CELEBRAR EL AMOR
Día del Amor y la Amistad, buen momento para analizar
qué tanto nos dejamos llevar por el consumismo, o si estamos reforzando un amor o una amistad que ya existe, que se cuida y riega cada día.
¿Estamos a merced de los intereses de otros, o la fecha representa una forma
para festejar un sentimiento real? Hoy
más que nunca, dado el estado de cosas en nuestro país, es momento de replantearnos
qué amor estamos celebrando, o mejor dicho qué amor será necesario procurar, fomentar y
apuntalar, no solamente hoy, sino cada día en lo sucesivo. Es como tantas cosas en la vida, una cadena
de minúsculos eslabones que se van concatenando uno a otro, y son todos esos pequeños momentos, ese
compartir la pan y la sal, lo que con el tiempo y la constancia forjan un amor firme
y duradero. Los caminos son la
aceptación, la tolerancia, el respeto, el acompañamiento, pero sobre todo el
perdón.
El amor que tanta falta hace en el mundo es ese que en
ocasiones dejamos encerrado en el pecho, por no atrevernos a correr el riesgo
de ser vulnerables. Entonces ese amor queda suspendido en el aire, entre el
corazón de uno y el puerto del otro, al
que tanto bien podría haber hecho.
Ese amor de emergencia
no está en las tarjetas con muñequitos, ni en los globos, las flores o los
chocolates. Claro, son excelentes modos
de expresarlo, pero que no quede ahí, en
forma de artículos de consumo que en
unos cuantos días habrán caducado.
Necesitamos un amor incluyente, con valentía para vencer las diferencias que a
muchos paralizan. Un amor que entienda
por encima de todo, que los seres humanos tenemos un mismo origen y vamos hacia
un mismo destino, y que todo lo que suceda entre uno y otro punto no nos hace
diferentes, y que tratarnos como iguales significa demostrar que entendemos el
juego de la vida.
¡Cuánta falta hace un amor bueno que sepa perdonar, primero
a uno mismo en su interior para sanar lo que deba ser sanado, y luego a los
demás! Porque el perdón es la base sobre
la cual se cimienta el crecimiento de toda relación humana.
Nuestro mundo se oculta bajo el oropel, temeroso de su
propia desnudez. Se parapeta detrás de la estridencia, para no escuchar cómo grita
de dolor su silencio. Ha perdido la fe,
porque sí, hay situaciones que suceden allá afuera que nos llevan a todos a
perder un poco de optimismo, pero no le concedamos a aquello el poder para
destruirnos.
Necesitamos de un amor que no se confunda y pretenda someter. Amar a alguien es hacerlo desde nuestra
libertad a favor de su libertad, sin ataduras ni dominio de ninguna clase. Es
actuar por el respeto y la dignificación de quien se ama. Es desechar todo afán de sometimiento o de control, mismos que sólo dan cuenta de nuestras
propias inseguridades.
Hoy hace falta un amor que no se rija por fechas del
calendario y que no se agote bajo las sábanas.
Un amor generoso e incluyente que nos permita a unos y otros ir creciendo
con el apoyo de los demás, que facilite que sanen las heridas que venimos
cargando, un amor tan contagioso como la gripa, para bien del mundo.
En el instante en que dejo de tener la mirada clavada en mis
propias necesidades y levanto la vista, estaré en condiciones de generar
empatía, esto es, descubrir que los
demás también tienen necesidades, iguales o tal vez mayores que las mías
propias. Es a partir de esa creación de puentes hacia los otros, cuando podremos empezar a construir
sociedades más felices y sanas.
Cuando seguimos con la mirada clavada en lo nuestro nada
más, los puentes se repliegan y el frío hace de las suyas en nuestro
interior. Entonces comenzamos a morir.
Amar es incluso divertido.
Si comparto lo que tengo con otros se propicia la oportunidad de hacer amigos, de
intercambiar puntos de vista, y enriquecerme.
Cuando me enquisto dentro de mi propio capullo, difícilmente hallaré la
vida atractiva o divertida.
El auténtico amor no necesita tantas cosas para demostrarse;
no se trata de vaciar la cartera para expresarlo. Si nos detenemos por un momento a mirar lo
que ha sido hasta hoy nuestra propia vida, descubriremos que los momentos más felices
que atesoramos tienen poca o ninguna relación
con cosas materiales. Fue el modo como
nos sentimos en ese justo momento, lo que más valor les concedió.
Sigamos celebrando el amor como la expresión de ese hálito
divino que nos infundió la vida. Obsequiemos nuestro tiempo, nuestra escucha, nuestro reconocimiento… Al final del día nos iremos a dormir con la
cartera intacta y con el corazón pleno; desde nuestro propio pequeño espacio, habremos
prendido una estrella más a la esperanza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario