sábado, 25 de diciembre de 2010

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza,


UNO POR UNO
El  difícil 2010 toca a su fin,  en tanto  asoma a la puerta un nuevo período  en el cual comenzar a escribir una historia inédita  a partir  del día primero. Este estreno  lleva a desplegar un abanico de esperanzas que esperamos ver cumplidas, sabiendo que es precisamente  la esperanza es el motor que mantiene en movimiento al ser humano. 
   Lo experimentado en  ocasiones anteriores nos indica que a la vuelta de unas cuantas semanas del nuevo año,  los propósitos personales comienzan a diluirse, y algo parecido sucede con los objetivos ciudadanos que nos planteamos al arrancar enero: La inercia nos lleva a retomar viejos caminos, para  hallarnos en poco tiempo igual o peor que como estábamos antes de  iniciar el año nuevo.
   Para México el cambio es asignatura urgente, puesto que  la violencia nos gana. Dado su origen socio-cultural, la solución  es de tipo educativo, civil y no penal.  Los años que habrá de requerir este proceso transformador representan el gran desafío, pues todo  desarrollo se consolida a través del tiempo; el problema es gigantesco, y de este tamaño habrán de ser los esfuerzos para modificarlo de raíz, requiriendo quizás unos veinte años  observar cambios significativos.  Mal haríamos en sentarnos a esperar que las cosas sucedan por ellas mismas; nos corresponde como sociedad ir desarrollando ese gran objetivo, cada cual desde su pequeña parcela, hasta lograr la meta.  Es un asunto grave que no admite interrupciones de uno a otro sexenio; se trata del  patrimonio de diversas generaciones, y lo que un  gobierno inicia a favor de la educación, su  sucesor tiene obligación moral de continuar. Revisar sí, adecuar sí, pero definitivamente  despojarnos de esa  perniciosa costumbre  del borrón y cuenta nueva cada seis años cuando un flamante Tlatoani llega al poder.
   En la vida personal de cada  cual  nos corresponde comenzar a  cambiar las cosas al compás de “uno por uno”.  Los grandes cambios inician  mediante pequeñas acciones, y de esta manera nos corresponde cambiar un gesto arisco por una actitud empática; una palabra lesiva por una respuesta neutralizadora; un pensamiento negativo por uno que otorgue el beneficio de la duda a los demás.  No hablamos de  transformaciones  radicales de tajo,  no nos referimos a las acciones exageradamente publicitadas que tantas veces quedan en eso, en simples peroratas.  Se trata de  acciones cotidianas de cada uno de nosotros, comenzando  en el hogar, para seguir entre vecinos o compañeros de trabajo.  Pequeños gestos al ir conduciendo, al hacer fila,  obsequiando esa pequeña cortesía que nada nos cuesta y mucho  logra a favor del ambiente.
    Nuestro país comenzará a cambiar cuando yo deje atrás mi ego hipersensible y comience a tratar a quienes me rodean como yo quisiera ser tratado.   La amabilidad no tiene garantía de  ser correspondida de inmediato; muy probablemente yo sea gentil la primera vez, sin recibir algo similar a cambio.  Seré gentil una segunda vez y  quizás tampoco sea gratificado.  Vuelvo a ser gentil una  tercera…y sólo a la vuelta del tiempo se irá gestando un cambio, que  vendrá a manifestarse más adelante, y no precisamente en beneficio directo mío sino de un tercero.
   Al ritmo de uno por uno, partiendo de mi amor propio, cuando  me amo lo suficiente como para ser tolerante con aquél que  responde mi gesto amable con uno hostil. A pesar de su aparente enojo yo sigo contento con la vida, puesto que encuentro  suficientes motivos para sentirme de ese modo.  Él por su parte ha de tener una  existencia difícil,  no consigue  permitirse otro tipo de emociones, pero aún cuando no  lo manifieste, mi actitud amable hará lo suyo en aquella persona, y   de alguna manera el saldo de su vida  será más positivo por mi intervención.
   Uno por uno contentos con la vida, visualizando los escollos como nuevos desafíos a la imaginación y a la voluntad. Uno por uno contagiando a otros la armonía que albergamos en nuestro interior; sin desánimo, sin cejar en  nuestros intentos, simplemente porque es la actitud que de manera natural nos inspira la vida misma.
   Para el 2011 ir cambiando uno por uno: Entre  enfocarnos a lo negativo o lo positivo, ser positivos.  Entre el enojo y la alegría, ser alegres.  Entre el desánimo y el entusiasmo optar por este último.   Con el suficiente amor propio para no requerir gratificaciones del exterior para sentirnos  contentos;   todo es cuestión de enfoque y un poco de  perseverancia para conservar  esa actitud frente a la vida.
   Nuestro México está enfermo en su entramado interpersonal, la violencia amenaza como un terrible cáncer social,  y se  requiere con urgencia  de un tratamiento profundo de raíz.  Comencemos el largo camino a nuestros pies, al compás de uno por uno.  ¡Feliz año nuevo!

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