¿POR QUÉ CARLOS FUENTES?
Al siguiente minuto de su muerte un hombre se convierte en recuerdo. Cuando ese hombre se caracterizó por hacer algo especial de su vida, pasa a ser parte de la historia.
Carlos Fuentes ha partido; el ser físico que contenía su espíritu fue vencido por su condición perecedera, misma que en un instante permitió que esa pluma incansable se volviera ave y emprendiera el vuelo.
Ahora bien, lo que vuelve extraordinaria la partida de Carlos Fuentes es justo lo extraordinaria que fue su labor creativa.
Cuando hablamos de “cultura” solemos asumirla como condición exclusiva de una élite privilegiada, que abre zanjas y distingos entre “lo culto” y “lo inculto”, cuando en realidad la palabra en su acepción última se refiere al desarrollo de un sentido de comunidad, mediante la generación de elementos semióticos que faciliten la búsqueda de una identidad común.
Bajo la concepción tradicional de “cultura” los escritores parecieran artículos de lujo, y más los distinguidos y cosmopolitas como Fuentes, quien se desenvolvió entre las figuras sagradas del arte y la intelectualidad. Sin embargo, cuando hablamos de “lo cultural” para significar todo aquello que nos permite trascender como grupo, la labor del escritor pasa a entenderse como la creación de una identidad común a través de la palabra. El mismo Fuentes lo expresó: “Convertir el cobre de lo cotidiano en oro”, mediante una suerte de visión personal, --agregaría yo.
Si de algo está urgido el ser humano hoy en día es de un proceso de humanización. Necesita hallar para su vida un sentido último frente a la avalancha de cuestiones negativas que le salen al paso de manera continua. Comienza a ser preocupante, el cúmulo de violencia que nos rodea genera sentimientos negativos en nuestro interior, que tantas veces no hallamos cómo exorcizar. Un buen libro es gran ayuda en este proceso de entender qué hay detrás de personajes, actitudes y fenómenos sociales potencialmente dañinos con los que nos enfrentamos en el día a día. Mediante la palabra el escritor nos ofrece su interpretación de los hechos, que facilita entender nuestro propio estado interno.
Mientras nosotros abarcamos lo inmediato, el escritor tiene la capacidad de visualizar el conjunto, facilitando comprender qué relaciones guardan los fenómenos del aquí y del ahora en el contexto cósmico. Estudia el pasado para entender el presente, y en un arranque de lucidez, parte del ahora para imaginar, junto con nosotros el futuro.
Cada texto tiene tantas lecturas como lectores lo aborden, inclusive un mismo lector hallará en determinada obra distintas significaciones según su momento histórico, la experiencia acumulada, y sus expectativas en esa precisa etapa de su vida.
El escritor, como el cantante o el poeta se aproxima a los sitios prohibidos, explora sin pudor; roza la muerte tan de cerca que pareciera llevarnos con él a morir. Se hermana con los de abajo hasta meterse dentro de su piel, y a partir de ello nos presenta su visión particular del mundo. Entonces, y sólo entonces, el escritor se vuelve voz y llanto, y canto. Plasma con la palabra esa verdad punzante, la hace suya, y finalmente la salva del dolor de la desmemoria.
A través de su obra Carlos Fuentes nos lleva a congraciarnos con el personaje en turno, mediante la palabra nos identificamos con una parte de éste, sus pasiones, ambiciones, y revueltas. Nos lleva de la mano a conocer sus amores, tanto los inocentes como los lúbricos, hasta que reconocemos como lectores que no hay tanta distancia entre aquéllos y los propios. Unas veces el Gringo viejo nos sume en la más profunda de las soledades; otras tantas la viuda de Llorente, tía de Aura apela a nuestra tristeza a partir de la suya. Y unas más descubrimos en Artemio Cruz, más allá del hombre calculador y astuto, al ser humano cargado de ilusión que asoma a través de la coraza del frío usurero.
¿Por qué Carlos Fuentes?... Porque es un espejo que nos ayuda a perdonar nuestros propios errores. Porque nos recuerda que no hay desgracia sin esperanza, y porque finalmente, a través de sus variados personajes, como si de atuendos se tratara, nos permite probarnos uno y otro, y reinventarnos.
“La Región más Transparente”, novela urbana por excelencia, ejercicio de rescate histórico que el autor hace de un ayer que se ha ido, para ponerlo a salvo del ingrato olvido. Se congracia con el folclor popular que vino a descubrir a su llegada a México siendo adolescente; no conforme con conocerlo a través del aséptico escaparate, lo penetró hasta confundirse con sus elementos para, a partir de ese momento, comenzar a entenderlo como museo vivo, de suerte que no olvidemos de qué estamos hechos los mexicanos.
Descanse en paz el hombre. Nunca jamás sus letras vivas.
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