Si hubiéramos llegado a viejos juntos, no sé, tal
vez tú tendrías el cabello blanco, y usarías unos lentes que andarías perdiendo a
cada rato aunque los trajeras prendidos al cuello.
Caminaríamos juntos de la mano con un paso lento y gracioso,
balanceándonos de uno a otro lado como se
mecen los botes en el agua calma.
Nos encontraríamos algún amigo, y si no tú lo harías en el camino,
del primer desconocido que se cruzara
enfrente, y platicaríamos con él.
Nos arrebataríamos la palabra al contar aquello que pasó hace muchos años y que la falta de memoria volvió confuso.
Nos arrebataríamos la palabra al contar aquello que pasó hace muchos años y que la falta de memoria volvió confuso.
Discutiríamos, tal vez de religión, o sobre las
tortugas, las galaxias, o el sentido último de la vida, tú con tu punto de vista,
yo con el mío, tal vez sin convencernos uno al otro…
Reiríamos de cualquier cosa como niños, sabedores de que lo más bello de la vida no cuesta nada.
Y yo podría hallar la cuadratura al círculo más redondo y entender
que nada es tan complicado como parece, después de verme reflejada en el espejo
de tus ojos.
Compraríamos una paleta helada, tú de limón y yo de tamarindo.
Nos sorprenderíamos diciendo a dueto, frente a una
imagen cualquiera que se volvería especial al descubrirla: “Está para foto”, y
entonces lamentaríamos no llevar tu pesada Pentax con su juego de lentes para capturarla.
Y nos sentiríamos felices de saber que los hijos
heredaron de nosotros algunos gustos, como la fotografía o el amor por los
libros y la música.
Nos sentaríamos en una banca de la plaza a ver
pasar la vida, y los perros y los niños.
Seríamos cómplices de los jóvenes amantes recordando que alguna vez
también lo fuimos.
Regresaríamos a casa al caer la tarde, con
nuestros achaques haciéndose mutua compañía, tomados de la mano, con nuestro
andar gracioso y lento, como botes pequeños sobre el agua mansa.
Seguiríamos siendo cómplices de alguna travesura, los mejores amigos. Tú me contarías historias, yo te leería cuentos.
Al caer la noche, con la luna llena, nos amaríamos bajo las sábanas de la manera más tierna, hasta que el sueño nos venciera.
Y ya para dormir lo haríamos tomados de la mano
para volver a hallarnos entre sueños, y si esa noche la muerte sorprendiera a alguno de los dos, el
otro pudiera decir que estuvo hasta el último momento con su amado.
Todo esto hubiera sucedido si hubiéramos llegado a
viejos juntos...
Y si hoy te lo cuento es porque sé que no estás en
un frío cajón como dicen los que no creen en unicornios ni saben de prodigios.
Yo te encuentro en cada amanecer cuando cantan las
aves, cuando paso frente a un patio
lleno de geranios rojos en botes de hojalata, o cuando inundan mis pupilas los cenizos
en flor después de la lluvia.
Te
encuentro en las canciones de Silvio que tantas veces entonamos juntos. Al
escucharlas estás aquí, junto a mí, con tus ojos llenos de sonrisas para
decirme que lamentas haberte ido antes, no haber podido esperarte para llegar a viejos juntos, y poder reírnos de
la simplificación de las cosas que antes
eran complicadas, y la complicación de las cosas que hasta hace poco eran tan
sencillas... esos cambios que sin remedio va trayendo la edad...
.
Cuando se escribe con el corazón en la mano....se mueven sentimientos y se llena de alegría la vida! Gracias Hermana Mayor
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