viernes, 10 de diciembre de 2021

7 CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

LO QUE NOS ENRIQUECE

“Apegos feroces” de Vivian Gornick:  novela autobiográfica que nos lleva de la mano a seguir la historia de una mujer de mediana edad y la relación con su madre, en  vecindarios de inmigrantes, primero en el Bronx y luego en Manhattan.  A través de su historia personal, conocemos gran parte de la idiosincrasia de los grupos de inmigrantes que buscaron abrirse paso en la Unión Americana.  En su caso  provenían de Rusia; nos va mostrando a pinceladas las condiciones en que llegaron a América y el tipo de dinámica familiar que manejaron.  A través de personajes variopintos de la vecindad, la autora comienza a introducirnos al escenario que a ella le tocó vivir desde niña hasta ahora, cuando pasea a su madre anciana como alguna vez la madre la paseó a ella de pequeña.

La migración es un fenómeno universal.  Se da igual en las fronteras entre África y España, o del Medio Oriente, hasta en los límites norte y sur de nuestro país.  Inicia como un movimiento de supervivencia y termina, muchas veces, con tragedias como la recién ocurrida en Chiapas.  Son vidas de seres humanos a cambio de dinero.  Su valor se pulveriza; los traficantes no vuelven la vista atrás cuando algo así ocurre.

Contrastando el escenario que vivió Gornick en su infancia, con lo que viven hoy en día los niños migrantes, hay un contraste terrible.  Es doloroso atestiguar la forma como el Capitalismo ha sentado sus reales en la sociedad, que se mueve cada vez más con base en el dinero.  Las historias de cada migrante que se lanza a la aventura, tantas veces acompañado de su familia, se disipan entre el barullo del exterior.  Dejan de tener valor propio, pierden identidad y tantas veces los niños carecen de la oportunidad de construir una memoria propia.

La falta de sentido de pertenencia genera grandes problemas internos, desde depresión hasta conductas antisociales.  Ese sentir que no se forma parte de una colectividad propicia enojo, tanto contra el país de origen que de alguna forma lo ha obligado a salir de él, como contra el país de acogida que no lo trata de la mejor manera.  Además, cuando no se pertenece a una comunidad, difícilmente se respetan las normas que ésta impone.

Corrientes de pensamiento tenemos muchas: La base del Capitalismo es noble, sin embargo, llega a propiciar diferencias económicas en la población.  Los ricos se vuelven más ricos a expensas del empobrecimiento de los más desprotegidos.  Hay otras doctrinas que procuran actuar en  sentido opuesto, hacia la justicia social.  Pese a ello sigue existiendo una élite subterránea entre aquellos que manejan el sistema. Además, proporcionar en forma permanente y gratuita bienes y servicios a los más desprotegidos, genera una dependencia insana.  El que recibe los insumos del Estado, asume una conducta de siervo ante su amo, y no se responsabiliza por producir.

Traigo a colación  todo lo anterior  justo en esta temporada, en  que se agudizan las diferencias entre unos y otros.  Una época que llama al consumo “para ser felices” y que, en muchos casos, como sería este período de pandemia, no permite la holgura  para gastar en cosas que no sean meramente indispensables.   Si hemos venido manejando esos conceptos a lo largo de nuestra vida, van a surgir muchos casos de depresión navideña.  No estamos  en condiciones de adquirir para nuestros seres queridos lo necesario “para ser felices”.

A lo anterior sigue mi propuesta: Hacer un alto en el camino; revisar qué tan privilegiados hemos sido hasta ahora por tener vida, salud; o en su caso, lo necesario para recuperarla, así como una familia.  El poder celebrar juntos en torno a la mesa, contar con lo básico, es suficiente motivo para alegrar nuestro corazón.  Hacer acopio de experiencias inmateriales, una llamada, un mensaje, una felicitación.  Manifestar nuestros sentimientos hacia esos seres amados que nos han acompañado durante el año.  Regalar momentos, experiencias… dejar las compras para más delante.

Tenemos un México que nos da identidad de muchas maneras: A través de sus sitios históricos, que ahora podemos visitar desde el celular.  A través de sus fiestas religiosas y profanas; de sus cánticos y tradiciones.  Un México algo abollado, pero que aun así nos permite conservar la esperanza de una recuperación.  Si tenemos manera de apoyar al que menos tiene, ¡bien por nosotros! Con poco podemos aliviar mucho de lo que otros necesitan, de productos básicos, de entusiasmo, de solidaridad.  Así como José y María peregrinaron por Belén, así los andantes de hoy día nos brindan una oportunidad para salir de nuestro espacio personal y ayudar un poco a quien más lo requiere.

Lo que nos enriquece está más allá de las puntas de nuestros dedos. Aliviar un poco  la tragedia de otros. ¡Hoy es cuando!

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