En mi país de vez en cuando hay muertos de primer mundo, a los que se dispensan rancios protocolos y grandes condolencias. En su funeral se vierten lágrimas finas como diamantes; su memoria se inmortaliza en mausoleos labrados en bronce y mármol.
Del otro lado de la calle todos los días hay muertos que sólo existen en el grito sin eco de sus madres, en esa desesperación que las consume. Nadie más los reconoce, son muertos que no alcanzaron ni cuerpo ni fosa; su memoria es polvo que vuelve lodo las lágrimas de aquéllos que los lloran en silencio.
Me gusto mucho!!
ResponderBorrarGracias por tu comentario, Amaury. En lo personal he hallado en el contratexto un modo de expresar mi malestar frente a problemas que nos afectan a todos los ciudadanos, pero que pegan más a las personas que han tenido menor oportunidad de estar informadas, lo que constituye una terrible falta de justicia social.
ResponderBorrar