Tarde o temprano muchos de nosotros vamos descubriendo que hay valores fundamentales que nos dan calidad de vida, uno básico es el de reconocer que nuestra paz es innegociable.
Si bien es cierto que somos seres que requieren de socializar, dicha socialización debe ser una elección que nos ofrezca crecimiento, que nos permita crecimiento y no por el contrario nos drene emocionalmente. Alejarnos de aquellas relaciones que nos llevan a gestionar emociones indeseables de otro, de las cuales terminamos haciéndonos cargo, que nos drenan la energía vital sin darnos mayor recompensa que una compañía que es más indeseable que la soledad.
La soledad electiva, que no es aislamiento sino el aprender a reconocer antes que en nadie en nosotros mismos a alguien que merece respeto y amor, y sabernos suficientes y autónomos para lograr un equilibrio emocional que nos permita no hacer imprescindible el estar con alguien a costa de lo que ello implique, incluso tolerar el sufrimiento antes de perder esa compañía.
Quien acompañe nuestra vida, debe permitirnos relaciones sanas, libres de drama, de conflicto, enriquecedoras, en las que haya reciprocidad, no por compromiso, sino por el placer de darnos y recibir en ambas direcciones, creando un flujo energético que vigorice, que nos permita avanzar y no perder tiempo, ese valioso tiempo que conforme envejecemos cada vez es menos y que por lo tanto merece ser compartido con quien no nos robe la paz, esa paz que a veces cuesta tanto conquistar, tesoro invaluable que debemos preservar sin llenar expectativas de otros, para no aceptar sino lo que auténticamente estamos dispuestos a aceptar,
Vengan a mi vida los afectos, ¡bienvenida la gente que me acepta tal cual soy! en este otoño de mi vida que nadie venga a adelantarme el invierno.
¡Mi paz no es negociable!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario