domingo, 22 de agosto de 2010

CONTRALUZ Agosto 22, 2010

RECONSIDERE, CARDENAL
María del Carmen Maqueo Garza
Nací en un hogar católico, practico mi religión al igual que mis dos hijos adultos. Por diversas circunstancias desde pequeña he tenido ocasión de adentrarme en otros credos religiosos. A través de ello he podido discriminar entre estos y el mío propio, e identificar desde fuera aquello que a nosotros nos está fallando.
Para la Iglesia Católica Romana ha sido motivo de constante preocupación el número de fieles que desertan para cambiar de denominación. Las causas son múltiples; algunas que alcanzo a identificar, en primer lugar que no conocemos a fondo nuestra religión; segundo, la escasa o nula calidez que nos prodigamos entre laicos. Tercera, y posiblemente la más importante, una falta de congruencia entre el dicho y el hecho: Hablamos preciosamente de Dios, pero nuestros actos distan mucho de ser testimonio vivo de su palabra.
Hace poco leí un párrafo iluminador: "Cuando oramos le hablamos a Dios; cuando leemos su palabra él nos habla". Por desgracia los católicos no tenemos la costumbre de una lectura sistemática de las sagradas escrituras, entonces no nos damos la oportunidad de que Dios nos hable, y no lo conocemos. En buena medida nuestra práctica consiste en cumplir fórmulas, quizás acudimos al templo como actividad social, o bien circunscribimos nuestro acercamiento a Dios a los momentos de dificultad. Somos indiferentes frente a las necesidades de nuestros hermanos, y triste reconocerlo, gastamos quinientos o mil pesos en bagatelas, pero para el óbolo dominical andamos juntando cambio suelto, como si cualquier billete se nos hiciera muy grande para ofrendarlo.
Escándalos como los casos de pederastia surgidos al interior de la Iglesia Católica no ayudan en nada para convencer a los dubitativos de que se queden. Conductas terribles de abuso sexual por parte de prelados, y el ocultamiento que la jerarquía católica hizo de tales delitos durante mucho tiempo, terminaron por desanimar a un buen número de hermanos que finalmente cambiaron de fe.
Ahora con el asunto de las uniones legales entre personas del mismo sexo, y la posibilidad de que adopten niños, los pronunciamientos de la jerarquía católica han sido de rechazo absoluto. Yo como ciudadana veo un trasfondo populista en dicha legislación; como católica ciertamente no la apruebo, y como pediatra tengo muchas dudas de las repercusiones que vaya a generar este tipo de familias atípicas en el desarrollo psicosexual de los hijos. De hecho, hay grandes inquietudes al respecto dentro de la Pediatría organizada de todo México.
Al margen de lo anterior surgen comentarios desafortunados como el del Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, arzobispo de Guadalajara, quien asegura que la aprobación de la ley obedece a actos de corrupción entre el gobierno del Distrito Federal y la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Lo expresa categóricamente, sin que hasta el momento haya exhibido pruebas que sustenten su dicho; ante esto Marcelo Ebrard interpone una querella de carácter civil por daño moral y lo que resulte. Además le exige que se retracte y pida perdón, a lo que Sandoval responde de forma terminante que no lo hará. Durante una entrevista, al expresar su opinión respecto a la adopción de menores por parejas del mismo sexo, el cardenal se refirió a los homosexuales de manera peyorativa rayando en lo soez, algo que no corresponde a una figura pública, y menos aún a su alta investidura religiosa.
Este es un claro ejemplo de las incongruencias que nos señalan con índice de fuego los desertores del catolicismo: Un jerarca de la iglesia que denuesta, humilla y discrimina a sus semejantes por razón de su conducta, que él califica como inmoral. Recordemos, del evangelio de Juan el pasaje de la mujer sorprendida en flagrante adulterio, y el conflicto en que escribas y fariseos intentan poner a Jesús: "Ella ha pecado, de acuerdo a la ley de Moisés debe morir lapidada, ¿tú qué dices?" Él sereno contesta: "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra", lo que ocasiona que todos se vayan retirando, comenzando por los más viejos. Y Mateo 12: "Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado."
La actitud insensible de Sandoval Iñiguez no tiene semejanza con las enseñanzas de Jesús quien nos instruyó a ser piadosos y caritativos. Que muestre las pruebas que dice tener, o que tenga la humildad de pedir disculpas. Hasta este momento el cardenal no nos deja nada bien parados a los católicos.
"Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio" (Mt 11:28). Cardenal Sandoval, como líder espiritual reconsidere su actitud; por esas incongruencias mayúsculas entre la palabra de Dios y nuestros actos, es que los templos se nos están quedando vacíos.

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