DE UNA VEZ POR TODAS
Nuestro México a últimas fechas viene escalando posiciones. Los Panamericanos nos han hecho recordar que no todo está perdido, y que la fuerza de voluntad se impone por encima de todo inconveniente para triunfar. En lo personal me siento feliz por los resultados, y espero con igual entusiasmo lo que vaya a obtenerse en los juegos paralímpicos que están por iniciar.
Por otra parte, ha trascendido que se retomará la prohibición de comida chatarra en las escuelas. Doloroso, en el rubro alimentario nuestro país también escala posiciones, tanto en obesidad como en diabetes en población pediátrica. Las iniciativas propuestas al principio quedaron en poca cosa, los productores hicieron empaques más pequeños, y el niño en vez de uno compra dos. En los centros escolares se colocaron posters que decían “No a la comida chatarra”, justo en el área donde venden la comida chatarra, y todo fue algo así como una engañifa, que solamente vino a castigar más la economía doméstica.
Ahora se retoman estrategias. No quiero ser ave de mal agüero, pero mientras sigan atacándose los problemas como se vienen atacando, los resultados serán malos. Para un ejemplo tenemos la lucha contra el narcotráfico, que nos está colocando en el concierto internacional entre los países más peligrosos del mundo.
En el curso de la semana acudí a solicitar un acta de nacimiento. Toda una vida creyendo que mi nombre era María del Carmen, y ¡oh sorpresa! al tratar de obtener la firma electrónica en el SAT resultó que era Ma. Del Carmen. Siguieron trámites, pagos y espera…. Hace unos días me fue entregado el papel oficial que dice que yo soy yo; una gran cosa, porque ya me estaba enfilando rumbo al diván del psicoanalista con un conflicto de identidad.
Pero no divaguemos con estos asuntos de la burocracia con los que nacemos, vivimos y morimos en nuestro amado país. Mientras esperaba mi turno en el Registro Civil para solicitar una nueva y esta vez liberadora acta de nacimiento; a unos lugares de mí estaba un padre de familia con su hijo de aproximadamente tres años emitiendo un ruido que en ese momento descubrí que es característico, con muy honrosas excepciones, de todo niño mexicano de tres años, en cualquier lugar, llámese sala de espera, terminal camionera, atrio de iglesia, salón cívico, plaza de armas, centro comercial, o casa de su abuelita. Ese ruido característico provocado por la bolsa de celofán donde vienen frituras, galletas o pastelillos que el niño engulle con singular fruición, acompañados del correspondiente “juguito”, refresco de frutas o de cola, con o sin gas, preferentemente de color rojo, que pone al niño pinto de cara, manos y ropa.
En esta oportunidad cuando la espera me dio oportunidad de cavilar, bullía en mi interior la pregunta que me hubiera encantado hacer al joven padre: “¿Qué desayunó en casa el niño?”, para tratar de entender su entusiasmo alimentario de las once de la mañana, y su frustración cuando en un momento dado la abertura de la bolsa resultó muy pequeña para sacar los fritos a la velocidad deseada, asunto que el padre atendió de inmediato, peleándose con el celofán de manera tan aparatosa, que pasó por mi mente el mal pensamiento de que la bolsa se desgarrara, el contenido se volcara al suelo, y la tragedia resultara en mayúsculo problema para el niño, el padre, las tres secretarias, y los que esperábamos nuestro turno para ser atendidos. Afortunadamente sólo un fritito cayó al suelo, y el padre rápidamente lo levantó y lanzó al exterior, posiblemente temiendo que el niño se abalanzara sobre aquella partícula y acabara en el hospital.
Entonces volvemos al punto. ¿Qué medidas planean emprender esta vez para disminuir el consumo de comida chatarra?... ¿Acaso se va a resolver con estigmatizar al gordito de la clase, sin ir al fondo de las verdaderas causas del problema?...
Va siendo momento de hacer bien las cosas y emprender un proceso educativo enfocado a los padres. Habrá que revisar con ellos qué desayuna, come y cena el niño, y concientizarlos de que no es sano que en cualquier lugar y a cualquier hora el niño esté consumiendo fritos o galletas. Que es una conducta que a la larga cobra la factura. Que posiblemente los padres le compran el antojo para tenerlo quieto, pero que de ese modo están generando un hábito nocivo. Que un adulto que se come una bolsa de fritos antes de la comida no pierde el apetito, pero que esa misma bolsa de fritos en un niño sacia su hambre, y lógico, se negará a comer a la mesa.
Los problemas del país demandan soluciones de fondo, serias, basadas en evidencia. Ya basta de planear con mentalidad televisiva, para ganar popularidad.
Carmelita: tremendas reflexiones de un problema que ya no puede ni debe soslayarse y menos por nosotros, hay que hablarles con la verdad, decirles que si el problema sigue asi el muchacho mnorirá antes que ellos, HAY QUE RESPONSABIULIZARLOS DE QUE EL PROBLEMA ES SERIO, DARLES SU DX EN LAS TABLAS DEL CDC ETC Y REPETIRLES QUE SIGNIFICAN UN ABRAZO CHEMA
ResponderBorrarCiertamente, Doctor. Son hábitos alimentarios muy arraigados en nuestra población, que costará gran trabajo modificar, sin embargo es urgente comenzar a hacerlo mediante programas que atiendan a un diseño científico, y a largo plazo.
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