domingo, 17 de febrero de 2013

CARLOS PELLICER CÁMARA, Tabasco 1899-Cd. de México 1977: Escritor, poeta, museólogo y político mexicano.
Estudió en la ENAP en la ciudad de México. Como estudiante comenzó a viajar por el continente comisionado por José Vasconcelos, lo que marcóaría su vida, volviéndolo un gran viajero. Fue profesor de Literatura e historia y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
Vivió tres años en Europa, a donde viajó becado para realizar estudios de museografía en la Universidad de La Sorbona en París.
Como museólogo organizó los museos de La Venta, Frida Khalo y Anahuacalli.
Años después ocupó además la presidencia del Consejo Latinoamericano de escritores con sede en Roma.
En palabras de Octavio Paz: "Pellicer nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos"
Su obra literaria es muy vasta.
El Museo de Arte Prehispánico de Villahermosa, Tabasco lleva su nombre.
Sus restos mortales se hallan en la Rotonda de los Hombres Ilustres.


EN EL SILENCIO DE LA CASA, TÚ
En el silencio de la casa, tú,
y en mi voz la presencia de tu nombre
besado entre la nube de la ausencia
manzana aérea de las soledades.

Todo a puertas cerradas, la quietud
de esperarte es vanguardia de heroísmo,
vigilando el ejército de abrazos
y el gran plan de la dicha.

Yo no sé caminar sino hacia ti,
por el camino suave de mirarte
poner mis labios junto a mis preguntas
-sencilla, eterna flor de preguntarte-
y escucharte así en mí ¡y a sangre y fuego
rechazar, luminoso, las penumbras...!

Manzana aérea de las soledades,
bocado silencioso de la ausencia,
palabra en viaje, ropa del invierno
que hará la desnudez de las praderas.

Tú en el silencio de la casa. Yo
en tus labios de ausencia, aquí tan cerca
que entre los dos la ronda de palabras
se funde en la mejor que da el poema.


HOY QUE HAS VUELTO, LOS DOS HEMOS CALLADO
Hoy que has vuelto, los dos hemos callado,
y sólo nuestros viejos pensamientos
alumbraron la dulce oscuridad
de estar juntos y no decirse nada.

Sólo las manos se estrecharon tanto
como rompiendo el hierro de la ausencia.
¡Si una nube eclipsara nuestras vidas!

Deja en mi corazón las voces nuevas,
el asalto clarísimo, presente,
de tu persona sobre los paisajes
que hay en mí para el aire de tu vida.

SI JUNTO A TI LAS HORAS SE APRESURAN...
Si junto a ti las horas se apresuran
a quedarse en nosotros para siempre,
hoy que tu dulce ausencia me encarcela,
la dispersión del tiempo en mis talones
y en mis oídos y en mis ojos siento.
Yo no sé caminar sino hacia ti,
ni escuchar otra voz que aquella noble
voz que del vaho borde de la dicha
vuela para decirme las palabras
que aguzaron el agua del poema.

¡Decir tu nombre entre palabras vivas
sin que nadie lo escuche!
Y escucharlo yo solo desde el fino
silencio del papel, en la penumbra
que va dejando el lápiz, en las últimas
presencias silenciosas del poema.












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