¿Hasta dónde atrevernos y dejar a un lado los prejuicios?¿Hasta dónde fijar el límite de nuestra libertad? ¿Hasta dónde perder el miedo sin perder el juicio y el bien actuar?
Mantener la cordura es muchas veces haber ahogado sueños, ser juicioso es acallar a veces las inquietudes que desechamos por considerar inconvenientes, inadecuadas, no propias a lo que de nosotros se espera, al camino que nosotros mismos trazamos, salirnos por el impulso y quizá regresar arrepentidos.
No todo lo que anhelamos sería lo que más felicidad nos daría. Algunos arriesgan y triunfan, otros terminan frustrados y con repercusiones que les hacen difícil o imposible regresar a lo que era trayecto reconocido.
Por eso a veces, la felicidad hay que conseguirla con lo que tengamos a la mano, sin ir contra nuestros principios, sin desear lo que no nos tocó vivir, sino viviendo lo que nos corresponde, con toda la pasión y el amor que nos sea posible.
Para eso son los sueños, la fantasía, la magia de nuestra mente, para transportarnos a otros mundos, a otras realidades con la posibilidad de regresar a nuestra vida indemnes, y alcanzar por un momento la dicha que en la realidad locura fuera.
¿Llamarías a esto cobardía...?
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