domingo, 2 de julio de 2017

CUADROS URBANOS por María del Carmen Maqueo Garza



¡Qué prometedora es la aparición de una gran nube gris que se instala magnífica por entre las otras nubes –blancas de algodón—anunciando la lluvia.  
      Gozo cuando un aire comienza a mecer los penachos de los árboles, mientras que de la alta palmera caen de forma pesada las viejas hojas secas del color de la miel, que azotan sonoramente contra las baldosas, como si fueran lanzadas con furia desde las alturas.
     Vuelvo a ser niña al momento en que veo  cómo gruesas gotas van cubriendo de pecas las banquetas, avisando a la seca que su hora final ha llegado.  Luego, ya dentro de la casa, escucho el golpeteo de esas mismas gotas contra el cristal de la ventana y nace en mí una particular alegría.
     La lluvia es promesa, promesa de vida.  Anuncio de tiempos nuevos de abundancia.  Llega el agua vivificante, sanadora, con su carga de promesas.
     Se alegran los finos tallos, se alegran la milpa, y los gorriones que anuncian la venida con un trino nuevo.  Se alegran los perros pulgosos, los niños chorreados, los viejos sabios que ahora saben que todo se cumple y que nada está perdido.
     Me alegro yo, y mi canto es voz, y mi voz es palabra escrita.   La lluvia llega hasta con gusto, se sabe bienvenida,  se sueña vuelta arroyo, cascada y río, promesas de un mañana de abundancia para todos.

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