domingo, 13 de marzo de 2016

HOJAS SUELTAS por María del Carmen Maqueo


Él lleva consigo su vida acomodada en perfecto orden, en cada mochila va una parte de sus años vividos hasta ahora, y que han de ser bastantes, según adivino al ver la plata que se abre camino sobre su cabeza, para enmarcar su rostro del color del chocolate, cabello blanco que ese gorro en colores gris y azul no logra ocultar. Lo encuentro desayunando en uno de tantos “palíndromos-nuestros-de-cada-esquina”, adivino que lo hace feliz, lo dicen sus ojos que alcanzo a espiar por un instante, aunque él sabe guardarse muy bien de ser descubierto.

Yo quisiera, como él, poder llevar mi vida en cuatro o cinco mochilas, para cargarla siempre a donde vaya. En una colocaría mis historias de infancia, sobre todo las mágicas que me permiten estar aquí hoy jugando a imaginar. En otra llevaría a mis amigos, esa bolsa, aunque pequeña, la cargaría sobre el hombro, para sentirlos siempre muy cercanos. Son los amigos que están ahí cuando los necesito, aunque el resto del tiempo parezcan no existir; los que me extienden la mano justo cuando siento que no puedo con mi alma. En otra mochila guardaría mis amores grandes y pequeños, y por las tardes, cuando el sol comience a ocultarse buscaría una banca de la plaza para abrir esa mochila con todo el cuidado del mundo, e ir sacándolos uno por uno para  platicar con ellos, y que mi corazón recuerde cuan afortunado ha sido en las cuestiones del amor. Por encima de todas las demás pondría la gran mochila que guarda mis errores; necesito recordar cada mañana que hay mucha tarea pendiente, mucho qué enmendar y perdonar. Y finalmente, sobre todas las bolsas que llevan mi historia colocaría mi almohada, así como este viajero hace, para tener siempre presente que por encima de cualquier otra cosa está nuestra capacidad de soñar, que esa almohada es muy nuestra, y que nadie tiene derecho de arrebatarla.

Así como él lleva su vida acomodada en perfecto orden, para ir por el camino con paso ligero, así quiero yo hacerlo, para que nada entretenga mi afán de cada día, la jornada que ha de cumplirse de manera puntual mientras  seguimos avanzando, escribiendo la historia que ha de escribirse en nuestros propios anales personales.

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