sábado, 19 de marzo de 2011

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza




LA VERDAD Y LA LíNEA RECTA

Hoy, 20 de marzo, será largamente recordado en el mundo oriental.  Su Santidad Tenzin Gyatso, la XIV reencarnación del Dalai Lama hace efectiva   a partir de hoy su renuncia a la función política  desempeñada hasta ahora dentro del Parlamento Tibetano.  Desde su coronación en 1950 el Dalai, actualmente de 75 años de edad recibió, entre otras muchas distinciones el  premio Nobel de la Paz en 1989,  como guía espiritual y político del budismo tibetano en el exilio, en la región de Dharamsala, en la India.   Por muy diversos cauces su filosofía se ha difundido a todo el orbe, sin que nada de ello haya conseguido arrancar de él la humildad, la sencillez, o la alegría casi infantil que refleja su perenne sonrisa. 

   Traigo a este espacio el liderazgo del Dalai quien se autocalifica como “un simple monje”, vegetariano, orientado hacia la compasión, carente de posesiones materiales, y quien buena parte de sus misiones de paz en oriente las  hizo recorriendo a pie la región de los Himalayas. Figura totalmente   opuesta al paradigma de líder político que identificamos por estos rumbos: Ampuloso, hablador,  que se enriquece de manera descomunal a partir de su entrada en funciones, y quien suele manejar una incongruencia entre lo que dice y lo que hace, en niveles que van de moderados a groseros.

   ¡Cómo beneficia volver de cuando en cuando a las cosas más simples de la vida!  A  la naturaleza, a la convivencia con niños, a la música instrumental, a las lecturas de los inmortales.   Con relación a estas últimas, si nos detenemos un poco a analizar, hallaremos que por regla, a mayor sabiduría de un maestro, más sencillo y entendible es su lenguaje.

   En el mundo de apariencias que el Neoliberalismo pretende tatuarnos en la conciencia, nos dejamos apantallar fácilmente  por  lo que aparenta ser muy elaborado.   Aquello que   de primera instancia parece elegante, y más si lleva incluido algún galicismo, suele dejarnos boquiabiertos, así de ingenuos somos a veces.  En una segunda lectura podremos descubrir que el pensamiento más grande en la historia ha sido dicho de formas muy simples, para ejemplo el Nuevo Testamento, en el cual Jesús predica a los más sencillos mediante parábolas fáciles de entender.

   Para  calcular la manera en la cual el consumismo intenta enfocar nuestra atención hacia las apariencias,   utilizando la falacia de que lo que se muestra como aristocrático  tiene mayor valor, vayamos a un ejemplo cotidiano: De diez  comerciales que se transmiten en los cortes de cualquier programa televisivo,  contemos cuántos  se enfocan a las apariencias.  Es sorprendente descubrir que en ocasiones llegan a ser ocho o nueve de diez, lo que  revela la manera como el sistema, tramposamente  tiende a crear nuevas necesidades al consumidor, que se traduzcan en beneficios económicos para los anunciantes.

   En alguna de sus disertaciones mencionaba nuestro gran poeta Octavio Paz, que la cualidad de la poesía es precisamente sintetizar en la brevedad de una línea una gran verdad.  Lo mismo podría aplicarse al Dalai, a Teresa de Calcuta o a Rabindranath Tagore, todos ellos Premios Nobel, quienes de manera simple y llana nos han colocado una lente mental para ver la vida de otra manera, por cierto más trascendente.

   El Dalai, aún dentro de la investidura como XIV reencarnación, reconoce que el problema político con China estuvo fuera de su alcance resolverlo, así como los recientes movimientos que involucraron resistencia  por parte de monjes tibetanos exiliados.  Lo dice con sencillez, partiendo de su condición humana; no lo  envuelve como tamal en cien justificaciones para eximirse de responsabilidad, ni  lo maquilla con palabrería.   Se acoge a la verdad y reconoce su limitación para  abarcar ambas funciones, líder espiritual y jefe político del Tíbet.

   ¡Cuánto hay que aprender de estos grandes iluminados!  ¡Qué alentador resulta abrevar de sus  enseñanzas y oxigenarnos,  para comenzar a aligerar la carga que hoy vuelve nuestro paso lento, y en ratos hasta doloroso!   El mejor conducto para lograrlo es la lectura, procurar sus consejos, traer en el bolsillo un texto impreso para leerlo mientras esperamos en la fila, o   aguardamos nuestro transporte.   Resulta divertido, aunque en el fondo es patético,   cuánto  temor tenemos a estar solos con nosotros mismos, aunque sea por unos instantes.   Al momento en que quedamos   desprovistos de compañía,  nerviosamente echamos mano de algo, generalmente del teléfono móvil, ¡bendito  celular!,  para exorcizar esos  terribles demonios de la solitud, y así romper ese espacio “de mí conmigo”, que  idealmente  podría aprovecharse de manera maravillosa para  el crecimiento personal.

   Hay inscripciones que perdurarán  mientras haya ojos para leerlas, pues   contienen las grandes verdades de todos los tiempos. El Dalai nos deja como legado su vida misma, una   enseñanza auténtica y sólida acerca de la verdad y la línea recta.

2 comentarios:

  1. Dra. Excelente tu blog, es reconfortable leer los artículos, todos muy interesantes y aleccionadores.Me doy mi tiempo para leerlos. Gracias, Jelipe.
    PD Dalai Lama es, guardando las proporcions como San Francisco de Asis. "Necesito poco y lo poco que necesito lo necesito poco".

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  2. Gracias por visitar mi blog, Jelipe. Agradezco tu comentario. Las palabras de Francisco de Asís que mencionas son un buen ejemplo de una vida sencilla y clara que tanto bien nos hace recordar en estos tiempos de agitación.

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