Dicen que Dios le da las peores batallas a sus mejores soldados, la frase de por sí me hace dudar de qué tanto vale la pena entonces esmerarse por tener fortaleza, fe y voluntad de salir adelante en esta vida.
Será mejor entonces mostrarse indefenso, vulnerable, cobarde, débil para que se apiade Dios de uno y pueda entonces gozar de una vida sin sufrimientos.
Definitivamente prefiero pensar que la vida te ofrece circunstancias adversas que enfrentar y tu fe te hace entonces adquirir la fortaleza que ni siquiera tú mismo pretendieras tener.
Algunos se convierten en verdaderos guerreros épicos, que más que ser dignos de lástima lo son de admiración y respeto.
La vida me ha dado la oportunidad de aprender de estas personas, de sorprenderme cuando en mi afán de brindarles apoyo resulta que termino yo recibiendo la proyección de su fortaleza, de su espíritu de lucha, de la increíble actitud positiva que irradian, y terminar sin palabras.
Me ha maravillado esa sensación de querer ir a prestar apoyo y terminar siendo la beneficiada.
Mi admiración para estas personas, de verdad que se engrandecen ante el dolor y muestran la capacidad que tiene el espíritu de levantarse aun de las peores situaciones.
Lecciones de vida, lecciones de amor, de buen humor, de grandes seres humanos con gran corazón.
Me queda claro que tenemos la maravillosa ductilidad espiritual de convertirnos en épicos guerreros, cuando la vida así nos lo demande.
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