TIEMPO DE REGALOS
Hay cosas tan poderosas,
que se
expresan en unas cuantas palabras.
Jeremy Bowen, editor de la BBC para Medio
Oriente, en su editorial del pasado viernes 22 transcribe los cuatro deseos de una pequeña
palestina, refugiada junto con su familia en una escuela. Salieron corriendo de su casa, ubicada en un
vecindario aledaño a la frontera con Israel,
minutos antes de que el caserío fuera
bombardeado.
Esta vez se ha salvado, tuvo algo qué cenar
aquella noche, y fue justo en el cartón de la galleta que consumió, donde en un
muy buen inglés la chiquilla de trece años plasma sus deseos:
-
Deseo detener la guerra.
-
Espero vivir una vida feliz.
-
Espero estar en paz por siempre.
-
Sueño feliz.
Lo que el propio Bowen llama “un frágil cese
al fuego” mantiene la Franja de Gaza en
la zozobra, después de que en el primer
día de la tregua entre israelíes y palestinos anunciada por Egipto, Israel
atacó en un terreno considerado como neutral,
teniendo por resultado un
palestino muerto y ocho heridos.
Esta realidad geográficamente muy lejana, toca
los corazones de cualquiera de nosotros, y contrasta de manera grosera con los
ridículos desfiguros de los consumidores
de “primer mundo” que acudieron a diversos
almacenes norteamericanos durante el “Viernes Negro”. Circula en youtube un video que da cuenta de
ello, la clientela en el departamento de
electrónica se muestra incontenible, por lo que los cuatro o cinco empleados
ponen cara de susto, y no hallan qué hacer. En cuanto aquella multitud alcanza el botadero en donde se hallan los teléfonos
móviles surge la fiera que cada uno de ellos lleva dentro, y se empujan, se
arrebatan y se gruñen los unos a los otros.
La brevedad del video no permite
saber en qué terminó aquello, y deja a
la imaginación suponer lo que haya seguido después, pero algo es cierto, después
de ver la colosal rebatinga no es de
extrañar entonces que alguien saque un cuchillo para conseguir un aparatejo de
aquellos, como efectivamente sucedió el pasado viernes en una tienda de
electrónicos en el estado de California.
¿Tener el modelo más reciente? ¿Conseguirlo
a medio precio? ¿Comprarlo antes que el resto de los consumidores?... Son
algunas de las trampas con que el mercado gancha nuestras neuronas para
llevarnos de manera bastante irreflexiva a poner en riesgo la cartera, la
integridad y la vida en aquellos zafarranchos.
Es más, este año algunas tiendas adelantaron las ofertas iniciando desde
el jueves por la noche, lo que resultó en que muchas familias norteamericanas cancelaran la tradicional cena de Acción de Gracias para correr a las
tiendas.
Mi temperamento no va con aquellas
aglomeraciones donde no se puede ni respirar.
Confieso, jamás he puesto un pie en las tiendas norteamericanas durante
un viernes negro, sin embargo he
recogido muchas historias de quienes acostumbran hacerlo año con año.
Viviendo en frontera, muchas de ellas se van de campamento al estacionamiento
de los centros comerciales, en preparación para entrar a las cuatro o cinco de
la mañana, en cuanto abre la tienda. La
historia que más se me grabó fue la de una señora que adquirió cuarenta muñecas
Barbie y tres cortadoras de césped, aún cuando no tenía ni la más remota idea de qué iba a
hacer con toda esta mercancía. A ese grado llega la locura colectiva propia
de la ocasión.
Curiosamente hoy que se publica este texto
estamos a un mes de la Navidad, fecha en la que tradicionalmente abundan los
regalos. Yo quiero quedarme con los
deseos plasmados por la chiquilla palestina en un pedazo de cartón, para
hacerlos míos durante esta temporada, y contribuir en la medida de lo posible
para frenar cualquier guerra en mi entorno inmediato, que se fomente la paz, y se trabaje por cumplir los sueños de todos los
niños del mundo. Esos sueños que no
aparecen en una lista de Navidad o de Reyes, y que son simples condiciones de vida capaces
de garantizar la seguridad y el
bienestar de los que están en grave riesgo a causa de las guerras emprendidas por ambición, o por un mal
entendido deber sagrado.
Ojalá que en estas festividades, a la par
del regalo al amigo adquiramos un
obsequio para el más desamparado. Nada ostentoso, nada que vacíe los bolsillos,
pero sí algo que llene el corazón: Una despensa, un cobertor, una camiseta, un
par de guantes. Elementos que para
nosotros no representan un gasto mayor, y que para una criatura pueden
significar la diferencia entre dormir o no hacerlo, a causa del frío.
Quede como
consigna para estas fechas el mensaje plasmado en un pedazo de cartón por una
pequeña palestina quien, a diferencia de otros muchos, se
niega a dejar de creer en los
milagros.
Maravilloso articulo.
ResponderBorrarEl tuyo, un comentario de gran valor para mí. Gracias.
BorrarExcelente artículo. Es muy cierto lo que dices. Felicidades por tan bonita reflexión. Atte: Liliana Amaya Rdz.
ResponderBorrarGracias Liliana. Siento que la petición de esta pequeña es de esos textos que nos cimbra para ubicarnos en lo verdaderamente trascendente en la vida, que tan fácilmente perdemos de vista en un mundo consumista.
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