domingo, 13 de marzo de 2011

CONTRALUZ por Marìa del Carmen Maqueo Garza

LA LECCIÓN DE LA ARAñA
En un mundo en el  que en ratos todo parece girar en torno al dinero, tiende a perderse la calidad humana. Nos enteramos de crímenes atroces que están ocurriendo, no   del otro lado del mundo,  sino justo en nuestras calles, en nuestras colonias,  con nuestra propia gente.
   De momento nos preguntamos de dónde surgieron aquellos homicidas que parecen no tocarse el corazón al descargar sus armas letales por dinero, o si  es posible que en su interior no les  genere ningún malestar hacerlo, o lo que es más grave, si  acaso aquella orgía de sangre les causa placer.  Nos preguntamos dónde se hallaba aquel muchacho de dieciocho o veinte años antes de convertirse en sicario; si   conoció el amor de una madre, si tuvo  hermanos o  amigos; si estuvo en una escuela, o cuáles  habrán sido sus juegos de infancia…
    Igual sucede al atestiguar el proceder de muchas de nuestras autoridades, que hacen uso de  su investidura para amedrentar y saquear a la  ciudadanía.   Es  doloroso descubrir  cuanto dinero está siendo invertido en acciones de seguridad pública que no funcionan, y que  paradójicamente  agravan el problema.  
    Frente a los hechos, podemos desgañitarnos gritando contra el gobierno, lo que tendrá pobres resultados; podemos caer en esa vorágine de descomposición social y corrompernos.  O bien, comenzar por identificar aquellas pequeñas acciones que yo como ciudadano he hecho o dejado de hacer, y que de alguna manera, al conjuntarse con las pequeñas acciones del resto de los mexicanos, han dado lugar a esta plataforma  desde la cual hoy son disparados los grandes misiles de la delincuencia organizada, la corrupción, la impunidad, y la indolencia, que tanto nos dañan.
   En   mi función como ama de casa,  al momento de vaciar una cubeta con agua en el vertedero; algo llamò poderosamente mi atenciòn: De una a otra pared  de aquel espacio una araña   comenzaba a hacer su red,  misma que para entonces  estaba constituida por un único  hilo justo en el punto donde  acababa de dejar caer con cierta fuerza el agua. Lo asombroso es que  el hilillo no hizo más que vibrar, para  terminar indemne, con un par de gotas pendiendo de su porción central.   Tal es la resistencia del material secretado por la araña, y que  agregado gota a gota  llega a formar una tela capaz de soportar un gran peso,    un prodigio màs de la naturaleza.
   Vino entonces a mi mente un símil entre la tela de araña y las acciones que como ciudadanos emprendemos cada día, todo aquello que hacemos o dejamos de hacer, partiendo de una trampa del pensamiento: Hago algo indebido, y  como  no tengo enfrente  las caras de aquellos a quienes  mi acción podría dañar,  continúo haciéndolo. Esto es, cuántas veces abusamos en el uso de cajones especiales para personas con discapacidad sin necesitarlos: Puede más la comodidad, la molicie, o esa absurda sensación de  sentirme poderoso a lo tonto,  haciendo lo que quiero por encima de lo  debería hacer.  Lo mismo aplica a vialidades, me paso la luz roja “porque soy muy diestro al volante”.  En cuestión de beneficios económicos obtengo una ganancia personal que no me corresponde,  bajo el argumento que dice: “de que me la lleve yo, a que se la lleve mi compadre…”   O sustraigo consumibles  diversos mermando los inventarios de la empresa donde trabajo “que al cabo no pasa nada”, y además    aplauden mi generosidad cuando los tomo    para  favorecer a familiares o amigos.  Dejo de hacer lo que en justicia me correspondería, “que al fin que nadie cumple con hacerlo”.   Y así se va engrosando la maraña de acciones faltas de ética, que a la vuelta del tiempo han generado el grave problema que ahora  nos tiene contra la pared a todos.
   Es justo el momento de modificar nuestra actitud, de empezar a sumar pequeñas grandes acciones a favor de nuestra patria.  Yo respeto el derecho de otros,  independientemente de lo que los demás hagan; yo trato de ser justo, aún cuando haya tantas injusticias.  Yo cuido el ambiente y no tiro basura,  invitando asì  a otros a hacer lo mismo.   Si alguna lección de civilidad puedo dar, que sea  a través del ejemplo; los discursos moralistas no funcionan.  Actúo honestamente en lo que a mì corresponde, e instruyo a mis hijos a hacer lo mismo,  a resistir  aquello que  intenta sustraerlos de sus obligaciones ciudadanas.   Y finalmente,  pongo fe en  lo que hago y fortaleza para no desfallecer.
   La lección de la araña fue en lo personal impactante;  me demostró que en efecto, la suma de pequeñas acciones  deriva en un gran resultado.  Y a  estas alturas del partido algo es cierto: O recomenzamos a la brevedad, o nos hundimos  en el mar de las lamentaciones.

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