sábado, 6 de agosto de 2011

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

LA GALLINA CIEGA
Violencia es una palabra que  acompaña   como rémora  el acontecer social de nuestro México, y que tiñe de un púrpura doloroso muchos de  los acontecimientos que se  viven de norte a sur, y de oriente a occidente.   A través de los medios de comunicación   observamos cómo la violencia se pasea muy oronda  frente a las cámaras, y se acicala cuidadosamente  antes de  posar para la  fotografía de  la prensa escrita, o el video que pronto  irá a parar a todos los noticiarios televisivos. 
     Termina la semana  con la  captura de “El Diego”, líder del cártel de La Línea,  al cual se atribuyen  más de mil quinientos homicidios, y por cuya captura se ofrecían quince millones de pesos.   La magnitud del operativo desplegado en torno a  su aprehensión manda  un mensaje  subliminal nada sano: Se trata de  alguien muy poderoso.  Estos  dobles mensajes    suelen   provocar un efecto paradójico,  así pues no nos resulte extraño que algunos niños  ya no sueñen con ser bomberos o policías de grandes, sino sicarios.
   Jack el Destripador pasó a la historia como asesino serial después de haber  ultimado a cinco prostitutas, junto a cuyos cuerpos  fue dejando  comunicaciones por escrito.   Habría que detenernos un momento a analizar cuál es el mensaje que  transmiten  para la posteridad los  matones mexicanos de la actualidad, o lo más   alarmante, cómo es que se vuelven modelos  para nuestros niños.
   Otra  situación  grave en estos días fue la vivida por el sacerdote Christian Figueroa Martínez, detenido por la PFP el sábado 30 de julio mientras  se desplazaba entre Saltillo y Ramos Arizpe.  Le  marcan  el alto   para revisar la papelería de su vehículo, que  les resulta sospechoso;   por  motivo de esa sospecha es decomisado, aún cuando el prelado presentó documentos  probatorios de su legalidad.  Posterior a tenerlo encañonado como delincuente,  y no permitirle hacer llamadas  por celular más que en altavoz, lo amenazaron con   fincarle cargos por pederastia,   debido a que en el interior del  vehículo había un par de sandalias  pertenecientes a su sobrina.
   Un grave mal de nuestro México es que cualquiera es corruptible, so riesgo de morir; así al sicario se le deja libre por falta de méritos, y al ciudadano “normalito” se le  llega a refundir en la cárcel de por vida.  El caso del sacerdote, detenido y acusado de primera intención,  pone en evidencia  el modo tan descarado como se violentan  las garantías que establece nuestra Constitución en su artículo primero:
“…Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos…”
   Viene a mi mente un óleo del pintor español Francisco De Goya, que se exhibe en el Museo del Prado, intitulado “La Gallina Ciega”.  Costumbrista como  toda  la obra de  su primera etapa,  muestra a un grupo de chiquillos jugando  a lo que en  la Península Ibérica también  se  conocía como “El Cucharón”.  El pincel del ilustre  español   capta una rueda de niños,  al centro uno con los ojos vendados,  llevando  en la mano un cucharón de madera con el cual intenta alcanzar a alguno de los chicos del corro.
   Así me imagino en ratos el desempeño de  nuestros funcionarios en esta lucha que no parece tener fin,   se enfocan a alcanzar al “alcanzable”, al que no representa un peligro potencial para ellos.  Y al delincuente mayúsculo, o lo alcanzan con la cuchara y reciben su tajada, o mejor ni voltean a mirarlo.
      Hace un par de meses, durante un viaje en autobús me tocó el habitual retén militar;  en esta ocasión, después del interrogatorio y revisión de identificaciones, a las mujeres  nos  ordenaron abrir los bolsos de mano y mostrar  su contenido.  Al toparse el militar con dos frascos de  medicamentos antihipertensivos, me cuestionó por qué los traía... Siempre me ha intrigado  descubrir el sentido último de estas revisiones, cuando sabemos que en  ningún bolso de mano habría manera de transportar armas largas, drogas,  o  fajos de  billetes. Además  de contravenir el artículo décimo primero de nuestra  Carta Magna que a la letra dice:
   “Toda persona tiene derecho para entrar en la República, salir de ella, viajar por su territorio y mudar de residencia, sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte, salvoconducto u otros requisitos semejantes…”
   Encuentro admirable el propósito de muchas denominaciones cristianas, de traer bajo el brazo la Biblia y leerla de  manera sistemática, al grado de   memorizar capítulos completos de la misma.  Los ciudadanos debiéramos hacer algo semejante con la Constitución, “los de a pie” para conocer nuestros derechos y estar en situación de defenderlos,  y quienes ejercen alguna función  pública, para   enterarse de cómo deben conducirse, recordando que no hay ley ni  norma, y yo agregaría “ni  operativo” que esté por encima de nuestra Carta Magna.

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