstancias.

Otro modo de amar se establece en la pareja.  Entre dos personas sí sucede que haya lo que acertadamente llaman un “clic”, que activa la percepción de una persona por la otra para iniciar una carrera común de largo aliento.  De ese proceso surgirá una relación que deberá ir labrándose a través del tiempo.  No es una condición dada, sino una tarea trabajada.

Los demonios a los que hace alusión García Márquez en 1994 han variado en estos últimos treinta años.  El mundo ha cambiado; el entorno ha hecho lo propio, y las redes sociales vienen a complejizar las cosas para el corazón.  Surgen nuevos fenómenos que no existían a finales del siglo pasado, lo que empuja a volver las relaciones desechables.  Contrario a lo que sucedía en otros tiempos, como los proyectados en la novela del colombiano, en los que instituciones como el matrimonio eran indisolubles, hoy en día muchos jóvenes inician una vida en común mentalizados a que, si no funciona, disuelven el vínculo.  Ello empata con la mentalidad de estos tiempos en el trabajo: no es infrecuente que un profesional o un empleado vayan de un puesto laboral a otro, cambiando cada dos o tres años, muy contrario al modelo de permanencia laboral con el que muchos crecimos tiempo atrás.  Esa laxitud de ataduras que, a nosotros, mayores, nos atemoriza, a los jóvenes les provee de un clima de libertad.

Si vamos al núcleo de las relaciones afectivas, hoy en día y más a raíz de la pandemia que implicó cambios súbitos y hasta pérdidas de seres queridos, apreciamos que hay elementos como el desencanto, la indiferencia o la excesiva demanda.  Deseamos aplicar nuestras propias matemáticas en cualesquiera relaciones, para medir si estoy recibiendo tanto como lo que creo estar dando.  Aquí empiezan los problemas.

Contrario a la RAE, me parece que los sentimientos afectivos surgen cuando de manera proactiva yo rompo mi cascarón y salgo a tratar de establecer relaciones de armonía con otras entidades.  Cierto, como mencionamos en un principio, cumpliendo como prerrequisito con el amor propio, pues de otra forma querer amar serán meros intentos de obtener de otros, vía esas relaciones, lo que siento que a mí me falta.  Será manipulación, desilusión y otros demonios.

Amar es aceptar.  Aun cuando no comprendo plenamente lo que haces o por qué lo haces, te acepto.  Te apoyo.  Estoy aquí a tu lado. Me mantendré atento a las necesidades que puedas tener a lo largo del camino.  Puedo sugerir, pero no imponer; recomendar sin esperar que  acates lo que considero te conviene.  Es claro que cada uno de nosotros enfrenta sus propias luchas interiores. Nos corresponde ser empáticos, no juzgadores.

Buen momento para revisar cómo andamos de amor propio y qué expectativas tenemos hacia los demás, antes de seguir adelante.

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