domingo, 9 de diciembre de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


¿CÓMO VIVIR LA NAVIDAD?
En el curso del 2012 se registra la aprehensión de diversos grupos delictivos dedicados al secuestro, así como la confiscación de grandes cantidades de productos químicos ilegales y dinero en efectivo.   En lo particular me pregunto cuál sería el flujo natural de  ese dinero de no haber sido incautado, y simplemente mi imaginación, de por sí vasta, no me da para adivinar qué camino habría seguido.
   Pero una cosa es cierta, estos últimos años en México hemos sufrido un fenómeno social muy peculiar: Hay  una tendencia “ansiosa” y creciente por amasar fortunas, ya sea por parte de organizaciones, criminales, y triste señalarlo, a veces también por parte de nuestras  autoridades, aquéllas que precisamente deberían defender los intereses de la ciudadanía.
   Detrás de todo ello se percibe un vacío existencial que busca llenarse con dinero.   Como si aquellos individuos dedicados afanosamente a acumular bienes materiales, trataran de este modo de comprar una felicidad que simplemente no sienten llegar.  Y a más acumulación de riqueza, mayor pérdida de la satisfacción por la vida, entendiéndose para ellos la satisfacción en términos de poder adquisitivo.
   Este consumismo ha tocado muy diversas facetas de nuestra estructura social.  Leía en el curso de la semana que los diputados de San Lázaro se mandaron hacer unos prendedores en oro, erogando para ello alrededor de dos millones de pesos.  Claro que es una adquisición a todas luces legal, pero totalmente superflua, hecha con los dineros del pueblo, cuando hay tantas necesidades de primerísimo orden que no han sido cubiertas.
   EPN ha prometido enfocarse precisamente hacia los rubros más urgentes de la población, muy en particular orientarse hacia los 60 millones de pobres que tantas veces van a dormir con el estómago vacío, o bien consumen productos de desecho, con las consecuentes complicaciones médicas que de ello derivan.
   Aprovechando la coyuntura de la alternancia en el poder,  habrá que identificar aquellas necesidades de primer orden para darles cobertura, a la vez que abolir tanto gasto suntuario que representa no menos que una burla frente al hambre, la pobreza, y las deficiencias educativas y sanitarias de grandes sectores de la población.
   Mientras nuestros gobernantes van diseñando las estrategias que permitan dar cumplimiento a esas necesidades prioritarias, como es el caso del Pacto por México firmado hace justo una semana,  a nosotros como población civil nos corresponde hacer lo propio en nuestro entorno, y muy en particular ahora que inicia la temporada navideña.
   Nada descabellado es acudir a la tienda con una lista ya elaborada de los productos que hemos de comprar, y resistirnos a caer en los afanes consumistas que nos conducen a adquirir tantas cosas que en realidad no necesitamos.
   Evitar caer en la tendencia de hacer regalos suntuosos, y comenzar por obsequiar a nuestros seres queridos con nuestro tiempo, nuestra atención y nuestra empatía.
   Revisar  el guardarropa de invierno, dar salida a aquella ropa  que no utilizamos, y que a una persona de escasos recursos puede representar comodidad y alegría.
   Cuidarnos de caer presas de la moda del momento, que para el próximo año habrá pasado por completo, de modo tal que una prenda habrá sido utilizada un par de veces, y no puede usarse el próximo año, pues la moda habrá caducado.
   En cuestión de tecnología, que sea nuestra voluntad la que decida, y no los intereses de las grandes empresas que nos crean nuevas necesidades cada dos meses.
   Pasar una tarde con los hijos o con los nietos relatándoles historias familiares, viendo fotografías antiguas  o elaborando juntos algún platillo navideño como lo hacía la abuela, algo que nunca olvidarán
   Hagamos un alto en el camino para analizar qué mensaje estamos dando a las jóvenes generaciones en cuestión de gastos, regalos y modas.   Analicemos si es el mensaje más apropiado para ellos.
   En lo personal la temporada navideña me trae evocaciones de las posadas en forma, con peregrinos, rosario, petición de posada, piñata, bolos y luces de Bengala. 
   Recuerdo el gran nacimiento que se colocaba en la Catedral de El Carmen en mi natal Torreón, en el que no faltaba detalle.
   Vienen a mi memoria las canciones que más gustaban a mis papás, mismas que solíamos escuchar en discos LP año tras año, como parte de la tradición de la temporada.
   Viene el olor del ponche, el sabor de los buñuelos cubiertos con azúcar, y las jornadas que pasé con mi mamá preparando la cena navideña a su lado. Tanto así que ahora que ella ya no está físicamente, cuando preparo la cena, la siento junto a mí.
   Esos son los recuerdos más queridos de mi infancia, ninguno suntuoso, pero todos revestidos de una magia muy particular.
   Probemos vivir una Navidad que perdure a través del tiempo como una bella memoria.

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