LO QUE NOS
ENRIQUECE
“Apegos feroces” de Vivian Gornick: novela autobiográfica que nos lleva de la
mano a seguir la historia de una mujer de mediana edad y la relación con su
madre, en vecindarios de inmigrantes,
primero en el Bronx y luego en Manhattan.
A través de su historia personal, conocemos gran parte de la
idiosincrasia de los grupos de inmigrantes que buscaron abrirse paso en la
Unión Americana. En su caso provenían de Rusia; nos va mostrando a
pinceladas las condiciones en que llegaron a América y el tipo de dinámica
familiar que manejaron. A través de
personajes variopintos de la vecindad, la autora comienza a introducirnos al
escenario que a ella le tocó vivir desde niña hasta ahora, cuando pasea a su
madre anciana como alguna vez la madre la paseó a ella de pequeña.
La migración es un fenómeno universal. Se da igual en las fronteras entre África y
España, o del Medio Oriente, hasta en los límites norte y sur de nuestro país. Inicia como un movimiento de supervivencia y
termina, muchas veces, con tragedias como la recién ocurrida en Chiapas. Son vidas de seres humanos a cambio de
dinero. Su valor se pulveriza; los
traficantes no vuelven la vista atrás cuando algo así ocurre.
Contrastando el escenario que vivió Gornick en su infancia,
con lo que viven hoy en día los niños migrantes, hay un contraste
terrible. Es doloroso atestiguar la
forma como el Capitalismo ha sentado sus reales en la sociedad, que se mueve
cada vez más con base en el dinero. Las
historias de cada migrante que se lanza a la aventura, tantas veces acompañado
de su familia, se disipan entre el barullo del exterior. Dejan de tener valor propio, pierden
identidad y tantas veces los niños carecen de la oportunidad de construir una
memoria propia.
La falta de sentido de pertenencia genera grandes problemas
internos, desde depresión hasta conductas antisociales. Ese sentir que no se forma parte de una colectividad propicia enojo,
tanto contra el país de origen que de alguna forma lo ha obligado a salir de
él, como contra el país de acogida que no lo trata de la mejor manera. Además, cuando no se pertenece a una
comunidad, difícilmente se respetan las normas que ésta impone.
Corrientes de pensamiento tenemos muchas: La base del
Capitalismo es noble, sin embargo, llega a propiciar diferencias económicas en
la población. Los ricos se vuelven más
ricos a expensas del empobrecimiento de los más desprotegidos. Hay otras doctrinas que procuran actuar
en sentido opuesto, hacia la justicia
social. Pese a ello sigue existiendo una
élite subterránea entre aquellos que manejan el sistema. Además, proporcionar
en forma permanente y gratuita bienes y servicios a los más desprotegidos,
genera una dependencia insana. El que
recibe los insumos del Estado, asume una conducta de siervo ante su amo, y no
se responsabiliza por producir.
Traigo a colación todo lo anterior justo en esta temporada, en que se agudizan las diferencias entre unos y
otros. Una época que llama al consumo
“para ser felices” y que, en muchos casos, como sería este período de pandemia,
no permite la holgura para gastar en
cosas que no sean meramente indispensables.
Si hemos venido manejando esos conceptos a lo largo de nuestra vida, van
a surgir muchos casos de depresión navideña.
No estamos en condiciones de
adquirir para nuestros seres queridos lo necesario “para ser felices”.
A lo anterior sigue mi propuesta: Hacer un alto en el
camino; revisar qué tan privilegiados hemos sido hasta ahora por tener vida,
salud; o en su caso, lo necesario para recuperarla, así como una familia. El poder celebrar juntos en torno a la mesa,
contar con lo básico, es suficiente motivo para alegrar nuestro corazón. Hacer acopio de experiencias inmateriales, una
llamada, un mensaje, una felicitación.
Manifestar nuestros sentimientos hacia esos seres amados que nos han
acompañado durante el año. Regalar
momentos, experiencias… dejar las compras para más delante.
Tenemos un México que nos da identidad de muchas maneras: A
través de sus sitios históricos, que ahora podemos visitar desde el
celular. A través de sus fiestas
religiosas y profanas; de sus cánticos y tradiciones. Un México algo abollado, pero que aun así nos
permite conservar la esperanza de una recuperación. Si tenemos manera de apoyar al que menos
tiene, ¡bien por nosotros! Con poco podemos aliviar mucho de lo que otros
necesitan, de productos básicos, de entusiasmo, de solidaridad. Así como José y María peregrinaron por Belén,
así los andantes de hoy día nos brindan una oportunidad para salir de nuestro
espacio personal y ayudar un poco a quien más lo requiere.
Lo que nos enriquece está más allá de las puntas de nuestros
dedos. Aliviar un poco la tragedia de
otros. ¡Hoy es cuando!
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